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SU SIMILITUD CON UN TESTÍCULO LES HIZO GRACIA
Sin los gigantescos dinosaurios para expandir sus semillas a través de las heces, los aguacates estuvieron a punto de borrarse de la faz de la Tierra. Por suerte, el ser humano estuvo a la altura en esta ocasión (sin renunciar, eso sí, a hacer un chiste sobre genitales masculinos).
Si los nachos con guacamole se cuentan entre las delicias de la comida rápida (o no tan rápida) que te encanta degustar, o si eres un fanático de las ensaladas creativas que van más allá del tomate y la lechuga, seguro que eres un enamorado del aguacate, esa rica fruta de origen mexicano que españoles e ingleses se encargaron de llevar por todo el mundo.
Lo que probablemente no sabes acerca de este manjar verde oscuro es que estuvo a punto de desaparecer hace unos 13.000 millones de años. Concretamente, cuando los dinosaurios comenzaron a extinguirse, según explica la conservacionista Connie Barlow en su libro ‘Los fantasmas de la evolución: frutas sin sentido, compañeros fallidos y otros anacronismos ecológicos’.
A estas gigantescas criaturas -o al menos a las que vivían en América- les gustaban los aguacates si cabe más que a ti ya que, por su tamaño, era una de las pocas frutas que podían devorar sin quedarse igual que estaban. Además, la pasión de estos prodigios de la megafauna por el alimento de marras también era beneficiosa para el aguacate, que encontraba en las heces de los dinosaurios una forma perfecta de expandir sus semillas.
Por eso cuando la población de dinosaurios empezó a mermar, la fruta estuvo a punto de marcharse con ellos. Por fortuna, los humanos de entonces tomaron el relevo: prehistóricos granjeros aztecas se aficionaron a los aguacates por su alto valor energético, evitando su desaparición. De paso, les dieron un nombre de lo más curioso: 'ahuacatl', que significa “testículo”.
Nada que reprochar a los aztecas. Lo cierto es que el parecido es innegable.