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AZULES Y VERDES MÁS INTENSOS
Desde la distancia, el agua del mar se observa como un líquido azul, ya sea de un tono más oscuro o más claro, o de un bonito color turquesa en algunas zonas.
Pero no ocurre lo mismo con el líquido que sale del grifo. Si lo recogemos en un vaso y lo miramos detenidamente al trasluz, no encontraremos rastro de azules ni verdes.
El color de los océanos depende de cómo los rayos del Sol interactúan tanto con las moléculas de agua como con las sustancias y los diminutos seres vivos que esta alberga.
Las primeras absorben casi toda la luz, excepto aquella parte del espectro electromagnético correspondiente al color azul, que es reflejada. Por eso las zonas con menos nutrientes pueden verse desde el espacio con una tonalidad azul oscuro.
Si existen microorganismos, la cosa cambia. Pueden absorber y reflejar diferentes longitudes de onda, según sus particularidades, de manera que su presencia cambia el color del agua.
El fitoplancton, por ejemplo, contiene clorofila, un pigmento que absorbe principalmente la luz azul de los rayos solares para realizar la fotosíntesis. Sin embargo, reflejan la mayor parte de la luz verde que les llega, de ahí que las regiones ricas en estas algas y bacterias presenten tintes verdosos.
Los satélites no pierden detalle
Desde finales de los años 90, los satélites monitorizan constantemente el color de los océanos. Esta información permite a los científicos estudiar las fluctuaciones debidas a su variabilidad natural, causada por cambios estacionales y periódicos en la concentración de nutrientes y de microorganismos relacionados con la meteorología y el clima.
Sin embargo, algunos expertos han comenzado a relacionar estas variaciones de tonalidad con otro fenómeno, el cambio climático, que estaría alterando las poblaciones de fitoplancton a lo largo y ancho del planeta. Un efecto que va a intensificarse en las próximas décadas, según un reciente estudio del MIT y de las universidades de California y Southampton, y a traducirse en cambios permanentes en el color de los océanos.
El trabajo, basado en datos de satélite y simulaciones de software, revela que van a intensificarse tanto los tonos azules como los verdes característicos de las diferentes regiones oceánicas.
Es una de la consecuencia de las importantes modificaciones que el calentamiento global está provocando en las comunidades de fitoplancton y que acaban afectando a todo el ecosistema marino.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores han construido un modelo global que simula los patrones de crecimiento e interacción entre diferentes especies de fitoplancton y cómo su distribución podría cambiar en algunas zonas debido al aumento de las temperaturas.
Los científicos también han simulado la forma en que el fitoplancton absorbe y refleja la luz y cómo el color de los océanos cambia a medida que el cambio climático altera las poblaciones de microorganismos.
El programa resultante, que confirmó que el calentamiento global ya está produciendo cambios en la tonalidad los océanos, les sirvió para predecir escenarios futuros. Al considerar el siglo XXI, el software reveló que, en el año 2100, más del 50 % de los océanos del mundo va a ver modificado su color debido a este fenómeno.
“El modelo sugiere que los cambios no serán muy evidentes a simple vista, ya que seguiremos viendo un predominio de azules en zonas subtropicales y de verdes en regiones cercanas al ecuador y a los polos”, ha explicado Stephanie Dutkiewicz, autora principal del estudio e investigadora del MIT.
“Ese patrón básico seguirá estando. Pero los cambios serán suficientes para afectar al resto de la cadena trófica que soporta el fitoplancton”, concluye.