Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
CUESTIÓN DE QUÍMICA
Las moscas de la fruta hembras producen una feromona que se queda impregnada en el exterior de su cuerpo. Por eso, si el insecto se cuela en una bebida, esta sustancia química puede cambiar el aroma y el sabor del líquido y hacer que se vuelva desagradable.
Cuando cae un bichito en la bebida, existen dos tipos de personas: están las que retiran cuidadosamente con los dedos el insecto y siguen bebiendo y las que renuncian por completo a su vaso y optan por un nuevo refrigerio. Un reciente estudio ha demostrado que, lejos de ser sólo un incordio, si ese bichito en concreto es una mosca hembra puede modificar el sabor y el olor de la bebida, por lo que es recomendable pensárselo dos veces antes de volver a dar un trago de la misma copa que ha tenido un inesperado visitante.
La causa es que las hembras de la mosca de la fruta (o ‘Drosophila melanogaster’por su nombre en latín) producen una feromona para atraer a los machos que es la que, al entrar en contacto con un líquido, puede contaminar el gusto original.
En la investigación realizada por la Universidad de Ciencias de la Agricultura en Suecia los científicos Peter Witzgall y Paul Becher, que consiguieron identificar y aislar esta sustancia química, observaron que podía ser la razón que explica el cambio de sabor del vino cuando una mosca cae en el líquido. Para comprobar la hipótesis, los investigadores contaron con un equipo de catadores de vino de Baden, una región alemana famosa por sus viñas.
Un sabor particular
En el experimento, los catadores tuvieron que degustar diferentes copas y examinar con cuidado su sabor. En algunos de los vasos se había introducido previamente una hembra o macho durante cinco minutos. Según los expertos, el vino que había estado en contacto con un ejemplar femenino tenía un sabor más fuerte y un aroma más intenso que el resto.
La prueba se repitió empleando una versión sintética de la feromona mezclada con otros líquidos como agua y vino blanco. Los resultados revelaron que si bien diez nanogramos de la sustancia artificial imitaban a la perfección el sabor que aportaba la mosca a la bebida, una cantidad equivalente a un nanogramo ya era suficiente para cambiar su gusto y hacerlo más “desagradable”.
Esto sugiere que incluso si se retira el insecto volador del vaso con rapidez, puede que el gusto del vino ya esté contaminado. De hecho, según los investigadores, el efecto es el mismo que si se deja que el insecto se hunda hasta el fondo del recipiente, ya que la feromona se encuentra en la parte más exterior de la superficie de su cuerpo.
Ahora bien, la investigación precisa que los humanos sólo podemos oler, y no saborear, la feromona. No obstante, nuestro sentido del gusto está estrechamente ligado con el del olfato, lo que explica por qué podemos notar la presencia de la sustancia química al beber del vaso.