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DESDE LOS CHIMPANCÉS HASTA LOS DE LABORATORIO
Estudiar a los animales desde una perspectiva humana, aplicándoles nuestras propias categorías e impregnando el análisis de empatía, no es la manera más correcta de aproximarse. Menos aún cuando se trata de extrapolar un asunto tan delicado como las enfermedades mentales, algo propio de las personas, al reino animal.
La escritora e historiadora científica Laurel Braitman escribió 'Animal Madness' para arrojar luz sobre los múltiples casos de animales que tienen síntomas de enfermedad mental (lo cuenta en esta charla de TED).
En su libro, el neurocirujano Phil Weinstein afirma que “las estructuras cerebrales subyacentes involucradas en las respuestas ante muchas situaciones no son tan diferentes como puede parecer”. Hablando más claro: el hardware básico neurológico es similar, por lo que las situaciones emocionales como el miedo se generan de forma parecida tanto en humanos como en animales con inteligencia avanzada e incluso en otros de inteligencia inferior.
Las respuestas humanas a la ansiedad se originan en las regiones subcorticales del cerebro, algo compartido por la mayoría de los vertebrados, aunque nosotros y los animales capaces de un pensamiento complejo somos los únicos que podemos dar una respuesta sofisticada a un problema.
Ante nuestros ojos creemos que muchos animales tienen síntomas de problemas mentales muy “nuestros”, pero esto va acompañado de evidencias de que realmente pueden sufrirlos. A su manera, obviamente, tal y como podemos comprobar con los siguientes ejemplos.
La tigresa con tics y las orcas encerradas
Sunita fue rescatada de la residencia de un hombre que coleccionaba tigres ilegalmente en pésimas condiciones. Cuando le detuvieron hallaron casi un centenar de cadáveres en un congelador.
En el santuario en el que fue acogida no conseguía adaptarse, a pesar de tener espacio suficiente. Tenía varios tics, entre ellos parpadear insistentemente y retorcer el hocico, probablemente provocado por el estrés. Este es un trastorno que comparte con el 10% de los escolares estadounidenses, según un artículo de Braitman en The Guardian y del que ha mejorado después de dos años en su nuevo hogar.
Estos animales cuentan con una gran inteligencia para desplazarse y cazar, para aprender de sus mayores e incluso para tener distintos lenguajes dependiendo del grupo.
Si se les priva de su libertad para organizar espectáculos para humanos alcanzan enormes niveles de estrés por el entrenamiento y el espacio reducido, tal y como comentamos en este enlace.
Autolesiones, TOC, depresiones y estrés postraumático
En los zoológicos o circos es en los lugares que se puede documentar este tipo de situaciones, aunque esto no quiere decir que en la vida salvaje no haya situaciones de estrés. Aunque hay que tener cuidado con estas historias y no pecar de antropomorfismo, metiéndonos en la mente del animal como humanos.
No obstante, está documentado cómo muchos animales en cautiverio, al no tener que gestionar las energías en la supervivencia o la caza, pueden cambiar sus comportamientos y realizar actos destructivos consigo mismos, como arrancarse pelo o autolesionarse.
La primatóloga Jane Goodall recogió en su libro 'Through a window' la historia de Flint, una chimpancé del Parque Nacional de Gombe (Tanzania) que quedó muy afectada por la muerte de su madre. Se apartó del grupo y se quedó durante días mirando al infinito, dejando de comer y debilitándose hasta morir. Goodall afirmó que sufría depresión.
Laboratorios, perros policía y autismo
En un estudio de 2011, publicado en 'PLOS One' los científicos encontraron signos de depresión y trastorno de estrés postraumático en chimpancés que habían sido usados en investigaciones de laboratorio, o habían quedado huérfanos, atrapados por trampas o formando parte del comercio ilegal.
Muchos perros que han sido utilizados como rastreadores de explosivos en guerras, como ayudantes en desastres naturales o tras atentados como el 11-S han sufrido una forma canina de estrés postraumático. Exactamente igual que los soldados traumatizados por la guerra, por lo que han sido tratados con medicamentos 'humanos' contra ataques de pánico y ansiedad. Y decimos 'humanos' entre comillas porque muchos de estos fármacos fueron probados en animales de laboratorio.
Los animales salvajes también sufren trastornos de comportamiento. El coyote Harry vivía en un parque nacional del estado de Wyoming, pero socialmente nunca logró adaptarse a los juegos ni a los roles de otros coyotes, en un caso que recoge Marc Bekoff, profesor emérito de Biología Evolutiva, en 'The Emotional Lives of Animals'.
Estar aislado puede también dejar marca genética en los genes de los animales. Una investigación demostró que los loros grises africanos que vivían solos sufrieron más daños en los telómeros de sus cromosomas que los que fueron alojados en parejas.
Los telómeros determinan la esperanza de vida y se deterioran y acortan con la edad y el estrés. Los loros de 8 años de edad que vivieron en soledad tenían los telómeros tan cortos como los de 23 años, según el estudio publicado en 'PLOS One'.
¿La esquizofrenia es solamente humana?
La esquizofrenia afecta a formas complejas de pensamiento, por lo que puede parecer exclusiva de los seres humanos. Pero un estudio publicado en 'Frontiers in Human Neuroscience' analizó genes que se cree que están asociados con la esquizofrenia y el autismo en 45 especies de mamíferos.
Si los genes hubieran cambiado más en los humanos que en otras especies esto hubiera implicado que los trastornos eran humanos, pero también lo han hecho en muchos primates y delfines.
Estos hallazgos, tal y como cuentan los investigadores a la 'BBC', no arrojan todavía mucha luz a nivel de conocer las conexiones de las enfermedades mentales, pero puede ser un gran paso para el futuro, tanto de conocimiento como de tratamiento. Porque parece que, citando el refranero español, estar “como una cabra” no es algo que pueda estar muy alejado de la realidad.