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S2
Un equipo de científicos revela algo sorprendente sobre el S2, un meteorito 200 veces más grande que el que acabó con la vida de los dinosaurios.
El asteroide que acabó con la vida de los dinosaurios (y con ello sentó las bases para la evolución de los mamíferos) es probablemente el más famoso y estudiado por la ciencia. Sabemos su origen, y también su tamaño: unos 8,5 kilómetros de diámetro. Su impactó provocó la extinción de, aproximadamente, el 70% de las especies del planeta… Y aún así no fue el asteroide más grande que la Tierra haya recibido.
Hace miles de millones de años, mucho antes de que existiera algo parecido a la vida tal como la conocemos, los meteoritos golpeaban con frecuencia el planeta. Uno de esos meteoritos espaciales se estrelló hace unos 3.260 millones de años y, aún hoy, revela secretos sobre el pasado de la Tierra.
Nadja Drabon, geóloga especializada en los albores del planeta y profesora de la Universidad de Harvard, siempre ha sentido una atracción singular por esta época, en particular por comprender cómo era nuestro planeta durante los tiempos de los abundantes bombardeos de meteoritos, cuando solo reinaban las bacterias unicelulares y las arqueas, y cuándo todo empezó a cambiar.
Ahora ha publicado un nuevo estudio en Proceedings of the National Academy of Sciences que muestra algunas de las consecuencias del impacto de un meteorito conocido como "S2" hace más de 3.000 millones de años y del que se han encontrado pruebas geológicas en el cinturón de rocas verdes de Barberton, en Sudáfrica.
A través de un detallado trabajo de investigación, el equipo de Drabon muestra la imagen más convincente hasta la fecha de lo que ocurrió el día en que un meteorito del tamaño de cuatro montes Everest visitó la Tierra.
"Imagínese de pie frente a la costa, en una plataforma de agua poco profunda. Es un entorno tranquilo y sin corrientes fuertes. De repente, se produce un tsunami gigante que arrasa y destroza el fondo marino", explica Drabon.
El meteorito S2, que se estima que era hasta 200 veces más grande que el que mató a los dinosaurios, desencadenó un tsunami que mezcló el océano y arrojó escombros a las zonas costeras. El calor del impacto provocó que la capa superior del océano se evaporara, al tiempo que calentaba la atmósfera. Una espesa nube de polvo cubrió todo, deteniendo cualquier actividad fotosintética que estuviera en marcha.
Pero las bacterias son resistentes y, tras el impacto, según el análisis del equipo, la vida bacteriana se recuperó rápidamente. Con esto se produjeron picos bruscos en las poblaciones de organismos unicelulares que se alimentan de los elementos fósforo y hierro. Es probable que el mencionado tsunami arrastrara hierro desde las profundidades del océano a las aguas poco profundas, y que el fósforo llegara a la Tierra a través del propio meteorito y de un aumento de la erosión.
El análisis de Drabon muestra que las bacterias que metabolizan el hierro habrían florecido inmediatamente después del impacto. Este cambio hacia las bacterias que favorecen el hierro, aunque de corta duración, es una pieza clave del rompecabezas que describe la vida primitiva en la Tierra. Según el estudio de Drabon, los impactos de meteoritos, aunque se dice que matan todo lo que encuentran a su paso (incluso, hace 66 millones de años, a los dinosaurios), tienen un lado positivo para la vida.
"Pensamos que los impactos son desastrosos para la vida - añade Drabon -. Pero lo que este estudio destaca es que estos impactos habrían tenido beneficios para la vida, especialmente en sus inicios… estos impactos podrían haber permitido que la vida floreciera".
Estos resultados son el resultado del trabajo agotador de geólogos como Drabon y sus estudiantes, que caminan por pasos de montaña que contienen evidencia sedimentaria de los primeros fragmentos de roca que se incrustaron en el suelo y se preservaron con el tiempo en la corteza terrestre. Las firmas químicas ocultas en capas delgadas les ayudan a reconstruir la evidencia de tsunamis y otros eventos catastróficos.
El cinturón de rocas verdes de Barberton en Sudáfrica, donde Drabon concentra la mayor parte de su trabajo actual, contiene evidencia de al menos ocho eventos de impacto, incluido el S2. Ella y su equipo planean estudiar el área más a fondo para investigar aún más profundamente la Tierra y su historia gracias a los meteoritos.