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ENTREVISTA | JOSEP CALL, DIRECTOR DEL CENTRO DE PRIMATOLOGÍA WOLFGANG KÖHLER DE LEIZPIG
Un chimpancé se enfrenta a un reto. A unos metros, frente a él, se exhibe ante sus ojos un plátano. Pero los barrotes de una jaula le impiden alcanzarlo con las manos. Junto a él, los investigadores han dejado dos cañas. Ninguna de las dos es suficientemente larga para llegar al objetivo. Tras varios intentos con las manos y una de las cañas, el chimpancé se aleja, parece que rendido. Al rato vuelve y, decidido, como si le hubieran soplado la respuesta, coge las dos cañas, las ensambla por los extremos y pesca el plátano. Esta escena sucedía en 1913, en un lugar llamado la Casa Amarilla, en la isla de Tenerife, y el investigador que realizaba estos estudios pioneros sobre la inteligencia de los grandes simios era el alemán Wolfgang Köhler.
Otro chimpancé descubre dentro de su jaula un tubo transparente, bien atado a los barrotes, en cuyo fondo se intuye un cacahuete. El animal trata de alcanzarlo con los dedos, pero el tubo es muy largo y estrecho. Trata de arrancar el tubo, de llegar con la lengua… Pero nada. Se va. De pronto, se acerca al tuvo y vierte en su interior, desde su boca, un poco de agua. El cacahuete flota y se acerca un poco al borde. Tras varios viajes a por más agua, el chimpancé obtiene su recompensa. Ha pasado un siglo desde la escena anterior y estamos en el centro de primatología más importante del mundo, que está en Leipzig (Alemania) y lleva el nombre de Wolfgang Köhler (vídeo). Entre estas dos escenas media un siglo y un científico hace de puente: Josep Call (Barcelona, 1966), el director de este centro puntero y unos de los mayores activistas en defensa del legado de la Casa Amarilla y el trabajo que realizó Köhler en suelo español.
Ahora, aquel mítico edificio, el primero de la historia en el que se investigó en primates, reivindicado por científicos de la talla de Jane Goodall, se cae a pedazos. “La Casa Amarilla se cae porque en España no se respeta la ciencia. Si fuera la casa de un pintor cualquiera ya sería un museo. En España no entendemos la ciencia, no la valoramos; tenemos una joya de la historia de la ciencia en nuestro suelo y no se hace nada por ella”, explica a Materia este primatólogo, que ha acudido a Tenerife a reclamar que se salve del olvido un enclave tan importante. “Lo he hablado con ellos y todos mis colegas estarían dispuestos a acudir allí regularmente, a convertir ese lugar en un centro internacional de encuentros sobre primatología”, asegura Call, convencido de la importancia de lo que se sembró allí.
“Aquellas primeras apuestas son la base de lo que se hace hoy en día. Lo que hacemos nosotros ahora lo podría haber hecho Köhler en su tiempo. A partir de sus experimentos, el campo se ha desarrollado: él trabajó con la cognición técnica, usar un instrumento para encontrar comida. Ahora estamos trabajando en la cognición social, cómo se comunican entre ellos, cómo se relacionan”, explica Call, quien cuenta en su centro (que pertenece al Instituto Max Planck) con el mejor muestrario ya que es el único lugar en el que se investiga con ejemplares de los cuatro grupos de grandes simios: bonobos, chimpancés, orangutanes y gorilas. Eso le permite establecer “puntos de comparación” entre ellos y entre ellos y nosotros, fundamental para inferir conclusiones interesantes en su trabajo.
Niños contra chimpancés
Por ejemplo, Josep Call puso a docenas de niños, de distintas edades, frente al problema del cacahuete y el tubo. El agua es una herramienta abstracta, no tiene forma, y no es una solución fácil. Apenas el 8% de los niños de 4 años lo resolvieron, frente al 58% de los niños de 8 años. De los chimpancés, hasta un 20% superó la prueba, mientras que ningún orangután lo logró. “Nos interesa la resolución de problemas en un sentido amplio y ello quiere decir el uso de instrumentos para obtener comida pero también la habilidad que tienen para cuantificarla, para resolver problemas sociales, para aprender… Si uno quiere entender cómo piensan y cómo resuelven problemas, debe tener un abanico amplio de estudios. Estamos trabajando en razonamiento causal, cooperación, incluso en torno al dilema del prisionero que usan los economistas. Solo así podemos entender cómo funcionan sus capacidades cognitivas”, defiende el investigador, formado en las universidades Autónoma de Barcelona y Emory de EEUU.
Por eso, plantean experimentos en los que se obliga a colaborar a los chimpancés para alcanzar un objetivo. Y han descubierto que, por lo general, si pueden conseguir comida solos, prescinden de compañía. Pero no todos: algunos chimpancés llaman a colaborar a un compañero aunque no haga falta para alcanzar el premio. “No sabemos si estos chimpancés son más solidarios o sencillamente no saben lo que hacen”, explica Call, que ha publicado cientos de estudios en las revistas más importantes, incluido un buen puñado en Science. Entre ellos, uno que muestra que los grandes simios no prestan atención a la mirada de los otros, salvo si tienen algún interés. Esto demostraría que son bastante menos sociales que nosotros los humanos: ”A los chimpancés les da igual lo que piensen los demás si no lo pueden aprovechar”, afirma.
“A ellos la mirada les interesa en un sentido de competición”, explica el primatólogo, “les interesa saber dónde estás mirando cuando compiten por un recurso. Pero si no necesitan nada, les importa muy poco qué miras o qué piensas. Yo creo que a ellos esto no les interesa en absoluto. Nosotros tenemos una motivación ultrasocial a nivel psicológico. Ello no quiere decir que a los chimpancés u otros grandes simios no les guste ir en grupo; les gusta ir en grupo, pero estoy hablando de algo diferente, algo que trasciende el nivel psicológico. Para las personas, la motivación social a nivel psicológico es muy profunda, nos gusta hacer cosas juntos. Hacemos cosas acompañados porque disfrutamos más. Sin embargo, esto no ocurre con los chimpancés: cuando cazan, si pueden hacerlo en solitario no quieren a compañeros con ellos. Sólo recurren a ellos cuando en solitario no funciona”. Además de esta vertiente social, a los grandes simios les separa de la humanidad su escasa capacidad para el pensamiento simbólico y las analogías, según las hipótesis de Call.
El chimpancé, ‘homo economicus’
Este psicólogo cuenta que cada vez más ramas del conocimiento académico se están acercando al estudio de los primates, interesándose por su trabajo, a pesar de que hace no mucho era poco apreciado incluso entre sus propios colegas. Ahora, en cambio, se embarcan en el estudio de los grandes simios tanto politólogos como lingüistas, desde abogados a economistas. De hecho, en el Wolfgang Köhler tienen toda una línea de trabajo dedicada a plantear a los simios dilemas propios de los estudios económicos, como el juego de ultimátum y el dilema del prisionero, dondemuestran ser incluso más homo economicus que nosotros.
¿Entonces, cómo reaccionarían ante una situación de crisis, un escenario de escasez de recursos equiparable al que los humanos españoles sufrimos en la actualidad? “Es muy difícil extrapolar. Cuando se agotan los recursos de los que disponen, como en nuestras épocas de crisis, una de las respuestas habituales es que se dividen en grupos más pequeños. Todos juntos no pueden salir adelante y tienen la habilidad de hacer grupitos para que cuando encuentran comida haya para todos”, afirma el investigador. Y añade entre risas: “Pero con ello no quiero decir que lo que hay que hacer es disgregarse, no, no. No digas que ‘el catalán está justificando la segregación’, en absoluto. Yo estoy diciendo qué hacen los primates en situaciones de recursos escasos. Ellos intentan buscar otras soluciones, cambiar el tipo de comida… En los últimos años se ha aprendido que la estructura social de los primates responde con distintas soluciones cuando el medio les desafía”.
Los primatólogos, como si fueran científicos que se asoman a nuestro pasado, se enfrentan a muchas de estas preguntas que parecen buscar la verdad de nosotros mismos en la mirada de nuestros primos peludos. Sin embargo, Josep Call se distancia de aquellos que le preguntan si sabe quiénes somos y de dónde venimos: “Ante estas preguntas tenemos que ser cautos y responder que no lo sabemos. El método científico no tiene respuesta para preguntas filosóficas. Son los filósofos los que las tienen que contestar, no nosotros. Con esto no digo que no sean preguntas importantes, sino que no se pueden responder desde un punto de vista científico, empírico, no tenemos la manera de responderlas”.