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TRANSPARENTA LOS TEJIDOS Y COLOREA HUESOS
En un mundo de apariencias a veces las cosas no son lo que aparentan. Si ves la fotografía de Iori Tomita verás a un joven japonés jugando con probetas y sustancias químicas, y quizá saques a relucir algún estereotipo sobre lo raritos que nos parecen los japoneses. Si te digo que se dedica a hacer cosas con cadáveres quizá te haría asentir pensando que, efectivamente, hay que ser rarito. O peligroso.
Pero ni Tomita es tan joven -tiene 30 años-, ni tiene nada que ver con esos adolescentes vergonzosos e histriónicos en los que caricaturizamos a sus compatriotas. Y sí, hace cosas con cadáveres, pero son cosas bonitas: crea luz con los huesos y articulaciones de animales, en un espectáculo de color sorprendente. En un mundo de apariencias la belleza puede esconderse incluso detrás de la muerte.
Su historia comenzó en 2006, cuando acabó sus estudios sobre Ciencias Marinas en la Universidad de Kitasato, una institución privada de Tokio. Allí aprendió algunos procesos químicos comunes en las enseñanzas vinculadas a la salud, como la diafanización o la transparentación, que consisten respectivamente en 'iluminar' con pigmentos los diferentes tejidos del cuerpo y en aclarar otros tejidos de forma progresiva.
Eso, que en el mundo científico se utiliza como forma de estudio corporal para detección de órganos, huesos o terminaciones nerviosas, fue lo que él puso en marcha y mejoró. A lo largo del tiempo ha simplificado el proceso y ha comercializado su trabajo: vende ejemplares de osamenta perfecta, coloreada, cada uno con un aspecto único, y siempre en tubos transparentes. Allí, flotando en la misma glicerina que usa para hacer transparentes las capas de piel que puedan quedar, silenciosos para siempre.
Tomita ha vendido desde entonces dos libros de fotografía, ha participado en varias exposiciones y unos cuantos ejemplares en las casi veinte tiendas que tiene por todo Japón a un precio que va desde los 15 y los 150 euros, y continúa su trabajo a través de su web y sus perfiles en Twitter y Facebook.
Allí, los largartos pueden ser azules, los peces de las profundidades conservar sus fauces en un tono arcoiris y los pájaros quedar suspendidos en el aire pese a no haber llegado a volar jamás. El mundo de Iori Tomita no es de apariencias, porque su mundo parece de otro mundo.