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DESDE EL CARACOL GIGANTE HASTA EL VISÓN AMERICANO
La globalización es el mayor peligro para la biodiversidad de ecosistemas autóctonos. La movilidad y los descuidos del hombre han ocasionado más daño que cualquier técnica transgénica controlada. En España hay más de 1.400 especies invasoras, más de 11.000 en toda Europa. La mayoría se hacen fuertes por su agresividad hasta alterar y transformar el entorno a su medida.
La inclusión de estas especies en el catálogo nacional de especies exóticas invasoras prohíbe la posesión, el tráfico y el comercio con estos animales. Pero como en todas las leyes hay lagunas y excepciones que las hacen inútiles: se pueden manipular por razones de salud, investigación o cuando supongan un recurso para la agricultura o alimentación. Es decir, el control es prácticamente imposible.
Caracol Gigante
Julio de 2009. En las inmediaciones de la L'Aldea, un municipio de la comarca catalana del Bajo Ebro, una comercializadora de especies exóticas deja escapar inconscientemente de sus acuarios unos caracoles gigantes de origen sudamericano. No parecía un problema grave. Cuatro años más tarde ya había más de cinco millones de ejemplares por la zona y toda la cosecha de arroz del delta del Ebro estaba en peligro por aquel descuido.
La única forma de atajar el desarrollo del molusco es anegando los campos de arroz de agua salada y esperar a que la salinización acabe con ellos. Tras un permiso de la Unión Europea por lo agresivo de la técnica hace dos temporadas se inundaron más de 2.500 hectáreas, pero ni con esas. Las crías han demostrado sobrevivir a condiciones salinas extremas.
A pesar de las terribles consecuencias, la causa contra la empresa ha sido archivada por prescripción en la denuncia y falta de pruebas. Algunos agricultores sospechan también del sabotaje. Cualquier desalmado puede soltar un caracol y arruinar a toda una comarca.
El caracol manzana (Pomácea canaliculata o Pomácea insulatum), es una de las especies invasoras catalogadas como más peligrosas para la diversidad de nuestro territorio. Pero no solo eso, es capaz de transmitir al hombre enfermedades como la meningitis. Utilizado para decoración de acuarios por su gran belleza y colorido, está considerada una de las 100 especies más dañinas del mundo por la UICN.
Su concha puede alcanzar los 15 centímetros de diámetro y vivir hasta una semana fuera del agua, lo cual favorece su reproducción (300 huevos por caracol y puesta) y facilita la saciedad de su gran apetito. Debido a su tamaño esquilma los tallos de las plantas de arroz justo cuando están creciendo.
Solo diez caracoles pueden acabar con una parcela del tamaño de un campo de fútbol, y no necesitan mucho tiempo.
Avispas Asesinas
Verano de 2004. Un enorme barco maderero remonta el río Garona hasta el bonito puerto de Burdeos, Francia. Tras un larguísimo viaje desde China el flete es descargado. Madera fresca, noble y de importación con un pequeño problema: alguien se había olvidado en origen del obligatorio tratamiento insecticida. El agradecido polizonte de un solo barco aprovechó el descuido para reproducirse y colonizar todo el país.
La ‘vespa velutina’ o avispa asesina se extendió rápidamente por toda Francia, hasta llegar a los Pirineos... Y los pasó.
Primero el País Vasco, luego Navarra, Cataluña, Aragón... y ahora hasta Galicia. La avispa asesina provoca el pánico allá donde anida, un pánico no del todo merecido eso sí.
La avispa (de hasta 4 centímetros) no ataca a los humanos ni es más violenta que las autóctonas. Lo que las convierte en asesinas y en un peligro para la biodiversidad es su voracidad por las abejas melíferas y su incapacidad para defenderse. Les acechan cuando estas vuelven de recolectar polen, les cortan la cabeza con sus garras gigantes y se las comen.
Este comportamiento es normal en territorio asiático, pero allí las melíferas han desarrollado un sistema de defensa curioso que evita el exterminio: las ahogan por sobrecalentamiento. Un grupo de abejas rodea al invasor hasta que su temperatura sube a los 45 grados y mueren por asfixia.
La peste verde
1984. Un operario del acuario de Mónaco en labores de mantenimiento vacía en el mar un pequeño frasco de agua proveniente de uno de los vasos tropicales de las instalaciones. El agua estaba aparentemente limpia. Aparentemente.
Veinte años más tarde la costa azul, la de Sicilia, Córcega, la balear.. aparecen infestadas de Caulerpa taxifolia o Alga asesina. Una pequeña alga que había en aquel frasco y que aprovechó la calidez del Mediterráneo para multiplicarse. El alga es tremendamente bella, muy verde y ramificada, recuerda a las coníferas. Su belleza en el acuario se convierte en peligro para el mar adoptado.
La Caulerpa o ‘peste verde’ desplaza a las especies nativas mediterráneas, como la Posidonia oceánica, y esquilma y contamina químicamente el terreno del que se apropia, rompiendo el frágil ecosistema marino. Al acabar con la Posidonia acaba también con la fauna que se alimentaba de ella. Sus brotes liberan también ciertas toxinas que la hacen poco atractivas para los peces (y humanos) facilitando su expansión. Aún así, se han documentado algunas intoxicaciones en hombres por la curiosidad natural de algunos peces comestibles que la probaron.
Los estudios de la invasión de la ‘peste verde’ han demostrado que la especie se ha hecho fuerte por los cambios genéticos experimentados en los acuarios. La luz ultravioleta y los productos utilizados para su estabilización han dotado de mayor vigorosidad y gigantismo a la especie original de aguas tropicales y que no ha encontrado barreras naturales para su rápida expansión.
Cangrejo americano
No siempre la introducción de una especie invasora es fruto de un descuido o accidente. El caso de cangrejo americano fue una acción controlada por una antigua institución a la que se presuponía preparada y con conocimiento suficiente en la conservación de la biodiversidad: el ICONA.
En los años '70 el consumo de cangrejo se popularizó más allá de la oferta que ofrecían los ríos españoles. El Instituto para la Conservación de la Naturaleza propuso y apoyó la importación y cría de la especie americana en aguas españolas. En 1973 se introdujeron cangrejos procedentes de Nueva Orleans en las marismas del Guadalquivir tras una exitosa prueba en los arrozales de Badajoz. Como el cangrejo autóctono (Austropotamobius pallipes) había casi desaparecido de las zonas elegidas nunca se consideró una amenaza esta invasión controlada.
El éxito fue inmediato y descontrolado. Los vecinos compraban cangrejo americano en las lonjas para hacer ‘a su manera’ sus propias repoblaciones en arrozales de su propiedad. Así el cangrejo ‘voló’ por toda la cuenca del Guadiana y Guadalquivir, Valencia, Delta del Ebro, e incluso Portugal, entrando en competencia con cangrejos de la zona donde la especie autóctona todavía conservaba su reinado.
La voracidad del cangrejo y su alta densidad reproductiva crea perturbaciones irreversibles en su entorno. La diversidad en la cadena trófica de la marisma ibérica se ha simplificado: donde antes había mil recursos alimenticios para aves y peces ahora se resume en lo que necesita comer el cangrejo, el cangrejo propiamente dicho y las aves que comen ese cangrejo.
El cangrejo americano es un excavador nato, más que el autóctono, llegando a destrozar cultivos e incluso cambiando el curso de algunas aguas. También es vector de algún virus y del hongo Aphanomyces astaci, que acaba con los cangrejos autóctonos. Su erradicación es ya imposible.
Visón americano
La elitista industria peletera es la culpable de la introducción de este mamífero carnívoro de la familia de los mustélidos en Europa y toda Sudamérica durante los 'locos' años '20. Lo que en un principio fue una explotación controlada de un animal de granja se convirtió en una invasión por sueltas de grupos ecologistas y escapes de animales no domesticados.
El visón ocasiona un daño irreparable en la especie autóctona. Es más grande, más violento, tiene una camada más numerosa y es portador del Parvovirus de la Enfermedad Aleutiana (ADV), una patología incurable que acaba con su primo europeo, que sale muy desfavorecido en las comparaciones.
¿Por qué el visón americano es una plaga en Europa y no en su territorio original? En Estados Unidos y Canadá tiene depredadores naturales que controlan su crecimiento. Los halcones, el coyote, el búho real e incluso los caimanes mantienen a rajatabla el equilibrio de su población. Aquí no tiene tantos enemigos.
Para su control biológico se ha potenciado la recuperación de depredadores naturales autóctonos, como la nutria (Lutra lutra) y el turón (Mustela putorius) y se han diseñado iniciativas de erradicación con trampeo o caza autorizada. Pero el principal problema para luchar contra su invasión es de concienciación pública: el visón no tiene la imagen de la avispa asesina o la peste verde, es más, su ‘liberación’ es parte de la lucha de falsos grupos ecologistas contrarios a la industrias peleteras que no miden las consecuencias de sus acciones.
Todo el visón americano naturalizado en el sistema central corresponde a una suelta de una granja de Segovia en los años '50. En 2001, más de 13.000 ejemplares fueron ‘liberados’ en Puebla de Valverde (Teruel), tirando por tierra todos los planes diseñados para su control de los últimos 30 años.