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La crisis ha espoleado que desconocidos se alíen para ahorrar costes
Dos desconocidos piden un taxi para ir al mismo sitio, un aeropuerto por ejemplo, a la vez. Lo han reservado previamente desde sus teléfonos inteligentes a través de JoinUp Taxi, una aplicación que permite compartir la carrera y ahorrar. Una vez reservado, el sistema localiza a los usuarios que se encuentran a unas tres o cuatro manzanas de distancia y que quieren desplazarse al mismo lugar.
La empresa arrancó esta actividad a finales de 2012 en Barcelona, y desde entonces le han seguido Sabadell, San Sebastián y Madrid, donde 250 taxistas se han sumado a este servicio inteligente.
La iniciativa forma parte de la tendencia hacia el consumo colaborativo, una nueva economía en ciernes que cambia la propiedad por el intercambio de bienes y servicios, acelerada por la crisis porque permite ahorrar.
Trayectos en coche, casas de vacaciones, ropa, huertas para cultivo e incluso préstamos bancarios que prescindan de los bancos son algunos de los sectores que se suben a esta nueva economía donde "gracias a la tecnología se promueve la confianza entre desconocidos, resulta más barato y la ecología sale beneficiada porque se consumen menos recursos", comenta Albert Cañigueral, ingeniero multimedia y autor del blog consumocolaborativo que se ha convertido en una referencia en el tema.
Según este experto, más de 200 empresas forman parte de esta revolución en el modelo de consumo, "aunque hay muchas más, pero todavía es una economía invisible".
¿Alternativa real?
Estas compañías funcionan como plataformas online que hacen de intermediarios entre personas que no se conocen. Amovens es una de las pioneras en España en poner en contacto a conductores y viajeros a través de su web para realizar trayectos en coche entre 73.000 puntos. Para una ruta entre Madrid y Barcelona, el conductor puede ahorrar hasta 84 euros, mientras el viajero paga por su asiento una media de 28 euros. El auge de este nuevo tipo de movilidad en Europa ha hecho desembarcar en España a la francesa Blablacar, que ofrece el mismo servicio desde 2010.
Aunque la crisis haya sido el revulsivo de esta nueva tendencia, "una vez que se ha probado, la gente quiere repetir. La experiencia es satisfactoria en el 99% de los casos", comenta Jean-Noel Saunier, cofundador de Mytwinplace, una plataforma de intercambio de casas para vacaciones. Los usuarios pueden acceder al repertorio de viviendas de forma gratuita, y pagan 120 euros una vez elegida la morada, en concepto de seguros especiales.
La alimentación ecológica también se está subiendo al tren del intercambio. La web huertos compartidos pone en contacto a personas que quieren disponer de tierra para cultivar y a propietarios de fincas que ofrecen sus terrenos a cambio de compartir la cosecha. El consumo colaborativo ha llegado hasta el préstamo de dinero para eludir el circuito de los bancos. O la web comunitae propone nada menos que "préstamos personales entre gente de confianza".
De proliferar inciativas como estas, el impacto en ahorro de recursos puede acabar siendo considerable.