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"NO HAY QUE TENER MIEDO"
Aceptar propuestas de otras personas por temor a enfadar o desilusionar no es tan grave como creíamos. Y aporta beneficios a todos.
Los estudios científicos vinculados a nuestra conducta social no son muy frecuentes y hay que tomarlos con pinzas, al igual que los vinculados a la psicología. Aquí no solo influye la cantidad de voluntarios, también la cultura, la educación y otros factores. Pero también nos dan pautas para cuidar nuestra salud mental. Y una de las claves en este sentido siempre ha sido la capacidad de decir que No.
Puede parecer imperdonablemente grosero rechazar una invitación (incluso una a un evento al que preferirías no asistir), pero la gente a menudo sobreestima las consecuencias sociales de negarse a ello. Al menos esa es la conclusión de un estudio publicado por la Asociación Estadounidense de Psicología.
"Una vez me invitaron a un evento al que no quería asistir en absoluto, pero asistí de todos modos porque tenía miedo de que la persona que me invitó se enfadara si no lo hacía, y esa parece ser una experiencia común – explica en un comunicado el líder del estudio, Julian Givi -. Nuestra investigación muestra, sin embargo, que las ramificaciones negativas de decir no son mucho menos graves de lo que esperamos".
Más de las tres cuartas partes de los encuestados (77%) en un estudio piloto confesaron haber aceptado una invitación a una actividad a la que no querían asistir porque les preocupaban las consecuencias de rechazarla. Para examinar si estos temores eran infundados, los investigadores realizaron cinco experimentos con más de 2000 participantes en total.
En uno de los experimentos, el equipo de Givi pidió a los participantes que se imaginaran un escenario en el que invitaban o eran invitados por uno de sus amigos a una cena un sábado por la noche en un restaurante local con un chef famoso. A los participantes que recibieron la invitación se les pidió que imaginaran que la rechazaban porque ya tenían planes para el día y querían pasar una noche relajada en casa. A los participantes que imaginaron dar la invitación se les dijo que su amigo la rechazó por el mismo motivo.
Los investigadores descubrieron que los participantes que imaginaban rechazar la invitación de sus amigos a menudo creían que esto tendría consecuencias negativas inmediatas para su relación. Eran más propensos a decir que su amigo se sentiría enfadado, decepcionado y que era poco probable que los invitara a asistir a eventos futuros. Esto puede deberse a que los participantes que rechazaron la invitación también eran más propensos que aquellos que fueron rechazados a decir que su amigo se centraría en el rechazo en sí en lugar de en las deliberaciones que tenían lugar dentro de la cabeza de su amigo antes de rechazarla.
"A lo largo de nuestros experimentos, encontramos consistentemente que los invitados sobreestiman las consecuencias negativas que surgen a los ojos de los que invitan después de un rechazo de la invitación – añade Givi -. La gente tiende a exagerar el grado en que la persona que emitió la invitación se centrará en el rechazo en lugar de en los pensamientos que pasaron por su cabeza antes de rechazarla".
En otro experimento, los investigadores reclutaron a 160 personas para participar en lo que se llamó una "encuesta de parejas". De las parejas que participaron, el 4% llevaban juntas menos de seis meses, el 1% de seis a 12 meses, el 21% de uno a cinco años y el 74% llevaban juntas más de cinco años.
Primero, se pidió a un miembro de la pareja que abandonara la sala donde se estaba realizando la encuesta. El participante restante escribió una invitación a su pareja para una actividad que le gustaría realizar en las próximas semanas, como ver una película, comer en un restaurante o hacer senderismo en un parque. Luego regresaba su pareja y, al leer la invitación, se le pidió que escribiera un rechazo que dijera algo como: "Solo quiero quedarme en casa y relajarme". Luego, quien invitó inicialmente pudo leer el rechazo.
Independientemente de la duración de la relación de pareja, los autores del estudio descubrieron que la persona que rechazaba la invitación de su pareja a una actividad divertida tendía a creer que su pareja estaría enfadada o más propensa a sentir que el rechazo significaba que no se preocupaban por su pareja más de lo que realmente lo hacían.
Los investigadores creen que sus hallazgos muestran que las personas sobreestiman constantemente lo molesto que se sentirá alguien cuando rechace una invitación, incluso si tienen una relación cercana y duradera.
Los autores también señalan que las personas podrían beneficiarse al rechazar invitaciones en ocasiones cuando les puede ayudar a evitar el estrés, ya que hacerlo no necesariamente tendrá las consecuencias importantes que esperan.
"El estrés es algo real, especialmente durante las vacaciones, cuando a menudo nos invitan a demasiados eventos – concluye Givi -. No hay que tener miedo de rechazar invitaciones. Solo hay que tener en cuenta que pasar tiempo con los demás es la forma en que se desarrollan las relaciones, así que no rechacemos todas las invitaciones".