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ENTREVISTA CON EL MICROBIÓLOGO GUILLERMO QUINDÓS ANDRÉS
Sin embargo, todo cambia, si el código genético está congelado a temperatura constante durante mucho tiempo y si estos seres vivos son microorganismos acelulares (virus) o unicelulares (bacterias). Hace muy poco tiempo se han conseguido rescatar en los hielos más puros y antiguos de la Tierra -la Antártida- virus y bacterias que llevaban dormidos más de ocho millones de años. Estos virus fueron despertados en laboratorio y consiguieron reanudar su actividad normal.
Para conseguirlo, los científicos de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey) tuvieron que seguir un estricto protocolo normalizado. Extrajeron grandes bloques de hielo a tres metros de profundidad en los glaciares del valle de Beacon de Tierra Victoria (Antártida) y sin romper la cadena del frío los llevaron a un laboratorio esterilizado donde los descongelaron con mucha lentitud y control. Las bacterias consiguieron despertar no sin dificultad, ya que sus cultivos tardaron más de 70 días en replicarse.
¿Sería posible que el cambio climático de origen antropogénico que estamos viviendo despertara de una forma natural virus y bacterias congeladas en un pasado lejano y estas reanudaran su actividad infecciosa en la fauna antártica o incluso en el hombre?
¿Podría una enfermedad desconocida mortal, ya superada por nuestra especie hace miles de años, volver a florecer gracias a los microorganismos de glaciares en deshielo y provocar a su vez una pandemia mundial?
La teoría, los ensayos de laboratorio y la ciencia documental dicen que esto es más factible que la novela de Crichton. En la práctica, parece muy complicado que las bacterias y virus descongelados supongan una amenaza seria para la salud pública por varios motivos.
Para comprender mejor los mecanismos de supervivencia, contagio e infección de virus y bacterias en condiciones extremas, nada mejor que preguntar a uno de los mejores microbiólogos de nuestro país, Guillermo Quindós Andrés ( @ernestoQA ), doctorado en Medicina y cirugía, Catedrático de Microbiología en la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco.
Tiene publicados más de 200 artículos originales, revisiones, capítulos de libros y libros en las áreas de Microbiología, Micología médicas y Enfermedades Infecciosas y es autor del blog Mikrobios.
Quindós Andrés parece tenerlo claro y nos da más datos sobre otros organismos recuperados del hielo.
“Los datos nos indican que sí es posible que un virus (bacteria, hongo, protozoo, etc.), que ha estado congelado miles de años pueda provocar una infección. Uno de estos virus, un virus gigante denominado Pithovirus sibericum, se replicó (multiplicó) en una ameba (Acanthamoeba) después de su obtención a partir de permafrost y de supuestamente haber permanecido congelado 30.000 años. Esta replicación causó la muerte del protozoo. Algo similar se ha observado con un virus de plantas. En menor escala, otros virus, como el de la gripe, permanecen congelados durante meses o años y pueden causar infección”, explica.
La clave de la posible infección está, en su opinión, en la metáfora llave-cerradura.
“La adaptación del huésped depende básicamente de la existencia de receptores en las células del huésped. Para que entre un virus en una célula, es necesaria una correlación llave-cerradura entre moléculas del virus (llave) y del huésped (cerradura). Estas moléculas son habitualmente proteínas. Hay virus que tiene una llave que es capaz de abrir muchas cerraduras de células procariotas (bacterias) y eucariotas (humanas, de otros animales, plantas, hongos, protozoos)", añade.
Otros únicamente tiene llave para especies muy concretas. Hay virus que sólo infectan a personas (virus de la viruela), otros sólo a animales (virus de la mixomatosis). Hay virus que pueden provocar enfermedad en animales y transmitirse al ser humano (gripe aviar, ébola)", apostilla.
La pregunta que surge es cuáles son las mayores dificultades desde el punto de vista de la microbiología para que la infección sea factible.
“La mayor dificultad es que el genoma del virus o el microbio esté íntegro. Esto no es difícil si está congelado. Luego hace falta una célula susceptible de ser infectada. Esto en el laboratorio es relativamente sencillo. En el medio ambiente hay factores, como la luz solar, otras radiaciones, temperatura, pH, etc. Que pueden destruir o modificar sensiblemente al virus o a su genoma y volverlo inviable o destruirlo completamente. Los virus necesitan una célula para replicarse. Son parásitos estrictos. Si no hay no hay célula el virus está muerto o latente y a expensas de cómo le pueda influir el ambiente al que esté expuesto”, responde Quindós Andrés.
Y si la infección de microorganismos descongelados es científicamente posible, por qué hasta ahora no han reaparecido enfermedades extintas en la fauna circumpolar.
“Puede haber varias explicaciones. Una es que los virus u otros agentes infecciosos sean destruidos por la acción físico-química del ambiente después de descongelarse. Otra es la masa crítica necesaria. Hace falta un número mínimo de animales o plantas susceptibles y las tierras circumpolares no están tan densamente pobladas como para facilitar la transmisión. Esta sería más fácil probablemente en peces, aves y menos en mamíferos, incluido el ser humano. Cuanto más lejos evolutivamente este el animal infectado de nosotros, el riesgo de que el virus salte entre especies y nos infecte es menor", afirma.
"Otra explicación podría ser que se hayan producido infecciones, leves o no tan leves, pero que hayan pasado desapercibidas. La mayoría de los virus patógenos causan cuadros leves y autolimitados por una eficaz defensa innata. Las células defensivas que se comen o fagocitan a los patógenos o microbios, proteínas que pueden neutralizarlos o facilitar su destrucción, etc. O por una defensa adaptativa. La que lleva a cabo el sistema inmune: linfocitos T y B, anticuerpos, etc...", considera el científico.
Así supone, por ejemplo, que algunos de estos virus o microbios prehistóricos "han ejercido un proceso de selección durante la evolución humana", por lo que es probable que si entramos en contacto con ellos, muchos de nosotros no seamos sensibles a estos o nos provoquen infecciones leves, como así detalla Quindós Andrés.
Siendo un poco malos. Si el procedimiento natural se ve harto difícil, ¿es factible que sea el hombre quien en un laboratorio facilite la llave-cerradura y recomponga un virus peligroso capaz de propagarse?
“Es posible o ‘casi’ posible. Lo mismo que se modifican virus para quitarles virulencia y crear vacunas, dos de las vacunas contra el ébola van por ese camino, se pueden modificar virus añadiendo genes que confieran mayor virulencia o agresividad", expone.
"De todas formas, hemos tenido hace poco una discusión en los medios científicos sobre la censura parcial que se ha ejercido sobre dos trabajos científicos con virus de la gripe. La censura estaba relacionada con la bioseguridad ya que se daban datos sobre genes potenciales de mayor virulencia. Esta discusión no está zanjada, porque mientras unos piensan que por motivo de seguridad no deben publicarse determinadas informaciones y conocimientos, otros pensamos que si no se publican, no se avanza en el desarrollo de fármacos y vacunas", opina el científico.
Resumiendo, teóricamente podría crearse una especie de Parque Jurásico vírico o microbiano, no necesariamente siberiano, pero utilizando virus, como el de la gripe, el ébola o la viruela, o bacterias como Bacillus anthracis o Yersinia pestis, a los que se puede manipular genéticamente para volverlos aún más dañinos. Está claro que son necesario medios humanos y de infraestructuras (laboratorios de bioseguridad 3 o 4, aparatos de amplificación y secuenciación, medios de cultivo y otros reactivos) muy preparados. Y plantearnos si todo es posible con el dinero adecuado (¡apareció la trama económica!).”
Parece pues que la resurrección de formas de vida primitiva congelada es factible en procesos naturales directos o indirectos (cambio climático antropogénico), lo que es realmente complicado (no imposible) es el contagio y la propagación de enfermedades ya superadas en el pasado.