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¿ALGUNA VEZ TE LO HAS PREGUNTADO?
La respuesta yace en la ciencia detrás de la dispersión de la luz.
¿Alguna vez te has preguntado por qué el cielo es azul? Podrías pensar que la respuesta es sencilla, sin embargo, requiere de mucha ciencia. Te lo contamos.
El nitrógeno y el oxígeno que respiramos ahora mismo están compuestos de partículas muy pequeñas llamadas moléculas. Una molécula de nitrógeno o de oxígeno es muy, pero que muy pequeña. Cada molécula mide sólo unos 0,4 nanómetros, o 16 milmillonésimas de pulgada. Se necesitarían 250.000 moléculas de nitrógeno para igualar el ancho de un cabello de nuestra cabeza.
Según explican en el medio The Conversation, cuando la luz del sol viaja a través de la atmósfera, pasa entre muchas de esas diminutas moléculas de nitrógeno y oxígeno. A veces, la luz choca directamente con una de ellas. Es decir, el cielo se ve azul porque es mucho más probable que la porción azul de la luz solar rebote en las moléculas de la atmósfera que los otros colores de la luz.
Antes de nada, tal y como aseguran los expertos de este medio, imaginemos las moléculas de nitrógeno y oxígeno como pelotas de tenis y la luz como montones de canicas.
Cuando una de esas canicas golpea una pelota de tenis de nitrógeno u oxígeno, la pelota de tenis se "come" la canica y luego la vuelve a escupir muy rápidamente, pero en una dirección aleatoria. Ese proceso es lo que los físicos llaman dispersión.
Alrededor de 1870, el físico británico John William Strutt, más conocido como Lord Rayleigh, encontró por primera vez una explicación de por qué el cielo es azul: la luz azul del Sol se dispersa más cuando pasa a través de la atmósfera. Su descubrimiento es la razón por la que el término científico para este efecto se llama dispersión de Rayleigh.
Los demás gases de la atmósfera también pueden ser muy importantes, como el dióxido de carbono o el metano, que tienen efectos sobre el clima global, pero su efecto sobre el color del cielo es muy pequeño.
Si no hubiera dispersión, el cielo sería oscuro como en la Luna, que no tiene atmósfera.