CURIOSIDAD

El motivo por el que algunas personas son más frioleras que otras

La capacidad de soportar el frío varía significativamente entre las personas. Esta diferencia se debe a diversos factores que van más allá de la ropa que llevamos o la temperatura ambiental, incluyendo el sexo, la genética, la edad y el entorno en que se ha crecido.

Mientras que algunas personas parecen soportar las bajas temperaturas con facilidad, otras no logran mantenerse calientes por más que se abriguen. Y es que algunas personas son más frioleras que otras. No sólo en invierno tienden a abrigarse por encima de lo normal, sino que en verano no perdonan dormir sin al menos una sábana. Aunque la temperatura debería de ser igual para todos, la realidad es que la regulación térmica depende de muchos más factores.

La temperatura ideal para el funcionamiento adecuado del cuerpo humano se encuentra entre 35,5 y 37 grados. Cuando hace frío. el cuerpo reacciona cerrado los vasos sanguíneos para reducir la pérdida de calor, lo que puede llevar a temblores. En condiciones de calor, estos vasos se dilatan para liberar el exceso de calor a través de la piel, provocando sudoración.

Uno de los factores que más más importante es el cerebro. Cada persona percibe el frío de una manera debido a las diferentes respuestas cerebrales. Eso sí, no es lo mismo "tener frío" que "sentir frío". Tener frío implica saber la temperatura a la que se encuentra el cuerpo, mientras que la sensación de frío se relaciona con la velocidad a la que cambia la temperatura.

Hombre mayor paseando por la calle con frío | iStock

Otro de los factores determinantes en la regulación térmica es el sexo. Las mujeres tienden a sentir frío antes que los hombres, en parte debido a que, en promedio, tienen un 10% más de grasa corporal, lo que protege los órganos vitales pero aísla la piel del calor corporal. Además, los estrógenos hacen que los casos sanguíneos femeninos sean más sensibles al frío. Aunque, si se compraran hombres y mujeres con igual altura, peso y cantidad de grasa subcutánea, las diferencias en la regulación térmica se reducían notablemente.

La capacidad de resistir el frío también varía con la edad. Los niños y adultos suelen ser más resistentes al frío que los recién nacidos y los ancianos. En los bebés. el sistema nervioso central aún está desarrollando los mecanismos para conservar el calor y regular la temperatura corporal. En los ancianos, la disminución de células de grasa que producen calor hace que sean más susceptibles al frío.

El entorno en el que se ha crecido también influye en la sensibilidad al frío. Las personas que han vivido en climas fríos tienden a ser más sensibles al calor, mientras que aquellas de zonas templadas o cálidas suelen tener más dificultades para soportar el frío. El cuerpo se adapta a las condiciones ambientales en las que se vive, determinando así la capacidad de cada persona para tolerar mejor las variaciones de temperatura.

Las herencias genéticas también juegan un papel crucial a la hora de identificar a una persona más friolera que otra. Una persona con piel grasa, por ejemplo, obtiene más protección frente a temperaturas externas. Aquellos que tienen un menor índice de grasa corporal estarán más expuestos frente a las bajas temperaturas. Además, el estrés continuo puede afectar la capacidad del cuerpo para regular su temperatura adecuadamente.

Entre 21º y 25ºC no hay diferenciación entre las personas que son frioleras y las que no debido a que no intervienen los mecanismos termorreguladores del cuerpo. Para ambos casos hay que estar atentos a las señales de alerta, tanto si la temperatura corporal baja de 35ºC, hipotermia; como si ésta supera los 38,3ºC, hipertermia.

En definitiva, la diferencia en la capacidad de soportar el frío se debe a una combinación de factores biológicos y ambientales, que incluyen el sexo, la genética, la edad y el entorno de crianza. Estas variables determinan cómo cada individuo percibe y responde a las bajas temperaturas.