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OPINAN QUIENES LA HAN PROBADO
Ya no se trata solo de experimentar o hacer más cómoda la vida en el planeta. Es también una estrategia para luchar contra el cambio climático.
Podríamos decir que todo comenzó en 1998. Aquel año, el gigante de la industria del perfume IFF (International Flavors and Fragances, Fragancias y Sabores Internacionales) envío una pequeña rosa conocida como Esencia Nocturna en órbita a bordo del transbordador Discovery. Allí a cientos de kilómetros de su hábitat natural, ocurrió algo inesperado...aunque evidentemente buscado. La rosa floreció en el espacio y cuando regresó a la Tierra y se testó la fragancia, los expertos de la IFF detectaron un olor totalmente diferente al que la rosa produce cuando florece en la Tierra. El experimento no solo culminó en un nuevo perfume, Zen, de Ssisheido, también demostró que la microgravedad causa un cambio en la composición química de los vegetales.
Las dificultades para cultivar vegetales en el espacio es enorme. La ausencia de gravedad, algo que afecta al desarrollo de las raíces. También el tipo de iluminación, el suministro de nutrientes, los ciclos bioquímicos de los nutrientes y las interacciones con los distintos suelos son particularmente complejas. Pero a medida que la exploración espacial avance y los destinos sean cada vez más lejanos, el cultivo de alimentos en el espacio se convertirá en una necesidad más que en un experimento. Una necesidad que cubrirá los requisitos de vitaminas y alimentos frescos de aquellos que se atrevan con los viajes de meses de duración, como ir a Marte. O de años, como visitar otros planetas más lejanos.
Para esto la Nasa cuenta con su propio sistema de producción de vegetales, conocido como Veggie. Se trata de un jardín espacial ubicado en la Estación Espacial Internacional (ISS). El propósito de Veggie es comprender cómo crecen las plantas microgravedad. Este jardín de verduras tiene aproximadamente el tamaño de una pieza de equipaje de mano y normalmente tiene capacidad para seis plantas. Cada planta crece en una pequeña parcela llena de un medio de crecimiento a base de arcilla y fertilizante. Estas parcelas, como cojines aislados, distribuyen el agua, los nutrientes y el aire de forma equilibrada alrededor de las raíces. De lo contrario, las raíces se ahogarían en agua o serían engullidas por el aire debido a la forma en que los fluidos en el espacio tienden a formar burbujas.
También hay que tener en cuenta que las plantas utilizan otros factores ambientales, como la luz, para orientar y guiar el crecimiento. Una fuente de luces LED produce un espectro de luz adecuado para el crecimiento de las plantas. Dado que las plantas reflejan mucha luz verde y usan más longitudes de onda rojas y azules, la cámara de verduras generalmente se ilumina en rosa magenta.
Hasta la fecha, Veggie ha cultivado con éxito una variedad de plantas, incluidos tres tipos de lechuga, col china, mostaza, col rizada roja, trigo, arroz, albahaca, cebollas, guisantes, rábanos, ajo, pepinos, perejil, y eneldo. Aunque también se han cultivadlo flores como tulipanes y la flor de zinnia.
Otro proyecto dentro de la ISS es el Advanced Plant Habitat (APH), una cámara de cultivo bastante más grande que Veggie que utiliza también luces LED y un sistema controlado de liberación de fertilizante, agua, nutrientes y oxígeno para las raíces. Pero a diferencia de Veggie, en la que los astronautas pueden intervenir de forma activa, el proyecto APH está automatizado gracias a decenas de cámaras y más de 180 sensores que están en contacto interactivo constante con un equipo en tierra. Tiene más colores de luces LED que Veggie, ya que le suma las infrarrojas para permitir imágenes nocturnas.
Pero en el espacio no solo se cultivan vegetales… también hay un lugar para la carne. En 2019, por primera vez en la historia, se cultivó carne de laboratorio en la ISS. Los responsables fueron los científicos de Aleph Farms, una compañía de alimentos israelí, que realizó una impresión de carne de vaca a partir de células musculares.
El experimento consistió en cultivar un trozo de carne imitando el proceso natural de regeneración del tejido muscular de una vaca y aunque apenas se imprimió una pequeña pieza, fue suficiente para demostrar que en el futuro los astronautas podrían comer carne “fresca” a bordo de las naves espaciales. Cómo la harán, es algo que todavía no han resuelto, lo importante en este caso es el porqué. Para Aleph Farms este avance tiene que ver con el cambio climático. La cría de animales, como se señala en el informe especial del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de 2019, con su requerimiento de grandes cantidades de agua y energía, contribuye de manera significativa al cambio climático. Llevar esta producción al espacio tenía un doble propósito. Primero ver cómo resultaba la carne obtenida en gravedad cero, pero también realizar una prueba de concepto. En la Tierra, el cultivo de carne de laboratorio requiere grandes cantidades de agua, algo que en el espacio no es tan fácil obtener. De ese modo, producir carne con menos recursos, reduciría el impacto que creamos en el planeta. “La Tierra está en llamas y no tenemos otro planeta – comentaba Yoav Reisler, uno de los responsables de Aleph Farms, en un comunicado – . Nuestro objetivo principal es asegurarnos de que siga siendo el mismo planeta azul que conocemos también para las próximas generaciones”.
Y ahora la gran pregunta: ¿sabe diferente la comida cultivada en el espacio? En la mayoría de los casos no mucho, ya que se trata de reproducir la mayor parte de las condiciones en las que las plantas crecen en la Tierra. Pero no es posible lograr una reproducción idéntica. Y ahí es cuando hace su entrada el estrés. Del mismo modo que los cambios afectan a los astronautas que viven en la ISS, también ejercen su influencia en las plantas. De acuerdo con el laboratorio de la Estación Espacial Internacional, las plantas producen sustancias químicas protectoras en respuesta al estrés. En algunos casos estas sustancias (las lactonas sesquiterpénicas) pueden hacer que la planta sea un poco más amarga o tenga un sabor más fuerte. La lechuga que probó el astronauta Scott Kelly, por ejemplo, era una mezcla de lechuga y rúcula, según él mismo la definió. este amargor, provocado por las mencionadas lactonas, no es necesariamente malo: estudios científicos señalan que ayudaría a reducir la inflamación y prevenir tumores en ratones.
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