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EL OJO QUE TODO LO VE
Una nueva patente del gigante del comercio electrónico describe un cerrojo con cámara que vigila todo lo que sucede en el vecindario y avisa a la Policía si ve algo sospechoso.
Hay algo que cada vez está más claro: los hogares y ciudades inteligentes son el anverso de una moneda que tiene a la cibervigilancia en su reverso. Cada innovación que ve la luz en estos ámbitos viene acompañada de polémica por el indeseable uso que podría hacerse para espiar a las personas, se trate de un acuerdo entre Google y la empresa de Roomba para mapear tu casa o de la cerradura inteligente con cámara en la que parece estar trabajando Amazon.
El gigante del comercio electrónico acaba de solicitar una patente que puede poner los pelos de punta a los más celosos de su privacidad. Vendría a ser la versión tecnológica de la vecina fisgona que se pasa el día en la mirilla: una cerradura con cámara incorporada que vigila las inmediaciones del hogar en busca de cualquier elemento sospechoso.
En realidad, más que un solo cerrojo con cámara estaríamos hablando de una red de dispositivos que trabajarían juntos, cada uno desde su puerta, como una patrulla incansable de vigilancia vecinal. Utilizarían técnicas de reconocimiento facial para determinar si las personas que deambulan por el barrio son inofensivas o delincuentes en potencia, e incluso alertarían a la Policía (y a los dueños de las viviendas que protegen) si detectaran una actividad o a un sujeto peligroso.
Obviamente, el sistema tiene más sentido en una urbanización llena de casas unifamiliares (más comunes en otros países) que en los bloques de pisos de una capital española, aunque en estos bien podría instalarse en el portal.
En cualquier caso, la idea aún va más allá. La patente habla de crear una base de datos de personas sospechosas con la que los dispositivos puedan comparar sus muestras. Esta lista negra incluiría delincuentes conocidos, pero también a cualquiera que el dueño de la cámara señale como no autorizado. Asímismo, podrían incluirse otros perfiles en una lista blanca, como el cartero o el repartidor de Amazon (claro), o incluso la máquina podría detectar que son ellos por su ropa o el logotipo de alguna de sus prendas.
Las ventajas de un sistema como este son evidentes. Como la propia Amazon indica, su invento podría contribuir a crear vecindarios más seguros, más conectados, y a que sus habitantes y las autoridades tengan una mejor información sobre lo que sucede en ellos. No obstante, los inconvenientes también saltan a la vista. Una red de vigilancia con un potencial alcance tan enorme es la pesadilla de todo defensor de la privacidad.
“La patente es una hoja de ruta de la perturbadora visión de Amazon del futuro de la vigilancia”, advierte Jacob Snow, abogado de la Unión de Libertades Civiles estadounidense (ACLU, por sus siglas en inglés). “La gente tiene derecho a hacer su vida cotidiana sin ser observada y monitorizada”.
El problema es que esta tecnología no afecta a quien decide utilizarla, como podría suceder en el ejemplo de Roomba y Google que ya hemos mencionado o con cualquiera de los altavoces inteligentes que prometen ser el regalo estrella de las Navidades, sino que son ciudadanos que no han decidido comprar o utilizar el sistema los que se convierten, sin haberlo consentido, en objetivos de esta vigilancia.
Y lo más preocupante es que el sistema podría fallar, llevándose la presunción de inocencia por delante. Los expertos de ACLU ya analizaron la tecnología de reconocimiento facial de Amazon este verano con alarmantes resultados. Cuando se le ofrecieron imágenes para que diera su veredicto, el software identificó a varios miembros del Congreso de los Estados Unidos como delincuentes. Lo mismo podría sucederle, por error, a cualquiera que pase por delante de una de las cámaras de vigilancia vecinal en un futuro.
El gigante que dirige Jeff Bezos parece ser consciente de las limitaciones técnicas. En la propia patente se describe lo difícil que puede resultar obtener una fotografía clara del rostro de una persona. Sin embargo, Amazon señala que al ser múltiples cámaras las que estarían trabajando juntas y obteniendo imágenes de los mismos transeúntes, el sistema podría combinarlas para crear una instantánea de mayor calidad, más apta para ser analizada por el reconocimiento facial y comparada con la lista negra.
También es cierto que el mero hecho de instalar una red de cámaras en las puertas de las casas habilitaría un campo de pruebas increíble. La inteligencia artificial podría ser entrenada con cientos o miles de imágenes de personas pasando por delante o entrando en viviendas, permitiendo que mejore más deprisa. Difícilmente alguno de estos argumentos bastará, no obstante, para convencer a los que se oponen a la vigilancia.
Este sistema no es más que una patente que podría o no traducirse en un futuro desarrollo, aunque en este caso la probabilidad es elevada porque el gigante ya ha mostrado su interés en emplear los dispositivos de la ‘smart home’ para reforzar la seguridad de los barrios. En mayo, la empresa propiedad de Amazon dedicada a este sector, Ring, presentó una nueva red social llamada Neighbors donde los vecinos pudieran compartir fotos o vídeos de ladrones o actividades sospechosas. Y es precisamente el CEO de Ring, Jamie Siminoff, quien firma la patente, que parece idónea para reforzar ese proyecto.
Además, Amazon ya nos aterró con sus cerraduras inteligentes cuando presentó Amazon Key, un invento de padre español que abre la puerta de tu casa al repartidor para que pueda dejar tu compra dentro cuando tú no estés.
Son muchas pistas que apuntan hacia un mismo futuro: uno en que la cerradura de tu casa sea inteligente y se comunique con las de los vecinos para patrullar las calles. Uno en el que cambiemos privacidad por seguridad y en el que la cibervigilancia sea la otra cara de la moneda de los hogares y ciudades inteligentes.