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INVESTIGAMOS SOBRE ELLO
Cada vez son más frecuentes los informes que destacan este vínculo, pero ¿qué hay de verdad detrás de ellos?
El primero de los estudios que habló sobre un posible vínculo entre hurgarse en la nariz y la enfermedad de Alzheimer (EA) se publicó en 1992. Si bien no era específico sí señalaba que "los análisis se limitaron a exposiciones ambientales que pudieran dañar el cerebro. Se encontró que la EA de aparición tardía se asociaba positivamente con el hambre/desnutrición y con hurgarse la nariz".
Hubo que esperar casi 30 años para que surgiera otro, realizado por la Universidad de Griffith ya más específico. En este caso se centraba en pruebas que demuestran que dañar el revestimiento de la nariz proporciona a las bacterias y los virus un camino claro hacia el cerebro, donde crean algunas de las patologías propias del Alzheimer. Y hurgarse y depilarse la nariz son dos formas sencillas de dañar ese revestimiento. ¿Cómo es posible esto?
Uno de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer es la presencia de péptidos beta amiloides o péptidos amiloides. Las personas con enfermedad de Alzheimer suelen tener una mayor acumulación de estos péptidos amiloides en las placas. Cuando infectamos el cerebro con bacterias, vemos una gran acumulación de la proteína del péptido amiloide alrededor del lugar donde se encuentran las bacterias.
Las bacterias y los virus pueden subir a través del nervio trigémino, en la región nasal, ingresa al tronco del encéfalo. Eso significa que dos regiones del cerebro donde aparecen algunos de los primeros síntomas del Alzheimer y la demencia en los humanos, la región olfativa y el tronco del encéfalo, son los lugares por donde también podrían ingresar los virus y bacterias que se relacionan con la acumulación de péptidos amiloides.
Y ahora se ha publicado un nuevo estudio que aporta nueva información al respecto. De acuerdo con los autores, la neumonía por clamidia (provocada por Chlamydia pneumoniae), puede viajar por la nariz y directamente al cerebro, donde puede provocar patologías similares a la enfermedad de Alzheimer.
Para llegar a esta conclusión, el equipo liderado por Gerald W. Münch de la Universidad de Sidney, infectó la nariz de ratones y luego buscaron si las bacterias habían viajado hasta el cerebro. "Descubrimos que muy rápidamente – señala el estudio -, en cuestión de días, las bacterias estaban en el cerebro, provocando una cascada de efectos que incluían cambios genéticos y proteicos como los que vemos en los humanos y que son signos reveladores de la aparición del Alzheimer y la demencia".
Hasta aquí todo parece indicar que sí, que hurgarse la nariz propiciaría la entrada de virus y bacterias que provocarían Alzheimer. Pero… "No creemos que sea una infección bacteriana puntual la que provoca estas patologías – añade el estudio -. Puede suceder lentamente a lo largo de la vida. Estas bacterias viven dentro de las células de la nariz y del nervio olfativo. Y creemos que podrían permanecer allí durante años, viviendo dentro de nuestros cerebros y causando pequeños daños con el tiempo, y eso podría ser lo que contribuye a la enfermedad de Alzheimer".
Aquí entonces es cuando comienzan las brechas. El estudio, y tampoco los anteriores, afirma en ningún momento que, por hurgarnos la nariz, contraerás Alzheimer". Más datos. Si bien hay estudios han encontrado una gran presencia de Chlamydia pneumoniae en personas con cerebros de Alzheimer, no se ha demostrado que sea la bacteria la causa de enfermedades neurodegenerativas.
Lo que sí podría ocurrir es que esta bacteria podría influir en el desarrollo del Alzheimer al extender el tiempo que el cerebro está en un estado proinflamatorio. A medida que el cerebro aumenta las respuestas inflamatorias para combatir la infección bacteriana, podría provocar un aumento de sustancias químicas llamadas superóxidos. Los superóxidos alteran el metabolismo de las células cerebrales, que luego pueden producir proteínas estructurales y funcionales anormales como la beta-amiloide y la tau, fibras que pueden enredarse y ralentizar la recuperación de la memoria.
El objetivo de estos estudios era determinar la probabilidad de que la intrusión repetida de la mucosa nasal permitiera a los agentes infecciosos llegar al cerebro a través del nervio olfatorio. En principio nada más. A eso hay que sumarle que solo se realizó en ratones, un animal que, si bien es un buen modelo para estudiar Alzheimer, como mínimo se necesitarían 3.000 veces más agentes infecciosos para dañar la mucosa olfativa en un humano.
Ninguno de los estudios ha analizado la capacidad del sistema inmunológico humano para responder a los agentes ambientales o aéreos que causan enfermedades. Y, finalmente, los autores no observaron a los ratones durante horas hasta que se hurgaron la nariz: el estudio implicó insertar suficientes bacterias en la nariz de los ratones para romper la mucosa nasal, que no es la forma en que los patógenos entran de forma natural.
Conclusión: se ha encontrado una relación entre hurgarse la nariz y el Alzheimer en ratones, pero queda mucho por saber y más aún por confirmar que los resultados pueden ser aplicados a humanos.