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ESPERANZA DE VIDA

¿Qué es lo que limita la duración de la vida humana?

Un grupo de investigadores de Singapur, Rusia y Estados Unidos revela que la pérdida de resiliencia del organismo es lo que limita la duración de vida en los humanos.

El proceso de envejecimiento se caracteriza por un deterioro progresivo de las funciones de los órganos. El desgaste fisiológico del organismo repercute en una mayor incidencia de enfermedades crónicas relacionadas con la edad como el cáncer, el Alzheimer, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes tipo 2.

Gran parte del conocimiento actual sobre la relación entre el envejecimiento y los cambios en las variables fisiológicas a lo largo de la vida de un organismo han alentado el desarrollo de “relojes biológicos” o estimaciones de la “edad biológica”. Para su elaboración se suelen emplear marcadores sanguíneos, estados de metilación del ADN o patrones de actividad locomotora.

Cuando en nuestro organismo se produce un daño, se liberan al torrente sanguíneo distintas sustancias desde todos los órganos y tejidos. En función del origen de la lesión y la gravedad, se liberan un tipo u otro de moléculas que están implicadas en la evolución de la enfermedad. El aumento o la disminución de estas moléculas nos informa sobre el estado de salud de un individuo y permite inferir futuras complicaciones. Estos indicadores se conocen como marcadores sanguíneos.

Para la realización de este estudio publicado en la revista científica Nature Communications, los investigadores utilizaron muestras de sangre de más de 70.000 participantes con las que elaboraron mediante un modelo informático un marcador sanguíneo propio al que han denominado DOSI (las siglas en inglés de dynamic organism state indicator).

Este indicador dinámico del estado del organismo ha sido modelizado para establecer una relación entre las variaciones del DOSI de cada individuo y la pérdida de resiliencia del organismo. Es decir, la mayor vulnerabilidad frente a enfermedades crónicas a medida que envejecemos con independencia de la salud o la genética.

Los investigadores han defendido que “sea cual sea el estado de un cuerpo que envejece, predominan las características propias de un organismo que se aproxima al punto crítico, correspondiente a la pérdida total de resiliencia”. Los parámetros exactos, como la duración máxima de la vida, son el resultado de extrapolaciones que la estiman entre los 100 y los 150 años.

La cuestión de si el punto crítico corresponde a una edad concreta (o incluso alcanzable), no es demasiado práctica. Desde un punto de vista probabilístico, la mayoría de los individuos escapan de la cuenca de atracción, pierden la resiliencia y se desintegran en estados correlativos a enfermedades crónicas mucho antes de alcanzar la edad máxima. En consecuencia, los cálculos pronosticaron que en todos los casos la resiliencia dejaba de funcionar por completo a los 150 años, estableciendo un límite teórico a la duración de la vida humana.

El trabajo sostiene que la pérdida de resiliencia fisiológica es una característica biológica inevitable e intrínseca de un organismo y que es independiente de factores de estrés, ya sean ambientales, genéticos, físicos o psicológicos. Por lo tanto, argumentan que la pérdida de resiliencia no puede evitarse, ni siquiera en los pacientes que envejecen con más éxito. Esto explica la alta mortalidad en los individuos centenarios, a pesar de que este grupo etario está caracterizado por una compresión de la morbilidad (aparición tardía de enfermedades relacionadas con la edad). Llegados a este estado de “resiliencia cero”, el organismo muere.

De esta manera, concluyeron que “no es probable que el límite aparente de la vida humana mejore con terapias dirigidas a enfermedades crónicas específicas”. Por lo tanto, no sería posible una prolongación dramática de la vida útil máxima mediante la cura de enfermedades o avances tecnológicos sin que intervenga el proceso natural de envejecimiento, la raíz subyacente de la pérdida de resiliencia.

Sin embargo, los investigadores animan a que “un mayor desarrollo del modelo de envejecimiento que hemos presentado pueda suponer un avance para la futura experimentación de una terapia dramática de prolongación de la vida”.

De momento, la esperanza media de vida en España es de 82,4 años y estamos todavía lejos de alcanzar el punto crítico del límite de la vida humana.

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