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USAN UN LENGUAJE SOFISTICADO
Los perritos de las praderas son unos extras imprescindibles de cualquier documental rodado en las praderas norteamericanas. Hasta hace poco eran considerados una plaga devastadora por la competencia con el ganado local, por lo que su población ha caído en picado. Actualmente, se les valora porque ayuda a regenerar la tierra donde habitan de manera más rápida.
También se les aprecia por poseer un lenguaje propio, el más sofisticado del reino animal, más que el de los delfines o algunos primates. Los resultados dejan claro que van más allá del puro instinto, dejando a un lado la polémica sobre si se puede considerar lenguaje la comunicación no humana.
El profesor Con Slobodchikoff ha estudiado durante tres décadas los sonidos de estos pequeños animales en Arizona, hasta que consiguió descifrar sus comunicaciones. Éstas van más allá de la simple alarma alertando de depredadores, ya que entran muchas veces en detalle.
Con una especie de chillido, un perrito de la pradera alerta del tipo y tamaño del depredador. Cada chillido tiene una modulación, un ritmo y una frecuencia diferentes, dependiendo del peligro que aceche. Cada miembro de la colonia tiene tonos diferentes, al igual que todas las voces humanas son distintas: lo único que no cambia es el lenguaje.
Sus llamadas de alarmas incluyen el nombre de la especie: coyote, humano, halcón,... Pero también más información descriptiva, incluyendo “adjetivos”, como el tamaño, el color y la dirección o la velocidad de la amenaza.
Todo en unos sonidos muy cortos y únicos, que luego han sido analizados con programas que los convierten en una imagen visual, que muestran armonías sutilmente diferentes.
Los experimentos de Slobodchikoff incluyeron amenazas desconocidas para un grupo de estos roedores, como tejones, comprobando que usaban “palabras nuevas” para los nuevos peligros.
También probaron con formas inanimadas como amenazas, con la intención de seguir comprobando cómo responden ante la novedad. Describían triángulos, cuadrados o círculos y cambiaban su lenguaje según la forma geométrica.
También aparecieron los humanos en el experimento y sus chillidos daban buena cuenta de si el que se acercaba era una persona, además de su tamaño (gorda o flaca) y el color de camiseta. Hicieron pruebas con distintos colores en distintos momentos y únicamente variaron la descripción del color.
Puedes ver el estudio completo en este interesante vídeo del investigador:
Una colonia de estos perritos, que tienen más que ver con la familia de las ardillas que con los perros, se organiza en una sociedad compleja que vive en unos inmensos túneles de alta ingeniería.
Los depredadores acechan por aire, tierra y en los propios túneles, por lo que esta es una de las causas probables de su gran evolución.
Estos animales también utilizan esa práctica tan común de conciertos o partidos de fútbol, la ola, para defenderse de depredadores. Uno la inicia estirándose hacia arriba y el resto de grupo la extiende, de forma que se pone a prueba el estado de alerta del grupo, según un estudio publicado en la revista 'Proceeding B'.
Esto es un complemento ideal al lenguaje. Un lenguaje que van aprendiendo conforme van creciendo, así que la charla no pare. ¡Ellos si que se merecen una ola!