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CURIOSIDAD
Todos hemos encontrado rostros imaginarios en objetos inanimados como en un enchufe o una baldosa, es algo más común de lo que pensamos y aquí te contamos a qué se debe
Puede suceder que veamos rostros que no sabemos identificar o que por el contrario nos resulten familiares en diferentes objetos inanimados que tenemos a nuestro alrededor, como puede ser reflejados en una pared.
Esto no es una circunstancia de la que preocuparse, sino que, por el contrario, supone una capacidad denominada pareidolia y tenemos el cerebro programado para experimentar este fenómeno.
Puede parecer un fallo que veamos caras en cualquier parte, pero se trata de una característica evolutiva que nos ha ayudado a desarrollarnos en sociedad. Estamos programados para entender los rostros a nuestro alrededor y en ocasiones esta tendencia produce falsos positivos. La pareidolia se produce en el giro fusiforme, una parte de la corteza cerebral encargada de procesar la información visual.
No solo reconocemos los rostros, sino que nuestro cerebro procesa de forma automática la emoción que están transmitiendo. En general tendemos a ver rostros masculinos, pero también afecta a otros objetos. Es el caso de las constelaciones, que no tienen una forma completa pero se la asignamos nosotros.
Un caso similar también es el de las nubes, cuando buscamos formas, no se trata de un fenómeno tan instintivo como los rostros.
Este es también el motivo por el que interpretamos que los signos ortográficos como las barras, los dos puntos y el paréntesis en cierta disposición lo asociamos con rostros, aunque no tengan ni la forma ni los rasgos faciales, pero dicha interpretación es algo instintivo de nuestra capacidad como ser humanos y fruto de la evolución.