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AHORRAR ENERGÍA EN EL WC

Cómo evitar problemas de pareja derivados de los hábitos en el baño

Una de las sorpresas que nos depara la vida a las mujeres al compartir casa con un hombre es la de hundirte a media noche al sentarte para hacer pis. Las primeras veces puede que esboces una sonrisa de ternura y complicidad, pero con el tiempo, puede llegar incluso a molestar, créanme ¿Podemos diseñar una estrategia óptima de convivencia en este sentido?

Ilustración de Raquel Garcia Ulldemollins CienciaXplora

En una de estos 'maravillosos' catálogos norteamericanos que dejan en los aviones descubrí, entre otras muchas tonterías, un tapa de inodoro que se iluminaba según la posición (verde si el asiento estaba abajo, roja si estaba arriba, creo recordar) con el objeto de evitar esos sobresaltos femeninos en medio de la noche, ¡y sin necesidad de encender la luz del cuarto de baño! De Nobel, vamos.

Como no todo el mundo dispone de estas tapaderas del retrete 'smart', y para todos aquellos que convivan con alguien de distinto sexo, vamos a analizar este problema, el problema del asiento del váter, desde un punto de vista riguroso y matemático, como deben ser analizados todos los grandes problemas de la humanidad. Evidentemente, somos las mujeres las primeras perjudicadas en este aspecto de la convivencia, puesto que cuando vivimos solas, el asiento del baño siempre está donde tiene que estar: abajo. Por lo tanto, al convivir con un hombre, la probabilidad de que tengamos que bajarlo alguna vez no es 0 casi seguro, y habrá incrementado, aunque sea muy poco, nuestro esfuerzo al ir al aseo.

¿Qué pasa con el hombre? ¿Cómo cambia su vida al compartir el baño con una mujer? Bueno, en el caso del hombre, aún viviendo solo, siempre existe un gasto energético en esta tarea cotidiana, puesto que las dos operaciones que este realiza en dicho accesorio sanitario las hace una con el asiento arriba y otra con el asiento abajo. Sí, esta es la forma razonable de actuar en el caso masculino. Por lo tanto, habrá veces que tendrá que bajar la tapa y otras que tendrá que subirla.

Si llamamos p a la probabilidad de que el hombre cuando entre en el baño vaya a orinar (en ese caso, la probabilidad de que vaya a realizar la otra operación es 1-p), y C al coste energético que supone cambiar la tapa de posición, el gasto energético medio esperado para un hombre que viva solo es el coste C por la probabilidad de que entre a hacer pis después de haber entrado a lo otro, más el coste C por la probabilidad de que entre a 'descomer' después de haber orinado (solo hay que contabilizar las veces que entra al baño para hacer algo diferente de lo que hizo la vez anterior):

Hsolo= p · (1-p) · C+ (1-p) · p · C= 2 · p · (1-p) · C

Mientras que, como hemos dicho antes, el coste energético de una mujer que vive sola es 0:

Msola= 0

Veamos cómo cambia el gasto energético de hombre y mujer en esta tarea, cuando empiezan a convivir juntos. Evidentemente, este gasto dependerá de las normas de convivencia que hayan establecido la pareja en cuestión después del primer hundimiento nocturno.

Supongamos que la pareja no toma ninguna decisión al respecto, es decir, que no se preocupan de cómo dejan la tapa después del baño. Vamos a suponer que ambos usan el aseo con la misma frecuencia. Con esa norma de conducta, es decir, con la ausencia de reglas sobre la tapa del váter, la probabilidad de encontrarla arriba es p/2 (donde p es la probabilidad de que el chico haya ido a orinar, como señalamos antes, por ½ que es la probabilidad de que vaya él); por lo tanto, la probabilidad de que esté abajo será (1-p/2).

En este escenario, la chica tendrá que bajarla cada vez que se la encuentre arriba, con lo cual, el coste energético medio esperado será:

Men_pareja= C · p/2

El coste energético para el varón en este caso habría que calcularlo en función de si él va a orinar y ella fue antes que él (p·1/2) , o fue él mismo, pero para algo diferente (p·(1-p)·1/2·C + (1-p)·p·1/2·C). Si hacen las cuentas, nos queda:

Hen_pareja= p·1/2·C + p·(1-p)·1/2·C + (1-p)·p·1/2·C = C · p · (3/2 -p)

Con estas reglas de conducta, el beneficiado, si lo hay, es el chico. El coste energético de la mujer ha pasado de 0 a p/2, mientras que el de él, se ha incrementado en C · p · (p-1/2), que pudiera ser negativo si p es menor que ½, cosa que no es esperable, en condiciones gastrointestinales normales. Les recuerdo que p es la probabilidad de que cuando el chico vaya al baño haga pis en lugar de la otra operación. Normalmente, como digo, es más alta de ½.

Total, que de vivir solos a vivir en pareja sin normas sobre la tapa de marras, el coste energético conjunto de la pareja se incrementaría en p².

Pero, ¿y si regulamos esto de la tapa como hay que regularlo? En mi opinión, claro. ¿Y si se impone que ambos dejan el asiento abajo después de terminar de hacer sus cositas?

En este caso, haciendo las cuentas, nos queda que la chica no tiene que bajarlo nunca, con lo cual:

Men_pareja= 0

Y para el chico, que tendrá que subirlo cada vez que vaya a orinar y volverlo a bajar después, tendremos:

Hen_pareja= 2 · p · C

Sí, lo sé, aquí solo se ve perjudicado energéticamente el hombre, pero, ¿cómo ha incrementado el coste energético medio total de la pareja? Pues la chica se queda como estaba cuando vivía sola y el incremento del chico en este supuesto es de 2 · C·p² .

Pues, vaya, parece que el incremento energético de la pareja se ha doblado... Va a ser que yo no tenía razón y que era mejor como proponíamos antes.

En cualquier caso, existe otra posible estrategia para que el incremento energético de cada uno sea de forma más equitativa sin aumentar tanto el incremento total de la pareja. Por ejemplo, si el chico deja la tapa arriba después de orinar con una frecuencia (2p-1)/p.

Podemos suponer, por ejemplo, que p (la probabilidad de que el hombre cuando vaya al aseo orine en lugar de...) es igual a 2/3 y por lo tanto, esta frecuencia, (2p-1)/p, sería de ½. Dicho de otro modo, que para la mejor convivencia de esta pareja, en este aspecto tan mundano pero ineludible, bastaría con que ellos bajaran la tapa después de orinar por la noche.

Ya saben, caballeros, si conviven con una mujer, con muy poco coste energético por su parte pueden mejorar la convivencia. Este tipo de estudios no nos sacarán de la crisis, pero nos sirve para olvidarnos durante un rato de cómo está la cosa. Al menos, yo me lo pasé muy bien cuando lo leí en esta nota de Richard Harter.