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LOS FURTIVOS YA HAN DIEZMADO OTRAS ESPECIES
Un total de 50 ejemplares era todo lo que quedaba en 1996 de las jirafas de África occidental, tras desaparecer lentamente de otros lugares del planeta. Un estudio realizado en 2006 certificó que ese pequeño puñado de cuellos largos y manchas rojizas era la última muestra de la jirafa nigeriana, su nombre de pila. “Si las perdemos, significará la desaparición efectiva de la especie peralta”, comentaba entonces un investigador sobre esta subespecie, la más amenazada de África.
La caza furtiva, el avance de la agricultura y que se la considerara poco útil más allá de utilizar su piel para fabricar tambores o zapatos, empujaron lentamente a este animal fuera de Nigeria hasta la sabana de Koure, en la vecina Níger. Ahí es donde se ha ido recuperando lentamente de la mano del turismo hasta alcanzar 366 ejemplares en 2012, un 18% más que en 2011, según las cifras publicadas la semana pasada por la Asociación para la Salvaguarda de las Jirafas de Níger, con sede en Francia, a muchos kilómetros de distancia. De estos ejemplares, 177 son machos y 189 hembras.
Níger aprobó nuevas leyes en 1998 prohibiendo la caza furtiva. Matar una jirafa puede acarrear hasta cinco años de cárcel y una cuantiosa multa. La medida llegó después de que las autoridades quisieran aprovechar el reclamo turístico de la última población de jirafas de África occidental.
Aunque para los habitantes de los alrededores de Koure estos animales siguen teniendo escaso interés -no se pueden cazar y tampoco son domesticables-, las organizaciones que trabajan para proteger la especie han logrado reducir las talas de los árboles que les sirven de alimento y refugio, a cambio de pequeños préstamos que diversifiquen la actividad agrícola de la zona.
La Asociación para la Salvaguarda de las Jirafas de Níger, en colaboración con el zoo galo de Doué-la-Fontaine, financia proyectos en las comunidades de la región con los que se han construido pozos de agua potable en varios pueblos, molinos de semillas y abonos para la agricultura. En estos programas, las mujeres reciben préstamos sin intereses para montar pequeños comercios.
La progresiva desaparición de depredadores naturales también ha ayudado a que la población de estas jirafas crezca un 12% desde 1996. Eso y la amenaza de cárcel a los cazadores furtivos, que han diezmado la población de leones y leopardos de la zona.
Pese a los avances, esta especie sufre ahora el rápido avance del desierto y el imparable crecimiento de la agricultura. Esta pérdida de su hábitat está empujando a la jirafa nigeriana de nuevo hacia Nigeria, exponiéndose otra vez a la caza furtiva.