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OROPUCHE
Tiene el potencial de infectar, como mínimo a 5 millones de personas y su tasa de infección se ha multiplicado por 6 en apenas 6 meses.
A menudo se habla del peligro de los virus desconocidos, aquellos que yacen en un sueño de Bella durmiente en el permafrost siberiano, esperando que suene la alarma del cambio climático. Pero la poca prensa de sus contrapartes tropicales puede ser la ventaja que esperan para tomar por sorpresa un continente.
Y el que más preocupa actualmente es el virus Oropuche, bautizado con este nombre por la aldea donde fue descubierto en 1955, en Trinidad y Tobago. Cinco años después se analizó una muestra de sangre de un perezoso enfermo durante la construcción de la carretera Belém-Brasília (en Brasil). Este virus tiene un origen zoonótico: se transmite principalmente por mosquitos de la especie Culicoides paraensis a animales, incluyendo humanos. La mayoría de los casos de fiebre de Oropouche son leves, con síntomas como dolor de cabeza, dolores corporales, náuseas y sarpullido, pero el virus también puede causar inflamación cerebral y problemas neurológicos. En los casos de mujeres embarazadas e infectadas, también se han detectado problemas neurológicos en los recién nacidos. Incluso una epidemia leve podría abrumar los sistemas de salud del continente, señala un estudio en Science.
Hasta ahora la mayoría de los brotes en América Latina se produjeron en la cuenca del Amazonas, pero Oropouche está ampliando sus intereses geográficos, por así decirlo. Brasil ha notificado 5.530 casos en lo que va de año, en comparación con 836 en todo 2023. Bolivia, Colombia y Perú también han experimentado aumentos en los contagios y Cuba informó sus primeros casos.
El aumento ha preocupado a los científicos, tanto como para que un artículo científico lo mencione como Una amenaza global… en su título.
"Lo que más nos preocupa es la expansión de una enfermedad que prácticamente estaba restringida a la Amazonia, que tiene una densidad poblacional muy baja, a zonas con mayor densidad poblacional", afirma Marcus Lacerda, investigador de enfermedades infecciosas de la Fundación Oswaldo Cruz (Brasil).
Los primeros casos del brote actual se detectaron en Roraima, un estado del norte de Brasil, a finales de 2022. Desde entonces, la enfermedad ha surgido en la populosa costa este de Brasil, incluidos los estados de Río de Janeiro, Santa Catarina, Bahía, y Minas Gerais. Algunos pacientes habían viajado a la región amazónica, pero otros no, lo que significa que el virus ahora está circulando. Es probable que las cifras estén subestimadas: los síntomas de Oropouche se parecen a los del dengue, el Zika y varias otras enfermedades, y una infección sólo puede confirmarse mediante la reacción en cadena de la polimerasa o pruebas de anticuerpos.
Para los pocos científicos que estudian la fiebre de Oropouche, nada de esto fue una gran sorpresa. Desde 2000, el virus se ha aventurado cada vez más fuera de su región endémica, dice la viróloga Socorro Azevedo del Instituto Evandro Chagas, un centro de investigación de enfermedades tropicales en la Amazonía brasileña. "Lo que estamos viendo es la crónica de una tragedia anunciada", añade esta experta.
¿A qué se debe este cambio? En parte está provocada por una mayor circulación de personas en todo el continente, particularmente entre las zonas de jungla y las áreas urbanas. Los científicos también ven un vínculo claro con la deforestación, que podría desplazar a los huéspedes animales del virus y hacer que los mosquitos se alimenten de personas en lugar de animales. "En múltiples lugares donde se ha detectado el virus en América del Sur, hemos detectado consistentemente patrones de deforestación", concluye Daniel Romero-Álvarez, en un estudio.
Es probable que el cambio climático también haya influido. Las temperaturas más altas aceleran la maduración de los mosquitos, y el aumento de las precipitaciones y las inundaciones crean más agua estancada donde los insectos pueden reproducirse.
No se sabe que la fiebre de Oropouche haya matado a nadie por ahora, pero se están investigando algunas muertes sospechosas, según Lacerda: "a medida que aumenta el número de personas infectadas, también aumenta la posibilidad de que descubramos impactos inesperados. Se trata de un vector olvidado de una enfermedad desatendida. Hasta ahora a nadie le ha importado estudiar cómo controlarlo".
Todo esto deja claro que no hay una estrategia definida respecto hasta qué punto podría propagarse la enfermedad. El mosquito responsable de su transmisión se ha encontrado desde Estados Unidos hasta el norte de Argentina, pero no todos los lugares reúnen las condiciones adecuadas para la propagación de la enfermedad.
Un modelo publicado en 2023 por Romero-Álvarez que tuvo en cuenta el clima actual y la pérdida de vegetación sugirió que hasta 5 millones de personas en América están en riesgo... pero es probable que la cifra esté subestimada, ya que el modelo no predijo la actual expansión de la enfermedad a grandes ciudades como Río de Janeiro y no tuvo en cuenta la deforestación y el cambio climático futuros. Tampoco tuvo en cuenta la posibilidad de que el mosquito doméstico común (Culex quinquefasciatus), y quizás otros insectos, puedan transmitir Oropouche, como sugiere la Organización Mundial de la Salud.
A todo esto, se suma otra preocupación: que a medida que el virus se propague, pueda sufrir cambios genéticos que lo hagan más peligroso. Los genomas de la mayoría de los virus transmitidos por insectos constan de un solo segmento de ARN, pero el virus Oropouche tiene tres. Cuando dos cepas diferentes infectan la misma célula, pueden intercambiar segmentos, lo que da como resultado una combinación de genes nueva y diferente.
Con tantas preguntas que responder, es urgente que se amplíen las pruebas y que más investigadores estudien el virus Oropouche y rastreen los cambios en su genoma y se controle su constante expansión.