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NUEVA NORMALIDAD
Aunque a estas alturas nos hemos más que acostumbrado a llevarlas, nadie puede negar que las mascarillas son incómodas. Estas piezas de tejido evitan la dispersión del coronavirus causante de la covid-19 reduciendo la cantidad de gotas y aerosoles que emitimos al respirar, hablar, reír, estornudar o toser.
Esta barrera física, eficaz para retener al SARS-CoV-2, puede resultar especialmente molesta cuando hacemos deporte. Se han planteado dudas sobre la posibilidad de que interfiera en el sistema cardiopulmonar al dificultar la respiración, alterar el flujo de oxígeno y dióxido de carbono o aumentar la disnea o falta de aire.
Sin embargo, un equipo internacional de investigadores ha determinado recientemente que las mascarillas no tienen consecuencias negativas en personas sanas, a pesar de que las sensaciones de los deportistas parezcan indicar lo contrario.
Efectos del deporte en la respiración
Los expertos han analizado la literatura científica disponible que evalúa los efectos de diferentes tipos de mascarillas (desde las caseras a las quirúrgicas) en las respuestas fisiológicas y percepciones durante la práctica de ejercicio de intensidad variable.
Los trabajos consideraban aspectos como la energía invertida en inhalar y exhalar, los gases presentes en la sangre de las arterias, posibles efectos en el flujo de sangre a los músculos y fatiga, la función cardiaca y el flujo de sangre en el cerebro.
Cuando la intensidad de un ejercicio aumenta, crece la ventilación en nuestro sistema respiratorio a través de un aumento de la frecuencia de la respiración y del volumen de aire que inhalamos. Como consecuencia, se produce un incremento de la inhalación de oxígeno, del ritmo cardiaco y de la producción de dióxido de carbono.
La resistencia al flujo de aire es un elemento clave en la función de las mascarillas, ya que el tejido disminuye la velocidad de las partículas y, por ende, la difusión del coronavirus.
Según los resultados del estudio, para las personas sanas, el impacto de llevar mascarilla en las variables fisiológicas es mínimo, sin importar el tipo de mascarilla ni la intensidad de la actividad física. Los efectos eran pequeños incluso en el caso de los sofisticados respiradores N95 que suelen llevar los profesionales de la salud. Son los que ofrecen un mayor nivel de protección, pero también los que oponen una mayor resistencia al flujo de aire.
Los investigadores no encontraron diferencias entre edades o sexos. Los únicos individuos que realmente podrían presentar problemas más graves eran aquellos con enfermedades cardiopulmonares.
Incómodas, pero no dañinas
Aunque puede existir la sensación de que la actividad requiere un mayor esfuerzo, los efectos de llevar una mascarilla en la respiración, en la presencia de gases como el dióxido de carbono y el oxígeno en la sangre y otros parámetros fisiológicos son muy pequeños. “En ocasiones demasiado pequeños para ser detectados”, asegura Susan Hopkins experta en fisiología del ejercicio de la Universidad de California en San Diego y autora principal del estudio donde estos investigadores exponen sus hallazgos.
“Llevar una mascarilla puede ser incómodo”, admite Hopkins. “Puede haber pequeños aumentos en la resistencia a la respiración. Puede que aspires aire más caliente, ligeramente enriquecido con CO2. Si estás haciendo ejercicio, puede hacer que tu cara se caliente y sude”, prosigue.
Pero, según la investigadora estadounidense, se trata solo de percepciones sensoriales: las mascarillas no afectan a la función pulmonar en personas sanas. “Aunque la disnea o sensación de falta de aire puede aumentar con la mascarilla, tienes que valorar este inconveniente frente a la reducción de riesgo de contagiar de covid-19, sabiendo que no existen efectos fisiológicos”, concluye Hopkins.