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PROBADO CON 865 PERSONAS
"Evaluar la capacidad de una persona para detectar olores puede ser una forma útil de predecir futuros problemas cognitivos", señalan los responsables del hallazgo.
La demencia resulta de una variedad de enfermedades y lesiones que afectan el cerebro. La enfermedad de Alzheimeres la forma más común de demencia y puede contribuir al 60-70% de los casos. De hecho, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, actualmente es la séptima causa principal de muerte.
En 2019, la demencia le costó a las economías de todo el mundo 1,3 billones de euros. A nivel global se estima que hay más de 55 millones de personas en todo el mundo que viven con demencia y el pronóstico es que en 2050 la cifra sea más del doble: 139 millones. Esto no se debe solo a un aumento en los casos o a consecuencia del incremento en la esperanza de vida, también se debe a que cada vez hay más formas de detección. Un ejemplo de ello es que cada tres segundos se detecta un nuevo caso, de acuerdo con la Sociedad Internacional de Alzheimer.
En España, las cifras rozan el millón de personas, según estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN), una cifra que parece alta, sobre todo teniendo en cuenta que casi el 30% de los casos no están diagnosticados. ¿Cómo anticiparse al comienzo de esta enfermedad? Un estudio publicado en Neurology podría tener la clave.
Los resultados del análisis, liderado por Matthew S. GoodSmith, señalan que las personas que portan la variante genética asociada con el mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer pueden perder su capacidad para detectar olores antes que las personas que no portan la variante genética, lo que puede ser una señal temprana de futuros problemas de memoria y pensamiento. La variante genética asociada con este mayor riesgo de Alzheimer se llama APOE e4.
"Evaluar la capacidad de una persona para detectar olores puede ser una forma útil de predecir futuros problemas cognitivos - explica GoodSmith -. Aunque se necesita más investigación para confirmar estos hallazgos y determinar qué nivel de pérdida del olfato predeciría el riesgo futuro, estos resultados podrían ser prometedores, especialmente en estudios que tienen como objetivo identificar a las personas con riesgo de demencia en las primeras etapas de la enfermedad".
El estudio involucró una encuesta en el hogar que incluyó probar el sentido del olfato de más de 865 personas, tanto su capacidad para detectar un olor como su capacidad para identificar qué olor estaban oliendo. Las pruebas se administraron a intervalos de cinco años. Las habilidades de pensamiento y memoria de las personas también se evaluaron dos veces, con cinco años de diferencia. Las muestras de ADN dieron a los investigadores información sobre quién portaba el gen asociado con un mayor riesgo de Alzheimer.
Para la prueba para ver si las personas podían detectar olores, los puntajes oscilaron entre cero y seis según la cantidad de las diferentes concentraciones de olores que podían oler. Aquellas personas que portaban la variante del gen tenían un 37% menos de probabilidades de tener una buena detección de olores que las personas sin el gen. El equipo de GoodSmith también tomó en cuenta otros factores que podrían afectar los resultados, como la edad, el sexo y el nivel educativo. Los portadores del gen comenzaron a experimentar una reducción de la detección de olores entre los 65 y los 69 años. A esa edad, los portadores del gen podían detectar un promedio de aproximadamente 3,2 de los olores, en comparación con aproximadamente 3,9 olores para las personas que no portaban el gen.
En lo que respecta a la identificación de los aromas, hay que destacar que las personas portadoras de la variante genética no mostraron una diferencia en su capacidad para identificar qué olor olían hasta que alcanzaron los 75 o 79 años. Una vez que comenzaron a perder su capacidad para identificar olores, la capacidad de los portadores del gen declinó más rápidamente que aquellos que no portaba el gen.
Las habilidades de pensamiento y memoria eran similares entre los dos grupos al comienzo del estudio. Pero como era de esperar, los portadores de la variante del gen experimentaron una disminución más rápida en sus habilidades de pensamiento con el tiempo que los que no tenían el gen. "Identificar los mecanismos subyacentes a estas relaciones nos ayudará a comprender el papel del olfato en la neurodegeneración", concluye GoodSmith.
Un detalle importante es que, si bien se incluyeron personas cuya salud mental no mostraba ningún signo de deterioro, es decir, uno de los extremos, el otro, de voluntarios con demencia grave, no formó parte del estudio lo que podría hacer que falten algunos detalles.