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MUCHOS ANIMALES INTENTAN AGASAJAR A LAS HEMBRAS CON PRESENTES
No sólo los humanos intentan impresionar a sus parejas con presentes: desde los insectos hasta los homínidos, los regalos para conseguir aparearse son una constante. Aunque a veces tienen truco.
Un grupo de investigadores ha descubierto un comportamiento sexual entre cefalópodos que completa una conducta casi universal entre animales: el regalo nupcial. Desde humanos a insectos, la práctica de hacerle un regalo a la hembra para lograr aparearse es un comportamiento bien conocido. En el reino animal muchos machos ofrecen comida a sus parejas para seducirlas y los humanos aportan regalos mucho más sofisticados, ya sean anillos de brillantes o la promesa de fidelidad eterna.
El investigador Benjamin Wegener, de la Universidad Monash, en Australia, ha descubierto un comportamiento parecido a los mencionados, aunque a la vez distinto. Su estudio, publicado en Biology Letters, se centra en la reproducción de un pequeño cefalópodo conocido como Sepiadarium austrinum. Las parejas de esta especie se aparean cara a cara. El macho eyacula alcanzando la boca de la hembra y es ésta la que después pone en contacto los óvulos maduros con el esperma que conserva tras el pico para fecundarlos. Lo que Wegener y su equipo han descubierto es que la hembra se come parte del esperma del macho para obtener nutrientes, una práctica muy poco común y nunca vista entre cefalópodos.
El comportamiento entraña interés porque no ofrece una ventaja para los machos. Estos desean fecundar a la hembra y, si esta usa el esperma para otra cosa, en este caso para alimentarse, sus posibilidades de perpetuarse se reducen. De hecho Wegener apunta que esta puede ser una adaptación de la hembra para elegir la paternidad de sus crías. Por su parte, los machos podrían contrarrestar esta costumbre de la hembra, por ejemplo, eligiendo a las parejas en el clímax de su ciclo reproductivo, lo que da más probabilidades de fecundación.
Esta práctica es diferente a los llamados regalos nupciales que se observan en la naturaleza. De todos los animales, son los insectos los que han desarrollado regalos más sofisticados. Los machos de algunas especies añaden su regalo como parte de sus eyaculaciones. Por ejemplo, los fluidos reproductivos de algunos grillos tienen dos componentes básicos: semen y alimentos. Mientras el esperma hace su trabajo dentro de la hembra, ésta consume el alimento, un cóctel rico en proteínas, que queda en el exterior. En otras especies de grillos, los machos se dejan chupar un poco de sangre de la pata mientras se aparean, a forma de regalo nupcial.
En otras especies el regalo depende de lo cansado que esté el macho. La mosca escorpión, por ejemplo, suele escupir varias bolas de nutrientes a la hembra durante la cópula. Cuando el macho está extenuado o falto de nutrientes, cambia su regalo por una presa, según explican Sara Lewis, bióloga de la Universidad Tufts (EEUU) y otros investigadores en un comentario publicado en Current Biology.
Por lo general, macho y hembra intentan engañarse mutuamente con los regalos. Por ejemplo las hembras de mosca escorpión intentan devorar la presa y huir antes de que el macho se aparee con ellas. Los machos, si logran copular antes de que la hembra haya consumido la caza, intentarán recuperarla y comérsela ellos. Además, el propio regalo puede estar envenenado. Varios estudios han mostrado que los nutrientes que aportan varias especies a las hembras potencian la capacidad reproductiva a corto plazo, pero resultan dañinos a largo y reducen sus posibilidades de futuros apareamientos.
Estos intercambios de alimentos pueden ser entendidos como un dinero que los animales usan para lograr sus objetivos sexuales, según un estudio de Daniel Kruger, psicólogo de la Universidad de Michigan.
En los vertebrados, estos intercambios 'monetarios' no se limitan a una sola pareja. El alcaudón real, un ave que empala lagartijas, insectos y pequeños roedores usando las espinas de los árboles, es un claro ejemplo. Este ave suele ofrecer a su pareja presas empaladas, pero se reserva las más grandes para impresionar a otras hembras. Un estudio publicado en 2005 demostró que ese comportamiento asegura al alcaudón apareamientos con otras hembras además de con su pareja habitual. Y es que tanto en insectos como en aves, las hembras suelen preferir a aquellos machos que demuestran pericia a la hora de cazar y lograr sustento.
A veces, una simple piedra basta como moneda sexual. Esto pasa con los pingüinos adelaida, que viven en la Antártida. Las parejas fabrican sus nidos con guijarros para proteger los huevos del viento y el frío. En su búsqueda de piedras, las hembras se aparean con otros machos a cambio de nuevos guijarros, que usarán para fortalecer el nido que comparten con su pareja.
¿Y qué pasa con los homínidos? Los chimpancés regalan carne a las hembras sin aparentemente pedir nada a cambio. Pero un equipo que observó un grupo de chimpancés en Costa de Marfil durante un largo periodo de tiempo concluyó que los machos que regalan alimentos a las hembras tienen más probabilidad de acabar apareándose con ellas que los machos que regalan alimentos a las hembras tienen más probabilidad de acabar apareándose con ellas que los que no lo hacen.
En humanos, muchos comportamientos pueden entenderse como regalos nupciales o intercambios de monedas sexuales, incluido el más evidente: la prostitución, según Kruger. Su trabajo, publicado en Evolutionary Psychology, exploró el intercambio de “divisas reproductivas” entrevistando a un grupo de 475 estudiantes de universidad. Los resultados mostraban que los chicos reconocían con más frecuencia ofrecer regalos materiales para lograr sexo.
Entre las chicas, eran mayoría las que reconocían haber recibido ofertas materiales a cambio de sexo. Todos reconocían que ese tipo de intercambios se hacía, la mayor parte de las veces, con personas que no eran su pareja habitual. A pesar de la escasa representatividad del estudio, Kruger tomaba sus resultados como prueba de que entre humanos también existen comportamientos muy similares a los regalos nupciales que comparten muchos otros animales, ya sean más parecidos a los del pingüino o a los del alcaudón.