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EN ESPAÑA ESTÁ PROHIBIDA; PERO YA SE VENDE EN EE UU
Al freír una patata, ésta produce un compuesto orgánico llamado acrilamida. Se genera a partir de los 120º y, aunque aparece en varios alimentos, su presencia es especialmente alta en las patatas fritas y en las chips. Esto lleva una década preocupando a las agencias alimentarias porque, según varios estudios, la acrilamida es cancerígena.
En 2005, la Organización Mundial de la Salud afirmó que “la presencia no intencional del contaminante acrilamida en ciertos alimentos podría ser perjudicial para la salud pública, pues se ha demostrado que la sustancia provoca cáncer en animales”.
Desde entonces, la industria alimentaria ha estado buscando una manera de reducir la presencia de este compuesto. La nueva patata transgénica, que se pondrá a la venta en Estados Unidos en los próximos días, es el mayor avance hasta la fecha. Además de oxidarse a un ritmo mucho más lento que las no modificadas genéticamente, genera mucha menos acrilamida cuando se la somete a altas temperaturas.
A diferencia de lo que ocurre con la mayor parte de los alimentos transgénicos, esta patata no contiene genes de otras especies. En vez de eso, los científicos han manipulado el ADN de la propia patata, “silenciando” determinados genes. Esta innovadora tecnología, patentada por sus desarrolladores, ha sido bautizada “Innate” (literalmente: Innato).
La nueva patata transgénica ha sido desarrollada por Simplot, una empresa fundada en Idaho en plena crisis de 29 por J. R. Simplot, entonces un chico de 14 años. Simplot se hizo millonario gracias a las patatas deshidratadas, que empezó a comercializar durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su auténtico golpe de suerte fue convertirse en el primer proveedor de patatas fritas de un pequeño restaurante con aspiraciones llamado McDonald’s. Todavía hoy es su mayor proveedor.
Hace tres semanas, la patata transgénica de Simplot consiguió la necesaria bendición de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) para su comercialización. Esto supone que, en base a muy exigentes controles, puede asegurarse que es segura para consumo humano.
Curiosamente, no es la primera vez que una patata transgénica logra el permiso para salir al mercado. Ya ocurrió en la década de los 90, cuando la gran corporación Monsanto diseñó una patata capaz de resistir a un determinado tipo de escarabajo que estaba arrasando las cosechas en el Estado de Colorado. La oposición de los consumidores, sin embargo, hizo que la iniciativa fracasara, y la patata de Monsanto acabó siendo retirada.
¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Por el momento, los sectores ecologistas ya se han opuesto a su comercialización. Además, grupos de consumidores insisten, y lleva décadas haciéndolo, en que todos los alimentos transgénicos sean etiquetados como tales.
Sea como sea, en Europa esta patata no verá la luz. Al menos, no en un corto plazo. En lo que a transgénicos se refiere, Estados Unidos es nuestro campo de pruebas. Si la patata transgénica acaba asentándose comercialmente en América, si convence a consumidores y logra penetrar en el mercado de las franquicias internacionales de comida rápida, quizá, dentro de una o dos décadas, podamos probarlas por aquí. Y, como ocurre en otros sectores, Europa acabará comiendo lo que Estados Unidos patente.