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ADOPTÓ A UN PEREZOSO CUANDO BUSCABA A UN PERRO ABANDONADO
Buscaba un perro abandonado, pero se llevo a un perezoso. Pensaréis que la cosa podría haber sido más o menos sencilla porque creemos que son animales “tontos y vagos”, pero no sabes el guirigay que se puede montar cuando empiezas a acumular bichos de sonrisa perpetua en tu casa.
Pero volvamos al principio: el amor a primera vista entre Monique y el primer perezoso que rescató se truncó cuando éste murió a los dos años de edad. A pesar de todos los esfuerzos por documentarse y conseguir su compleja alimentación, algo no salió bien.
Así que volvió a intentarlo y pronto pasó de verlo como una simple mascota a convertirse en su obsesión particular. Se convirtió en la “chica de los perezosos”: siempre que aparecía uno en mal estado, la Policía, el zoo o las protectoras se lo llevaban a ella, que a la vez urdió una buena red de contactos de estudiosos y amantes de estos animales.
Para amamantar a las crías Monique debía conseguir leche de cabra de importación y para la alimentación habitual dos tipos de hojas que suelen ingerir todos los perezosos de tres dedos (entre las más de cincuenta que pueden comer).
De esta forma se convirtió en una espectadora de excepción de la vida de estos primos hermanos de los osos hormigueros. Como son silenciosos, se cuelgan de las ramas más altas de los árboles y en su piel crecen algas que les camuflan muy bien, siempre ha sido muy difícil estudiarlos.
La casa y el jardín de Monique no solamente emanaban solidaridad, también mucho interés científico y, poco a poco, afloraban curiosidades de estos animales de garras terroríficas. Sí, son animales paradillos que se cuelgan con sus garras para no gastar energía, una energía que consiguen con una digestión lentísima. Pero son bastante listos y, oye, tener un animal que solamente defeca una vez a la semana es tener un invitado de excepción.
Operación rescate
Monique era una excepcional anfitriona de un número reducido de ejemplares, pero en octubre de 2012 le sucedió algo fuera de lo común por culpa de la intervención humana: tenía que rescatar un montón de perezosos en una zona de bosque que estaban talando cerca de Paramaribo. Y ella, que como mucho había tenido cinco o seis al mismo tiempo...
Aquello fue el caos, llegando a acoger temporalmente hasta doscientos perezosos en dos meses, coincidiendo con hasta cincuenta animales en un mismo día.
Si contamos con que suelen ser unos animales bastante solitarios podemos imaginarnos algunas escenas. Por una parte peleas de machos, hembras en celo y algún parto que otro. Y, por otra, perezosos colgando de todos los árboles, los palos de las cortinas y de cualquier lado que pillaran ¡Menos mal que son silenciosos!
Para más inri entre los rescatados había perezosos de otra rama (de otra rama familiar, no del árbol): los perezosos de dos garras. Estos son menos sibaritas a la hora de comer, ya que su cuidadora podía comprar su comida en el mercado, pero tienen la particularidad de hacer vida de noche, al contrario de los perezosos de tres garras, que hacen vida de día.
Así que Monique se tuvo que transformar en vampira por unas semanas y trasnochar para vigilar a los animales, aunque contó con la colaboración de voluntarios que ayudaban a dar el biberón a las crías. Eso sí, todo transcurrió sin ningún zarpazo ni agresividad por parte de los perezosos hacia ella, a pesar de que su garras den un poco de miedo.
Ningún perezoso joven ha vuelto a morir desde la primera experiencia traumática de la tenaz cuidadora y todos han sido devueltos a la naturaleza con la mayor celeridad posible, ya que necesitan regresar a su hábitat salvaje cuanto antes.
Un mirador científico
Además de la rama solidaria, otro aspecto positivo del refugio que ha construido en su jardín es que se puede investigar acerca del comportamiento de los perezosos. Ella misma recoge muestras de sangre o excrementos para que sean analizados por expertos.
En parte gracias a su trabajo en estos últimos años han aparecido muchos estudios sobre el comportamiento de estos simpáticos animales. Por ejemplo, que defecan debajo de los árboles para que las polillas que viven en su piel desoven en sus heces, pese al peligro que les conlleva estar ahí abajo por su lentitud al desplazarse, lo que les cuesta ser cazados en muchas ocasiones. Ahora entendemos mejor por qué les compensa gastar un 8% de su energía en “ir al baño”.
También se cree las algas verdosas que crecen en su piel pueden servir como alimento extra y son estimuladas por las mariposas nocturnas, según un estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison. Por cierto, pese al nombre, 'sólo' duermen 9 o 10 horas al día, mientras que los koalas llegan a dormir 14 o 15. Ya ves que la fama no siempre se corresponde con la realidad.
La cosa va tan bien que al final Monique va a tener a partir del mes de junio un nuevo centro para cuidar de perezosos en Surinam. Mira cómo sonríe el vaguete este al saberlo