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LAS LENGUAS MÁS RÁPIDAS DE LA NATURALEZA

Los animales que sobreviven gracias a una lengua letal como un proyectil

Cuando te alimentas de insectos y pequeños invertebrados, ser más rápido y astuto que ellos puede convertirse en la diferencia entre sobrevivir o morirte de hambre.

¿Cuáles son las lenguas más rápidas? Agencias

Algunos anfibios y reptiles llevan millones de años enfrentándose a ese desafío, nada fácil de resolver si por tu parte eres un vertebrado con un metabolismo y unos movimientos más bien lentos. Todos conocemos algunos ejemplos de animales que pese a ser más bien torpes desplazándose cazan insectos de un veloz lengüetazo, solventando de esa forma el problema. Lo llamativo es que estos movimientos explosivos se han desarrollado de forma independiente, y recurriendo a estrategias muy diferentes.

Comencemos poniendo por ejemplo a algunos sapos. Como les ocurre a muchos otros insectívoros, estos animales confían en su inmovilidad para pasar desapercibidos, y cuando la presa se pone a tiro, proyectan su lengua pegajosa.

Si nos fijamos con atención, en este caso la lengua es empleada casi como un látigo. Para empezar, en lugar de estar unida al “suelo” de la cavidad bucal en el fondo de la misma (hacia la garganta, como nos pasa a nosotros), ésta se une justo en la punta. Lo que hace el sapo simplemente es abrir la mandíbula inferior de forma muy rápida, explosiva. De esta forma la lengua, debido a la inercia del movimiento, sale proyectada, y gracias a que su punto de unión está en la punta de la boca, el efecto látigo consigue que su punta alcance velocidades nada desdeñables, de hasta 4 metros por segundo, suficiente para sorprender al insecto medio.

Siguiendo en el mundo de los anfibios, tenemos un ejemplo mucho más espectacular y totalmente diferente en las salamandras pletodóntidas. También son de movimientos muy lentos y deben acechar a sus presas, pero en su caso les dan caza con unas alargadas lenguas que pueden experimentar movimientos increíbles.

Estas imágenes ralentizadas corresponden a una salamandra capaz de proyectar su lengua a aceleraciones superiores a los 1000 m/s2, un orden de magnitud que empieza a recordarnos a los proyectiles de armas de fuego, motivo por el que se les considera aceleraciones balísticas.

Al contrario que en el caso del sapo (cuya lengua no tenía esqueleto), estas salamandras consiguen estas proezas musculares sosteniendo esta estructura y los músculos que la proyectan con los huesos hiobranquiales. Incluso la parte de la lengua que se proyecta contiene cartílago.

Los músculos que se contraen están a ambos lados del tronco de la salamandra. Al contraerse aprietan la pieza esquelética de la lengua y ésta sale disparada al proyectarse de forma parecida a lo que pasa si apretamos entre nuestros dedos una resbaladiza pepita de sandía. ¿No te parece suficientemente espectacular? Mira la verdadera velocidad a la que ocurre en realidad:

Pero ningún repaso a las lenguas más veloces estaría completo sin hablar de los camaleones, también animales más bien torpes que confían en el acecho y en un lengüetazo maestro para ganarse la vida.

Las lenguas de los camaleones también alcanzan aceleraciones balísticas al ser proyectadas (aunque son mucho más torpes a la hora de retraerlas que en el caso de las salamandras pletodóntidas). Lo interesante de este caso es que se consigue de una forma similar, pero con el mecanismo invertido.

Si en el caso de las salamandras, lo que se “lanza” es la parte esquelética, quedando el músculo en el cuerpo, en el caso del camaleón ocurre al revés: el interior de la lengua contiene un pequeño hueso con forma de bastoncillo, mientras que el músculo se enrolla sobre este en espiral. Al contraerse rápidamente, el músculo de la lengua resbala por la superficie de este huesecillo y es proyectado rápidamente contra la presa. Su superficie pegajosa se encarga del resto.

De nuevo, en estos casos tenemos interesantes modelos para biomimética que algunos ya han aprovechado para diseñar ingeniosos matamoscas.