Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
Hay 17 hipótesis diferentes
Incluso el popular escritor británico Rudyard Kipling elucubró su propia hipótesis sobre por qué el pelaje de las cebras muestra esas características rayas. El literato sugirió en su colección de historias infantiles Los cuentos de así fue que adquirieron el estampado blanquinegro al permanecer durante largo tiempo bajo la sombra de las ramas de los árboles.
De tener algún fundamento científico, la simpática (y totalmente ficticia) idea de Kipling podría sumarse a la larga lista de más de una decena de teorías que intentan encontrar una razón de ser al dibujo que exhiben las primas africanas de los caballos.
Aunque sus argumentos son bastante variopintos, todas ellas giran, en general, en torno a cinco posibilidades: que se trate de un patrón de camuflaje, de una forma de advertir de su agresividad (las cebras muerden), de una especie de sistema de aire acondicionado para regular la temperatura de su organismo o de un mecanismo para ahuyentar a los insectos.
Desde hace poco, sin embargo, la extensa lista podría contar con una teoría menos. La bióloga sueca Susanne Åkesson y varios colegas de distintas universidades europeas refutan en un estudio recogido este mes en ‘Scientific Reports’ la hipótesis que apoya el papel de las rayas en la regulación de la temperatura corporal de estos animales.
Según esta idea, las rayas actuarían como un sistema de refrigeración que permitiría a las cebras soportar el clima africano. Al recibir la luz solar, las manchas de color negro se calentarían más que las blancas, calentando a su vez el aire sobre ellas.
La diferencia de temperatura entre las franjas claras y las oscuras produciría pequeños vórtices (remolinos) que actuarían como una especie de ventilador natural que mantendría su cuerpo fresco.
Los autores del nuevo trabajo simularon el efecto del estampado bicolor recubriendo varios depósitos de agua metálicos con pieles que lo imitaban, pero variando sus tonos entre blanco y negro, marrón y gris y solo blanco o solo negro. Después de colocarlos al sol, comprobaron que, como era de esperar, el más oscuro y el más claro alcanzaron la temperatura más alta y la más baja, respectivamente. Entre los otros, sin embargo, no detectaron diferencias.
¿Repelente para insectos o escondite?
Según indican Åkesson y sus colegas, tras su demostración, el número de teorías plausibles ha pasado de 18 a 17. Entre ellas figura la que la misma bióloga, junto con otros científicos, propuso en el 2012: en una investigación publicada en Journal of Experimental Biology sugerían que el abrigo rayado actúa como un repelente para bichos, pues no gusta a los tábanos y otros insectos ectoparásitos. Demostraron en el laboratorio que las moscas tse-tsé prefieren los animales de color oscuro a los claros.
Otra de las hipótesis que sobreviven, y quizá una de las más conocidas, defiende que el patrón del pelaje de las cebras les sirve para camuflarse de sus depredadores. Al permanecer de pie en la sabana, la deficiente vista de muchos cazadores confundiría sus manchas con la vegetación o con la apariencia de otros animales menos deseables, como las hienas.
Asimismo, otra de las teorías remanentes sugiere que, como muchas especies venenosas, las rayas de las cebras constituyen una señal de alerta que advierte sobre su peligrosidad. Aunque no disponen de ninguna sustancia tóxica, pueden llegar a atacar y morder a posibles enemigos. Al ver la señal de alerta, estos podrían cambiar de opinión y evitar un acercamiento del que podrían salir mal parados.
Pero, si tan útil es su blanquinegro pelaje para sobrevivir en la sabana, ¿por qué no hay ningún otro animal que comparta esta adaptación? Si bien todo indica que debe existir alguna razón evolutiva inherente a la ecología de las cebras, encontrarla no resulta nada fácil en la práctica, como tampoco hacer predicciones a partir de ella y conseguir que estas se cumplan en la realidad.
Para que te hagas una idea de las estrategias a las que deben recurrir los expertos para estudiar la cuestión, nada mejor que recordar la cruzada científica del investigador de la Universidad de California Tim Caro. Coautor de un estudio que desmiente la teoría del camuflaje, este biólogo pasó 20 años en Tanzania para hacer cientos de experimentos con el fin de testar todas las posibles hipótesis que se manejan, llegando incluso a vestirse él mismo de cebra para comprobar si a los insectos les gustaban o no las rayas.
Según asegura en su libro Zebra Stripes (rayas de cebra en español) y tal y como demuestra en otro de sus trabajos académicos, la única explicación avalada por sus observaciones y los datos es la relativa a los insectos y su aversión por los pelajes rayados.
Lamentablemente, no toda la comunidad científica coincide con él, ni tampoco con Åkesson. Hay quienes siguen viendo lagunas en sus investigaciones y creen que se necesitan nuevos estudios para descartar o confirmar definitivamente alguna de las hipótesis existentes (o alguna que esté por llegar).