¿En qué se diferencia una bomba nuclear de una atómica?
Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
EVITA PROBLEMAS DE OÍDO
Los llevas a casi todas partes: al gimnasio, al metro y por la calle. Y precisamente para eso están. Los auriculares como los que conectamos al móvil para escuchar música (sin los que muchos no saldrían de casa) pueden llegar a permanecer en nuestras orejas y oídos durante horas mientras paseamos, hacemos la compra o corremos sobre una cinta.
No es de extrañar que, con el tiempo, los cascos acaben acumulando todo tipo de sustancias más bien poco agradables producidas por nuestros conductos auditivos o depositadas sobre la oreja.
La principal, y seguramente la primera que te habrá venido a la cabeza, es el cerumen o cera, una secreción viscosa generada por las glándulas sebáceas y sudoríparas situadas en la parte externa del oído. Al contrario de lo que pudiera pensarse dado su aspecto y consistencia, uno de los objetivos de su producción es mantener el canal auditivo limpio: la cera es llevada hacia fuera, arrastrando la suciedad y el polvo que pudiera acumularse en las paredes.
Además, gracias a su alto contenido en lípidos, esta sustancia sirve también de lubricante para mantener la piel en perfectas condiciones y constituye una capa protectora ante agentes externos y microorganismos. Se ha demostrado que inhibe el crecimiento de algunas especies de bacterias y de ciertos hongos.
Los auriculares recogen lo que el cuerpo expulsa
Por desgracia, todas estas importantes funciones del cerumen contribuyen a ensuciar los auriculares que tanto tiempo pasan en contacto con los conductos auditivos. Al ir colocados sobre la parte externa del oído, acumulan en su superficie esa cera cargada de células muertas, partículas de polvo y microorganismos.
Gran parte de la flora microbiana que habita en nuestros oídos —sobre todo de los géneros ‘Pseudomonas’, ‘Staphylococcus’ y ‘Streptoccus’— no produce infecciones en condiciones normales, a no ser que proliferen demasiado, que cambie su entorno o que aparezcan nuevas bacterias procedentes del exterior.
No es difícil imaginar cómo, antes de ser colocados en la oreja o el oído, los auriculares pueden haber rozado otras superficies, incluido el interior de un bolsillo o un bolso, o haber permanecido al aire mucho tiempo. Toda la suciedad y microorganismos que quedan pegados a su superficie llegarán después a nuestros oídos.
Pero además de llevar a los posibles patógenos hasta una de las puertas de entrada al cuerpo humano, los auriculares favorecen unas condiciones de humedad, calor, oscuridad y ausencia de aireación que los ayuda crecer. Aumenta así el riesgo de que suframos infecciones por hongos, otitis externas (también conocidas como oído del nadador) provocadas por bacterias o desarrollemos problemas de la piel como espinillas o puntos negros.
Una limpieza nunca viene mal
Existen estudios que relacionan el uso de cascos con la presencia de más microorganismos de lo habitual, especialmente, si se comparten entre varias personas. Por eso sus autores recomiendan que no se los prestemos a nadie y, de hacerlo, que los limpiemos antes y después.
Aunque tampoco hace falta que un amigo vaya a utilizarlos: incluso si solo los usas tú, es aconsejable que los limpies con un bastoncillo de algodón o un paño seco o con un poco de alcohol al menos una vez a la semana para frenar el crecimiento de gérmenes y evitar la acumulación de suciedad.
Por otro lado, otra buena costumbre para que los auriculares no acumulen microorganismos externos o partículas es guardarlos en una cajita, así no recogerán el polvo y resto de sustancias que guardes sin querer en el bolso o el bolsillo. Es muy difícil conservarlos siempre impolutos, pero de esta manera mantendrás a raya a las bacterias y la porquería.