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A GRANDES MALES, PEQUEÑOS REMEDIOS
En el corazón de África se libran batallas de muy difícil solución. Esta es la historia de cómo tu peor enemigo puede ser también la principal solución a tus problemas.
Tsavo, praderas y sabanas interminables donde leones, rinocerontes, búfalos, elefantes y leopardos reinan desde hace cientos de años, no es tierra para los hombres.
No deja de ser curioso, que un lugar tan cercano a la cuna de la humanidad, haya ejercido su independencia salvaje durante tanto tiempo. Pero, quizá por eso, hay lecciones que nos resistimos a aprender.
Nos lo enseñaron entre marzo y diciembre de 1898, cuando varias decenas de trabajadores del ferrocarril entre Kenia y Uganda fueron devorados por dos leones que, disecados, aún se conservan en el Museo de Historia Natural de Chicago.
Nos lo enseñaron entonces y hoy por hoy nos lo enseñan cada día. Al menos, a todos aquellos que se atreven a tratar de domar aquellos inmensos territorios al este del río, ya sean imponentes ferrocarriles o sencillos agricultores.
De hecho, quizá sean los agricultores que viven en las inmediaciones de Tsavo los que mantienen la lucha más desigual. Ellos solos, sin armas y sin recursos, frente al mamífero terrestre más grande del mundo.
Es justo decir que las comunidades rurales de los bordes del Tsavo llevan viviendo allí desde hace más tiempo del que podemos recordar. Su modo de vida se adaptó a un mundo en el que los elefantes estaban en retirada. Los esfuerzos por protegerlos han hecho que ambos modos de vida, el de los seres humanos y el de los elefantes, acaben entrando en conflicto.
El rey elefante
Hay más de 15.000 elefantes en los parques nacionales de Kenia oriental. Enormes moles de carne protegidas que, viviendo en libertad, no respetan los límites, destrozan cosechas y comen a placer.
Las comunidades rurales tienen verdadero pavor a los paquidermos, y además es ilegal hacerles daño y eso aporta una tensión extra al asunto. Hacen guardia durante todo el día protegiendo los cultivos y cuando se acercan hacen ruido, usan antorchas o luces eléctricas para asustarlos.
No siempre tienen suerte: hay casos de personas que han muerto tratando de expulsarlos de sus cultivos. Y, con ese miedo en el cuerpo, es inevitable que aparezcan también elefantes muertos cada cierto tiempo a pesar de las restricciones: es cuestión de vida o muerte.
La solución es una abeja
La cuestión es que hay pocas cosas en esta vida que un elefante tema más que una abeja. Siempre se ha dicho que las abejas africanas son bastante más agresivas que las europeas, pero aun así parece una solución ridícula, porque... ¿qué podría hacer una abeja contra un elefante?
Imagino que el día en que los agricultores se dieron cuenta de que las abejas eran la mejor defensa frente a los elefantes fue un gran día. Porque sí, al escuchar el zumbido de las colmenas huían despavoridos.
Esto permitía hacer cercas de colmenas. Cercas que funcionaban porque, según los últimos estudios del Servicio de Vida Silvestre keniata, los 'ataques' de elefantes a cultivos se han reducido hasta un 80%.
Además, estos insectos permitían mejorar la economía de las comunidades rurales: las abejas contribuían a la polinización de los cultivos y, por si fuera poco, pueden vender la miel.
Es curioso que la abeja, el archienemigo del elefante, puede ser la mejor manera de asegurar su subsistencia.
Tsavo también nos ha enseñado otra cosa: que los problemas grandes no tienen siempre soluciones grandes. A veces, más de las que pensamos, pueden tener soluciones diminutas.