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TU FÍSICO DICE MÁS DE LO QUE CREES
Falta alrededor de un mes para las elecciones municipales y autonómicas y puede que aún no tengas muy claro tu voto. Como cualquier decisión, la de los comicios se basa en gran parte en experiencias previas, aunque siempre hay algo en nuestro interior que, como una voz silenciosa, nos dicta “a esos no” ¿Solo manda la razón en el posicionamiento político tengas una u otra ideología?
Algunos estudios científicos recientes sirven de argumento para pensar que no, que hay otro tipo de influencia que escapa al raciocinio y de la que no somos conscientes.
Investigadores como John Hibbing y sus colegas del Laboratorio de Fisiología de la Política de la Universidad de Nebraska-Lincoln, analizaron las posibles raíces biológicas de nuestras convicciones. Y en ese sentido Hibbing ha demostrado que las respuestas involuntarias del cuerpo a ciertos estímulos difieren entre extremos.
En uno de sus estudios, publicado en Science, ha comprobado que los afines a la derecha y la izquierda política reaccionan de diferente manera ante algo que les asusta. Según los resultados, los conservadores son más sensibles a las señales de alarma (como un fuerte ruido) y su organismo entra rápidamente en estado de alerta.
Además de asustar a los pobres participantes con las alarmas, también les mostraron fotos de personas con asquerosas arañas en la cara, sangrando o con una herida llena de gusanos. Midieron después la conductancia su piel o grado de conductividad, determinado por el sudor, una respuesta del cuerpo ante las amenazas que de nuevo los conservadores percibían en mayor medida.
Estos expertos sostienen que las diferencias en sus reacciones se deben a la visión del mundo que tiene cada rama ideológica. Así, los conservadores tienden a concebir su entorno como algo amenazador, por lo que apuestan por normas protectoras y restrictivas, en contraposición a la percepción más amable de la izquierda política.
La manera en que se aprecia la realidad también tiene una base, tanto genética como ambiental (la influencia del entorno y la experiencia). No es que tu ADN determine cómo vas a sentirte a lo largo de la vida, pero sí te predispone a desarrollar ciertos patrones psicológicos que van a afectar a tu comportamiento.
Los genes se encargan además de controlar la producción de hormonas y neurotransmisores en el cuerpo. Estos mensajeros químicos, vertidos al torrente sanguíneo, marcan los patrones de atención y las emociones, entre otros aspectos que afectan a su vez a la personalidad.
Se ha observado, por ejemplo, que los niveles de cortisol (la hormona del estrés) son más altos en las personas que se abstienen de votar. Una posible explicación que proponen los descubridores de esta relación es que la política les afecta negativamente y, por eso, prefieren no contribuir con su papeleta.
Incluso el cerebro difiere entre miembros de diferentes partidos: un estudio publicado en ‘Current Biology’ ha demostrado que los que se consideran liberales suelen tener un córtex del cíngulo anterior de mayor tamaño. Esta estructura controla ciertas funciones cognitivas (como la empatía) que influyen en las decisiones, por lo que lidian mejor con los conflictos. Los conservadores, por su parte, presentan amígdalas más grandes, así que reconocen el peligro enseguida.
Sea como fuere, ningún factor puede considerarse determinante. Como ocurre con cualquier rasgo de la personalidad, la experiencia vital modifica la base biológica, incluso la genética, y estos cambios y sus consecuencias son aún impredecibles. No existe una variable que sirva para predecir tu ideología.