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LAS CIFRAS DE LA MALARIA O LA TUBERCULOSIS MULTIPLICAN AL ÉBOLA
Decir que el ébola no es importante sería inhumano: centenares de personas han muerto este año en el peor estallido de contagios conocido de una enfermedad para la que no se comercializa cura alguna y que tiene una elevadísima tasa de mortalidad. Pero el ébola, ni aún en su momento más temible, supone una amenaza cuantitativamente significativa: hay muchas enfermedades igualmente mortíferas, mucho más extendidas y con ratios de mortalidad mucho más elevados.
Uno de los principales dramas del ébola es precisamente ese: el virus ha incidido únicamente en una franja de África, el continente más pobre del mundo, y hasta la fecha nunca había salido de ahí, lo que no ha provocado el interés de la opinión pública del primer mundo y, mucho menos, de la industria farmacéutica como para perseguir una posible cura.
El hecho de que el estallido de la enfermedad haya contagiado a varios occidentales y que países como EEUU o España hayan repatriado a los enfermos para tratarlos, haciendo que la enfermedad entre por primera vez en su territorio, puede cambiar lo anterior para bien: la opinión pública se ha interesado de pronto por una enfermedad que lleva décadas matando, aunque la percepción que se está creando de ella es errónea.
Sí, el ébola es mortal, pero no es especialmente contagioso. De hecho, sólo entrar en contacto directo con los fluidos corporales de un infectado propiciará la infección (sudor, sangre, excrementos...), pero el virus no se transmite por el aire. De ahí que muchos especialistas hayan criticado la excesiva parafernalia con la que se ha trasladado a los enfermos occidentales, a la vez que han puesto de relevancia el escaso caso que se ha hecho a la dolencia hasta la fecha.
Pero del interés a la espectacularización hay un paso. Sucedió con la gripe A, una supuesta pandemia que pondría en riesgo millones de vidas y que quedó en una mera variante de la gripe estacionaria que, esa sí, mata a millones cada año sin que le demos más importancia (porque, de nuevo, la incidencia en los países más ricos es menor). Para contextualizar un dato citado en The Guardian: de las mil personas contagiadas en estos seis meses de máximo de la enfermedad, se calcula que 300.000 personas han muerto de malaria y el doble de tuberculosis
Lo que muchas veces marca la alarma entre unas enfermedades contagiosas y otras, además de su mortalidad, es la velocidad de propagación ¿A cuántos nuevos enfermos contagia un único infectado? En esa pregunta entra en cuestión, por ejemplo, si la enfermedad se transmite por el aire -el ébola no, ni tampoco la malaria, aunque sí la tuberculosis-. Sin embargo, la propagación de enfermedades no contagiosas por el aire puede venir también por el aire, en forma de insectos como mosquitos o animales como el murciélago que, al picar o morder, inoculen la enfermedad. Eso sí sucede con el ébola o la malaria.
Y por razones como esas, por encima del ser humano, el ser que más muertes causa al año es precisamente el mosquito
Pero, ¿son alguna de estas tres enfermedades contagiosas la principal causa de muerte en el mundo? Según el anuario estadístico de la Organización Mundial de la Salud en 2014, no. Las dolencias isquémicas cardíacas (falta de riego sanguíneo en el corazón), las infecciones respiratorias y los infartos cerebrales lideran la lista, muy por delante de enfermedades como el sida (sexta causa), la malaria (décima), la diabetes (decimoquinta), la tuberculosis (decimosexta) o la meningitis (decimonovena).
El ébola no aparece. Pero sí aparecen las muertes violentas o el suicidio, por ejemplo.
La evolución de esas causas mortales, además, no siempre es positiva. Algunas de ellas han aumentado su incidencia desde el inicio de este siglo. Es el caso de las dolencias isquémicas (+16%) o los infartos cerebrales (+12%), pero también de otra causa destacada, los accidentes de tráfico (+14%)
Obviamente el ébola puede no ser una amenaza a nivel global, dado lo localizado de su incidencia y la dificultad de extender el virus -la enfermedad mata en apenas dos o tres semanas-. Sin embargo, sí es una enfermedad importante en la franja central africana, donde otras causas mortales citadas -como los accidentes de coche- no tienen por qué tener tanta incidencia.
Porque sí, hay enfermedades 'de pobres', que los países ricos prácticamente han erradicado o al menos controlado gracias a la vacunación, mientras siguen causando estragos en otras zonas del planeta. La tuberculosis, por ejemplo, tiene una altísima incidencia en el sudeste asiático y África, pero apenas en Europa o América, mientras que otras dolencias como la tos ferina tiene una altísima incidencia en países en vías de desarrollo y sigue siendo endémica en zonas del primer mundo como Canadá, a pesar de existir vacuna.
Estos son los datos de las principales enfermedades por zonas geográficas o ingresos
La OMS cuenta los 'años de vida perdidos' a causa del impacto de enfermedades o causas no naturales y el dato es demoledor: África pierde cinco veces más años de vida de los que se pierden en los países ricos, y la brecha viene marcada por la altísima incidencia de enfermedades (no por otras causas sobrevenidas).
El ébola mata, sí. Pero no es la que más, ni una de las principales. Hay muchas otras causas mortales que tienen lugar en todo el mundo, con especial incidencia en zonas pobres, como el mismo continente africano donde existe el citado virus, y a las que se hace el mismo poco caso en el primer mundo. Hasta que la opinión pública se fije en ellas quizá porque haya occidentales implicados, como esta vez.