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ELLOS QUEMAN MÁS HIDRATOS QUE ELLAS
Para correr los 42.195 metros de la maratón sin reventar es aconsejable mantener un ritmo constante que no empuje al cuerpo fuera del límite de la resistencia. Todos los que han corrido la distancia reina saben que un error de cálculo al principio de la prueba te lleva al infierno de un final agónico.
Manejar cambios de ritmo brutales según la estrategia rival está al alcance sólo de profesionales. Para el resto es una competición donde hay que atinar la distancia y el ritmo con nuestros límites de gasolina
El estudio del departamento de Psicología y Ciencias de la Salud de la Universidad americana establece dos criterios de análisis, el físico y el psicológico, al respecto de cómo corren la prueba hombres y mujeres.
Casi 3.000 corredores (42% de mujeres) en 14 maratones distintas aportaron los datos necesarios para el análisis, que confirma lo que precedentes y observaciones anecdóticas anteriores sugerían: los hombres tienden a desacelerar el ritmo conforme acaba la prueba en mayor medida que las mujeres.
Durante el estudio se realizó una toma de tiempos a mitad de carrera, donde se establecen los ritmos de las dos mitades y se comparan según sexos. El dato es significativo: los hombres corrían la segunda mitad del recorrido del maratón un 16% más lento que la primera, mientras que las mujeres no llegaban al 12%. Pero eso no es todo: en los corredores más lentos (los que desaceleran más de un 30%) el abismo es aún mayor: 14% de desaceleración hombres frente solo el 5% de mujeres. ¿Por qué pasa esto?
El estudio sugiere los posibles motivos a partir de una explicación sencilla y mayoritariamente fisiológica: durante el ejercicio intenso, el cuerpo del hombre quema más hidratos de carbono que el de la mujer, que tira más de grasas. Como el cuerpo está diseñado para almacenar más grasa que hidratos, el hombre llega antes al límite de su energía y la cuesta abajo es inevitable.
La parte psicológica del estudio también señala que la estrategia de partida del hombre suele ser mucho más arriesgada, confiando en mantener ritmos mayores de los que puede soportar. Esto no es intrínsecamente malo pues mejora los tiempos si el cálculo no es desorbitado al llevar siempre al límite al organismo, pero en detrimento del ritmo final de carrera.
Frente a la explosividad del hombre el cuerpo de mujer ofrece un ritmo más ajustado a sus posibilidades y a las de la distancia.