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LAS ESTRATEGIAS DE LOS CIENTÍFICOS
Los sicilianos conviven con una montaña que escupe fuego, el Etna. La mayor isla de Hawái tiene cinco volcanes e Islandia cuenta con 30 sistemas volcánicos. Cuando estos gigantes entran en erupción ya no hay vuelta atrás: las poblaciones cercanas deben ser evacuadas.
No obstante, algunos valientes no se conforman con mirar y hacen lo que pueden para detener el avance de la lava.
En 1935, precisamente en Hawái, intentaron bombardear una colada de magma procedente del volcán Mauna Loa. La idea se le ocurrió al director del Observatorio Volcanológico de las islas, Thomas Jaggar, que pretendía hacer agujeros en las coladas para enfriarla al contacto con el aire. El magma frenó, pero no a causa de las bombas, sino porque el Mauna Loa cesó en su actividad.
En los años 70, fueron los ciudadanos de la isla Haimey (Islandia) los que combatieron a la roca fundida del volcán Eldfell, esta vez con agua marina helada. Emplearon 6.800 millones de litros, pero al final consiguieron frenar su avance. Los expertos aseguran que tuvieron suerte de que la lava fuera especialmente lenta.
En Sicilia son casi expertos en esto de parar el magma. En 1669, los pobladores de Catania se armaron de picos y palas para excavar una enorme brecha que frenó el fluido, al menos momentáneamente. En 1893, otros habitantes de la isla construyeron muros de roca y cenizas.
Aunque las medidas funcionaron en cierto grado, también la suerte tuvo algo que ver. Todas las erupciones se ralentizaron justo después de la puesta en marcha de los arriesgados planes. Según los geólogos, si el volcán es especialmente agresivo ningún muro, bomba o hidroavión puede frenar la lava.