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HOME MICROBIOME PROJECT
¿Solo en casa? Jamás. En cada morada habitan millones de bacterias microscópicas con las que los seres humanos interactuamos continuamente sin darnos cuenta, por ejemplo cada vez que encendemos o apagamos el interruptor de la luz, giramos el pomo de la puerta o cogemos las llaves.
Un pormenorizado estudio publicado el pasado agosto en la revista Science ha desvelado cuáles son los microbios que con más frecuencia invaden nuestros hogares, un dato importante si tenemos en cuenta que estas comunidades microbianas juegan un papel clave tanto para preservar la salud como en la transmisión de enfermedades.
"Ciertas bacterias pueden favorecer que un ratón gane peso, mientras otras condicionan el desarrollo del cerebro de los más pequeños" explica Jack Gilbert, microbiólogo del Laboratorio Nacional Argonne de Estados Unidos, que ha liderado el estudio. "Queremos saber de dónde vienen estos y otros microorganismos 'hogareños', ya que la gente cada vez pasa más tiempo en espacios cerrados", añade.
En concreto, el Proyecto del Microbioma Doméstico (Home Microbiome Project en inglés) se ha basado en el seguimiento a siete familias a lo largo de seis semanas, algunas de las cuales tenían animales domésticos (perros y gatos). Constantemente se recogían muestras de sus manos, de sus pies y del interior de la nariz para analizar la microbiota de los diferentes individuos y compararlas entre sí y con los microorganismos de la vivienda. También a diario se muestreaban los pomos de las puertas, los interruptores de la luz, el suelo y otros rincones del hogar.
El estudio reveló que se puede averiguar quién vive en una casa analizando las bacterias de sus muebles y enseres. A esto se suma que cuando una familia se muda a un nuevo hogar, la comunidad de microbios de la vivienda que ocupa cambia radicalmente en cuestión de días. Dicho de otro modo, nuestros microbios se mudan con nosotros y dejan una huella indiscutible allí donde vamos. Conocer este dato puede resultarle útil, por ejemplo, a los médicos forenses.
Hay dos objetos a los que Gilbert ha prestado especial atención: los teléfonos móviles y los zapatos. Ambos transfieren microbios del exterior al interior del hogar y, en el caso del teléfono, de unas personas a otras cada vez que cambian de manos. Sus estudios muestran que en los teléfonos móviles abundan células de la especie Mycoplasma (causante de neumonías), estreptococos (responsables de infecciones de la garganta, la piel y de meningitis), fusobacterias que causan enfermedades de las encías y faringitis, y cocobacilos, que transmiten la gonorrea entre otras patologías. La "colonia" que de los zapatos tiene una composición muy diferente: microbios de las familias Moraxellaceae, Sphingomonadaceae, Gammaproteobacteria y Actinomycetaes.
No es la primera vez que microbiólogos analizan los móviles en busca de microorganismos. Un reciente estudio de la Universidad de Oregón publicado en PeerJ identificó los microbios de los dedos pulgar e índice de 17 individuos y los comparó con los que había en las pantallas de sus smartphones. Y el resultado fue que hallaron las bacterias más comunes en humanos: Estreptococos, que se hallan normalmente en el boca, Estafilococos y Corynebacterias, más frecuentes en la piel, con una coincidencia microbiana entre los usuarios y sus dispositivos del 82%.
Curiosamente, las mujeres resultaron estar más conectadas microbiológicamente con sus teléfonos que los hombres. La conclusión más clara es que los teléfonos móviles reflejan el mundo microbiano de sus propietarios, por lo que podrían ser usados como sensores del estado de salud de los usuarios y de posibles amenazas microbiológicas o medioambientales.