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EXTINCIÓN HOLOCENO
Esa es la conclusión de Daniel Rothman, profesor de geofísica, tras analizar las cinco extinciones masivas en el planeta y compararlas con el estado actual de la Tierra.
A lo largo de la historia de la Tierra se han producido cinco eventos catalogados como extinciones masivas, aquellas en las que desaparecen sin descendencia un 10 % o más de las especies a lo largo de un año o bien un 50 % o más de las especies en un periodo entre uno y tres millones y medio de años.
La primera de las producidas en nuestro planeta ocurrió hace 440 millones de años, la extinción del Ordovícico-Silúrico y acabó con un 85% de la vida. No mucho después (en términos geológicos al menos), unos 80 millones de años después, se produjo la segunda: la extinción del Devónico-Carbonífero, que barrió el 82% de la biología. Entonces llegó la tercera, que parecía la vencida. Se la conoce como la extinción del Pérmico-Triásico y, 250 millones de años atrás, se llevó por delante al 96% de los seres vivos. Las últimas dos, las extinciones del Triásico-Jurásico y la del Cretácico-Terciario (que acabó con los dinosaurios entre otros), son las responsables de arrasar con 3/4 de la vida planetaria 210 y 65 millones de años atrás respectivamente.
En total cinco extinciones masivas en un lapso de 380 millones de años. ¿Estamos cerca de otra? Para Daniel Rothman, profesor de geofísica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), sí. Y su afirmación se basa en las interrupciones humanas en el ciclo del carbono. ¿Qué tiene que ver el carbono con esto? El carbono es un elemento crucial en los compuestos biológicos del planeta: entre el 45 y el 50% de la biomasa del planeta está compuesta por este elemento. Y esto se basa en un equilibrio muy preciso y resulta clave para la vida: la cantidad que se produce (por ejemplo por la vida vegetal) y la que se recicla (por ejemplo los océanos) necesita este balance de lo contrario el desequilibrio trae consecuencias con un efecto dominó que pueden resultar imparables.
Como parte del ciclo, el carbono se intercambia entre la atmósfera y los niveles superiores del océano. Demasiado carbono puede superar los “mecanismos de amortiguación” del océano y desequilibrar el ciclo. Y es que aquello de que el Amazonas es el pulmón del planeta, no es cierto: los pulmones son los océanos. De hecho las algas son responsables del 54% del oxígeno terrestre. Por eso es tan importante el ciclo del carbono.
En pocas palabras, este ciclo es como abrir el grifo de la bañera con el caudal justo para que el sumidero pueda llevarse el exceso y la bañera nunca se llene, aunque el agua fluya por siempre. Pero si abrimos más el grifo…
“Cada vez que ha habido un evento importante en la historia de la biología – explicaba Rothamn en una entrevista –, también se ha producido una perturbación importante del medio ambiente.”
De acuerdo con sus estudios, hay una cantidad limitada de carbono que se puede llevar a la atmósfera y a los océanos en un periodo de tiempo geológico, una vez alcanzado ese límite, llega el nivel de extinción masiva.
De acuerdo con sus cálculos, publicados en Sciencey en Proceedings of the National Academy of Sciences, el límite es de unas 300 gigatoneladas. Es decir, podemos abrir un poco más el grifo, pero si pasamos de estos 300, la bañera rebalsará y el agua inundará todo lo demás. Y las cifras indican que para 2100 agregaremos a los océanos 500 gigatoneladas. Mucho más del límite calculado por Rothamn. Y no es el único que habla de este sexto evento que ya ha sido bautizad como la extinción del Holoceno, una palabra que proviene del griego y significa todo lo reciente.
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