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SE DESPLEGARÁ CERCA DE HAWAII
En 2010 la humanidad vertió a los océanos unos ocho millones de toneladas de plástico. La situación empeorará con los años: los mismos científicos que han estimado esta alarmante cifra prevén que en 2015 la cantidad sea de nueve millones de toneladas y en 2025 de 16 millones.
Uno de los pasos básicos para acabar con este grave problema de contaminación es mejorar los sistemas de gestión de residuos y reducir el uso de este material. Sin embargo, esto no borraría de un plumazo el pasado: la ingente cantidad de plástico que ya hemos arrojado a las aguas no solo flota sobre ellas, sino que provoca la disolución de los químicos y acaba en el organismo de muchos animales y plantas.
El proyecto 'The Ocean Cleanup' plantea una solución paralela que en parte podría dar marcha atrás y cambiar las catastróficas previsiones. El joven CEO de la organización, el ingeniero holandés Boyan Slat, anunciaba hace tres años que había diseñado el primer sistema para recoger los desechos del mar.
Si alguien dudaba de que un chico de 20 años pudiera llevar a cabo semejante labor, Slat acaba de despejar las dudas: después de una campaña de ‘crowfunding’ y un premio de Naciones Unidas, ya ha probado la viabilidad de su idea con un modelo en tres dimensiones y ahora quiere comprobar la verdadera dimensión del problema que trata de solucionar. Lo hará, según dice, a bordo de cincuenta barcos que zarparán este verano en una expedición por el Pacífico, desde las costas de Hawaii a California.
Según explica en una charla de TED, su objetivo es utilizar los cinco grandes giros -las corrientes generales que dominan los océanos de todo el mundo- para limpiar las aguas. Con este fin, ha diseñado una enorme estructura compuesta por una barrera flotante de unos mil kilómetros de largo en forma de uve.
Su intención es colocar varios de estos armazones en distintos puntos del globo, para que los plásticos queden retenidos y sean recolectados. Slat asegura que con su método podrían limpiarse los océanos en unos cinco años sin perjudicar a los ecosistemas marinos.
El holandés realizará la prueba definitiva en 2016, cuando planea colocar una barrera de dos kilómetros cerca de la isla de Tsushima (situada entre Japón y Corea del Norte) a cuyas costas llegan unos 30.000 metros cúbicos de basura al año.
Sin embargo, algunos biólogos, oceanógrafos e ingenieros especializados en infraestructuras marinas no confían en que el proyecto sea factible. En primer lugar, las barreras diseñadas por Slat solo pueden recoger los desechos que flotan en la superficie y a unos pocos metros de profundidad.
El holandés se ha basado en los resultados de un estudio en el que analizó, junto con otros científicos, la columna de agua del Atlántico, donde encontraron que la cantidad de plásticos disminuía exponencialmente a partir de los tres metros. No obstante, algunos científicos aluden a que las diferentes capas se mezclan hasta los 100 metros de profundidad.
Otros, como Stiv Wilson, director de la ONG 5Giros, le han puesto pegas al tamaño de las piezas de plástico que podrán retener estas estructuras, estimado en unos dos centímetros, porque no servirían para partículas microscópicas. Advierten además que el sistema alteraría la vida de la comunidad flotante de fitoplancton y zooplancton, unos microorganismos que necesitan mantenerse en la superficie del océano para alimentarse.
Por último, ¿qué pasará con todos los residuos plásticos que recojan? Si su destino es volver al continente para que sean reciclados, como ha indicado Slat, corren el riesgo de acabar en el mismo lugar de origen: el mar.
Nadie niega que a los océanos les hace falta una limpieza general, pero hay quien asegura que la única solución al problema pasa por tomar medidas en tierra firme.