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CAMINO HACIA LA PREVENCIÓN DE CUALQUIER VIRUS
En las últimas dos décadas hubo tres grandes epidemias de coronavirus. Ahora se sabe de una cuarta que podría darnos claves para comprender la COVID-19.
Los coronavirus forman una familia muy bien constituida, de unos 45 miembros conocidos hasta la fecha, y a la vez son de importante abolengo: su historia se remonta a más de 190 millones de años (y podría llegar a los 350). Son, en cierto sentido, como los Kennedy de los virus: tienen un pasado muy remoto, todos los conocemos y tienen muchos recursos.
Son tantos que un estudio señala que la evolución de los diferentes comparte la familia. Coincide con la de aves y murciélagos: se han ido adaptando a medida que sus huéspedes más frecuentes evolucionaban.
En los humanos, el 15% de los resfriados comunes suelen ser causados por cuatro miembros de esta familia y producen síntomas generalmente leves. Pero hay otros tres que no son tan “amables” con nosotros. El primero es el coronavirus responsable del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV), identificado en 2003. El segundo es el vinculado al síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV, identificado en 2012); y el que provocó la actual pandemia, el SARS-CoV-2.
La primera de ellas se llevó por delante a más de 800 personas, MERS-CoV mató a más de 850 personas, y SARS-CoV-2, hasta la fecha, ha matado a 3,8 millones de personas.
Hasta ahora se pensaba que estos tres eran los responsables de todas las pandemias que habíamos experimentado, pero no es así: un estudio, publicado en Current Biology, revela una epidemia de coronavirus en el este de Asia (China, Japón, Mongolia, Corea del Norte, Corea del Sur y Taiwán) hace 20.000 años.
De acuerdo con Kirill Alexandrov, líder del equipo que publicó el estudio, los restos de esta pandemia serían visibles en la composición genética de los habitantes de la región.
En los últimos 20 años, ha habido tres brotes de coronavirus graves epidémicos: SARS-CoV que provocó el síndrome respiratorio agudo severo, que se originó en China en 2002 y mató a más de 800 personas; MERS-CoV que conduce al síndrome respiratorio de Oriente Medio, que mató a más de 850 personas, y SARS-CoV-2 que conduce al COVID-19, que ha matado a 3,8 millones de personas.
"El genoma humano moderno – explica Alexandrov – contiene información evolutiva que se remonta a decenas de miles de años, como si estudiar los anillos de un árbol nos da una idea de las condiciones que experimentó a medida que crecía".
En el estudio, el equipo de Alexandrov utilizó datos del Proyecto 1000 Genomas, el catálogo público más grande de variación genética humana común, básicamente una biblioteca de nuestros genes. El primer paso fue analizar los cambios en los genes humanos que codifican las proteínas que interactúan con el SARS-CoV-2. De ese modo comprendieron cómo reaccionan nuestros genes a este virus: qué proteínas produce, qué cambios provoca, en qué orden, etc.
Luego sintetizaron proteínas humanas y del SARS-CoV-2 y demostraron que estas interactuaban directa y específicamente con el mecanismo que usan los coronavirus para la invasión celular. Y entonces, mediante el uso de Big Data, se buscaron huellas de este tipo de interacciones en nuestros genes. La idea era buscar restos de pasadas epidemias.
"Los científicos computacionales del equipo – confirma Alexandrov – aplicaron el análisis evolutivo al conjunto de datos genómicos humanos para descubrir evidencia de que los antepasados de los habitantes actuales de Asia oriental experimentaron una epidemia de una enfermedad inducida por coronavirus similar a COVID-19.
En el curso de la epidemia, la selección favoreció variantes de genes humanos relacionados con con cambios adaptativos que habrían conducido a una enfermedad menos grave.
Al desarrollar una mayor comprensión de los antiguos enemigos virales, logramos comprender cómo los genomas de diferentes poblaciones humanas se adaptaron a los virus que recientemente han sido reconocidos como un motor importante de la evolución humana.
Este conocimiento nos permite crear una lista de virus potencialmente peligrosos y luego desarrollar diagnósticos, vacunas y medicamentos para el caso de su regreso”.
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