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DOS PROYECTOS CON SATÉLITES ENSEÑAN MATICES INÉDITOS
La erótica del descubridor: esa sensación de que queda mundo por ver, de que nadie ha estado antes que tú en un lugar, de añadir territorios desconocidos a tus fronteras, de descubrir nuevas gentes y riquezas. Todo eso, que tuvo su punto más destacado en la época de los descubridores y la colonización, se ha perdido. En cierto modo por suerte, porque no todas esas investigaciones se hicieron de forma tan romántica y aventurera, sino con cruentas invasiones y exterminios. Pero ese no es el objeto del artículo.
La cosa es que en aquellas épocas era cuando se empezaban a esbozar los mapas que hoy manejamos, silueteando continentes, trazados de ríos, cordilleras y uniendo mares y océanos. Resulta que al final del horizonte no había noche, ni abismos, ni dragones: había más agua y más tierra, lo que pasa es que aún nadie había llegado. Con el tiempo, incluso fuimos capaces de rodear el planeta y confirmar que, efectivamente, la tierra era redonda y tantas otras cosas que hace unos siglos eran mucho más difíciles de defender.
Todo hecho, entonces. Ya conocemos nuestras fronteras, la forma de nuestro maltrecho hábitat, quiénes somos y dónde estamos.
No tan rápido.
Ahora que todos tenemos un completo tratado cartográfico en el bolsillo, que podemos geolocalizarnos al milímetro y que podemos recorrer gran parte del mundo desarrollado gracias a fotografías de servicios como StreetView, justo ahora, resulta que descubrimos que nos quedaba mucho por descubrir.
Por ejemplo... ¿te has parado a pensar cuánto tiempo tienen esas fotografías vía satélite que Google pone a disposición de todos en Google Maps? No son viejas, pero tampoco nuevas: ahí donde había un solar ahora hay un edificio, y si buscas algo en una calle recientemente reformada o construida seguramente te costará encontrarlo. Esas obras ya no están y ahí ahora ya no hay nada.
Para solventar eso ha nacido SkyBox, cuya novedad no es la de un mapa inédito, sino la del tiempo: gracias a la precisión de sus satélites puede capturar lugares concretos en vivo, mostrando hasta los coches circulando, los aviones despegando... y todo pequeño movimiento de nuestras grandes ciudades.
Ofrecen kits de conexión vía satélite para poder monitorizar áreas por periodos concretos, desde unos pocos minutos hasta meses de suscripción, poniendo a disposición de quien lo necesite un satélite para cartografiar al detalle y en vivo la zona que necesite.
Si Colón hubiera tenido algo de esto a su servicio seguramente hubiera intentado llegar a la India por otro camino más corto...
Pero la cosa es que Colón se fue a buscar la India hacia el oeste, convencido de que la Tierra era redonda y de que en poco tiempo alcanzaría su destino. Se equivocó en parte, para fortuna de los reyes de la época, y encontró algo mejor: millones de kilómetros cuadrados de terreno que no se sabía que existía y que ampliaría las fronteras de los reinos de Castilla y Aragón hasta convertirlos en un Imperio. Eran otros tiempos, ya se sabe.
El viaje de Colón y los suyos fue accidentado y largo, recorriendo un océano del que por aquel entonces poco se sabía... y del que, si lo paras a pensar, poco sabemos. Haz la prueba: echa un ojo a Google Maps, ese oráculo moderno, y verás que hay poco detalle en muchas de las zonas marítimas del planeta ¿Por qué? Porque apenas se han estudiado las profundidades de los mares, cuya cartografía sigue siendo un misterio en vastísimas partes del planeta. Tan 'vastísimas' como que dos tercios del planeta están cubiertos por agua.
Allá donde el sónar de los barcos de exploración no ha llegado, llegan nuevamente los satélites: a través de cálculos de los efectos de la gravedad en zonas diversas de los océanos, un grupo de investigadores está desarrollando un completo repositorio con el retrato del fondo marino del planeta.
La idea es que, a través de los datos de tres satélites en distintas distancias de órbita -CryoSat-2, Envisat y Jason-1 - combinan sus lecturas acerca de los efectos gravitacionales de las elevaciones submarinas. Gracias a la conjunción de los datos se empiezan a 'mapear' con éxito grandes y pequeñas montañas que no vemos porque se elevan bajo el agua.
Al paso que vamos con el cambio climático quizá en pocos siglos haya muchas más montañas que añadir al catálogo... ya sea porque algunas se hundan o porque otras emerjan.