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LOS MICROPLÁSTICOS ENTRAN EN LA CADENA ALIMENTICIA
Toallitas húmedas, preservativos… y lentes de contacto. Las lentillas son otro de esos objetos que no debes tirar por el inodoro. Las razones, las mismas que para otros muchos desechos: contaminan de tal manera que suponen un gran peligro para el medioambiente y nuestra salud.
De acuerdo a un estudio de la Universidad Estatal de Arizona, al hacerlo contribuimos a contaminar las aguas con microplásticos. Estos tendrían un tamaño de alrededor de cinco milímetros y la apariencia de una semilla de sésamo. Si van al mar o a otras masas de agua (el Servicio Nacional Oceánico alerta sobre los encontrados en los Grandes Lagos), el riesgo para la vida marina es máximo.
Este estudio es pionero sobre el destino de las lentes de contacto tras su uso. Los científicos avisaban sobre su presencia en los mares después de entrevistar a 139 personas. Entre un 15 y un 20 % de los encuestados las tiraban por el retrete o por el lavabo. “Este es un número muy grande, ya que unos 45 millones de personas en Estados Unidos llevan lentes de contacto”, ha señalado Charlie Rolsky, uno de los autores del estudio. Aunque muchas se pueden utilizar en varias ocasiones, también existen modelos de un solo uso.
Si bien las aguas residuales pasan por filtros de tratamiento, el material flexible de las lentillas puede doblarse y cruzar estos filtros para acabar en océanos y lagos. Además de las encuestas, los científicos metieron lentillas en algunas de las bacterias que se usan para tratar dichas aguas residuales. Así, comprobaron que debilitaban el material, lo que podía llevar a la formación de microplásticos. Además, al ser un material transparente, son difíciles de ver en las áreas de tratamiento de las aguas. De acuerdo al equipo, solo en Estados Unidos cada año terminan en aguas residuales entre 6 y 10 toneladas de lentes de contacto.
Todo el ecosistema marino se perjudicaría con esto, especialmente las profundidades. La mayoría de lentillas son más densas que el agua, por lo que los microplásticos se hundirían hasta afectar a quienes vivan en las zonas más profundas. Al ser tragados, los microplásticos entran en una cadena alimenticia que a nosotros también nos puede afectar, si consumimos pescado que los comió.