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LA IMPACTANTE HUELLA DEL FENÓMENO
Imágenes publicadas por la NASA muestran cómo el devastador ciclón ha deteriorado las zonas afectadas. Según los expertos, la fuerza del viento podría haber arrancado mucha vegetación o el agua podría haber secado con su sal las hojas de los árboles.
Las imágenes de destrucción que los huracanes dejan a su paso son de sobra conocidas: edificios en ruinas, calles inundadas, coches flotando… Sin embargo, hay otra estampa de la devastación menos evidente pero igualmente impactante que no puede captarse con la cámara de un móvil: sólo desde un satélite se pueden comprobar los efectos menos conocidos de un desastre natural.
Las tomas que el Landsat 8 capturó antes y después del paso del huracán Irma por las islas del Caribe son buena muestra de ello. En estas fotos, publicadas por el Observatorio de la Tierra de la NASA, se puede apreciar un drástico cambio de color en las zonas más afectadas por el tifón.
Lo que antes era verde se ha vuelto marrón, algo que, según la agencia estadounidense, podría deberse a dos factores: que los fuertes vientos (de hasta casi 300 kilómetros por hora) hayan arrasado buena parte de la vegetación tropical, dejando más zonas desnudas a la vista del satélite, o que la sal del agua desplazada por la tormenta haya cubierto y secado las hojas mientras todavía estaban en los árboles.
Barbuda, Anguila, las Islas Vírgenes y Cuba han sido los territorios más maltratados por Irma. El primero, que sufrió el azote antes que los demás, ha sido "totalmente demolido" por el huracán, dañándose el 90% de sus infraestructuras. Según su primer ministro, Gaston Browne, el coste de la recuperación podría alcanzar los 100 millones de dólares (unos 85 millones de euros).
Antigua, su isla hermana, parece haber salido mejor parada: el día después del paso del ciclón la electricidad ya había sido restaurada y el aeropuerto volvía a abrir sus puertas.
En lo que respecta a la vegetación, algunas áreas de Virgen Gorda (la tercera de las Islas Vírgenes) muestran un mejor aspecto, probablemente gracias al escudo montañoso que las protege de la acción del viento.