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ESPECIAL PRECAUCIÓN PARA LOS ANIMALES
Pese a su apodo, a las orugas procesionarias (‘Thaumetopoea pityocampa’) no les hace falta ninguna imagen religiosa: se pasean en fila india por puro instinto. Desde hace unas semanas, también lo hacen por las calles de la ciudad, ante el recelo de los vecinos que denuncian la invasión a las autoridades.
Se cuentan por miles los gusanos que marchan en formación recorriendo distintas zonas verdes de la capital: plazas del distrito de Fuencarral, la avenida de los Caprichos (en la Latina), espacios arbolados de Tetuán, los alrededores de Moncloa y en algunas localizaciones cercanas a Avenida de América, entre otros emplazamientos donde han sido avistadas.
Los pelos urticantes que las recubren acaban flotando en el aire y suponen un riesgo importante sobre todo para niños y mascotas. El contacto con la toxina (thaumotopina) que contiene puede provocar desde reacciones cutáneas a irritación en ojos, boca y bronquios, pasando por anafilaxia en personas alérgicas.
De septiembre a marzo, las orugas (en realidad larvas) permanecen en sus nidos encaramados en las copas de pinos, cedros y abetos, hasta que llega abril. Entonces, caen a tierra firme para iniciar su particular procesión. El objetivo del paseo en formación casi militar no es otro que enterrarse en el suelo para pasar al siguiente nivel de su metamorfosis: el de mariposa.