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UN TERMÓMETRO ANIMAL
Mientras nosotros sudamos la gota gorda y escapamos como podemos de la canícula estival, los ortópteros y hemípteros eligen el fragor del sol más perpendicular para desplegar todas sus habilidades musicales. Los grillos machos salen a la puerta impoluta de su madriguera subterránea para levantar y frotar sus alas produciendo ese chirrido característico que captarán las hembras con sus órganos timpánicos situados justo debajo de la articulación media de cada pata delantera. Aquí puedes oir como cantan algunas especies.
¿Sabes por qué es difícil localizar de dónde proviene el canto de un grillo? La longitud de onda de la mayoría de los ortópteros es muy parecida a la distancia que hay entre las orejas del ser humano. Cuando coincide se hace imposible orientar la procedencia de la fuente auditiva.
Lo que tampoco sabe todo el mundo es que hay una relación proporcional entre la temperatura ambiente y el ritmo de estos cantares. Sabiendo esta relación y con un poco de observación podemos calcular con cierta precisión los grados centígrados que disfrutamos sin necesidad de un termómetro físico. Es lo que se conoce como la Ley de Dolbear.
El físico y profesor universitario estadounidense Amos Dolbear hizo su descubrimiento tras observar al grillo del árbol nevado (Oecanthus niveus). Sus trabajos fueron publicados en 1987 en 'The American Naturalist' bajo el título de 'The Cricket as a Thermometer' (El grillo como termómetro) y ofrecen las fórmulas para hacer el cálculo.
Según Dolbear, el macho de Oecanthus niveus efectúa 80 chirridos por minuto con temperaturas de 15 grados centrígrados. Esta frecuencia sube hasta hasta 120 chirridos con temperaturas de 21 grados.
Con estos datos se puede establecer una relación y fórmula simplificada para calcular los grados centígrados de manera sencilla. Consiste en sumar 5 al número de chirridos que hace el grillo durante un intervalo de 8 segundos. Lo malo es que este método reducido solo funciona en para temperaturas de entre 5 y 30 grados.
Con temperaturas fuera de ese intervalo, o para ser más precisos en el cálculo, hay que contar un los chirridos durante un minuto y usar la fórmula. En general:
Y para las otras especies de grillo y esperanzas, la formulación sería:
Para tener éxito en la operación hay que tener en cuenta un par de detalles, según señala en su artículo el propio Dolbear. Hay que buscar la regularidad y para ello es necesario un buen grupo de insectos. Los grillos machos cantan más rítmicamente cuando están en grupo y tienen que competir con las notas de otros ejemplares. En segundo lugar el canto es más intermitente durante el día y puede deberse a otros condicionantes como la disputa o peleas entre machos. Es al atardecer o la noche cuando los grillos ofrecen mejores condiciones para el experimento.
En el año 2007, la NASA decidió ir un poco más allá en una investigación educativa del programa GLOBE. La Doctora Peggy LeMone condujo a un grupo de estudiantes a su casa de Boulder para realizar un estudio empírico de las formulaciones propuestas hacía 20 años por Dolbear.
LeMone y su equipo de estudiantes descubrieron con una toma de datos de una semana que si contaban los chirridos durante un segundo período de 15 segundos y luego se le añadió 37 (en grados Fahrenheit), la cifra era muy cercana a la temperatura real del aire. Es así como se llegó a la formulación resumida propuesta al principio. Sumar 5 al número de chirridos en un periodo de 8 segundos (en la versión grados centígrados). Aquí el cálculo propuesto por LeMone
Si queréis practicar o poner a prueba las enseñanzas de Dolbear y LeMOne hay varias aplicaciones para el móvil que permiten calcular la temperatura (ajustando los patrones) según el número de chirridos grabados con el micrófono para luego compararla con la realidad a través del sensor de temperatura del teléfono. Eso permite conocer también la especie de grillo según las fórmulas propuestas. Puedes encontrar una versión para iOs y también para Android, ambas gratuitas.