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Hacia un futuro sin hardware

Ni consolas ni ordenadores: los cacharros electrónicos de casa tienen los días contados

Tradicionalmente, la electrónica de consumo ha pasado por la posesión del hardware, por la prevalencia de buenos componentes capaces de mover o almacenar los contenidos que consumimos.

Ya casi no necesitamos una consola Unplash

Una consola con más teraflops, un ordenador con más RAM, más espacio de almacenamiento y mejor tarjeta gráfica; un reproductor multimedia de buena calidad… Esto está tocando a su fin. Al menos, por supuesto, en parte: ya no es obligatorio.

El auge de las suscripciones y el streaming está cambiando el esquema tradicional. La reproducción de películas o series vía DVD o Blu-ray es ya residual: el esquema que tan bien funcionaba con los VHS ha dejado paso a la era del streaming, que solo requiere una pantalla, por mala que sea, y una buena conexión a Internet.

Lo mismo con la música. La calidad de los altavoces depende de las prioridades y el oído de quien vaya a escucharla, pero ya no requerimos equipos dedicados a ello (una cadena, un reproductor específico) porque ya se integra en nuestros dispositivos cotidianos. Ni siquiera hace falta espacio físico para almacenarla, ni siquiera digital: el streaming ha conquistado la esfera musical.

Los videojuegos, que parecían tenerlo algo más complicado, también se están sumando a esta tendencia. Xbox Game Pass se estrenó como alternativa a no tener que comprar juegos en físico, ni siquiera en digital (aunque esto es otro tema), sino a jugarlos bajo demanda. PS Now, de PlayStation, es la vuelta de tuerca definitiva: da acceso por streaming a una enorme lista de títulos que incluso podemos jugar desde un PC.

Desaparece incluso la figura de la consola. El procesamiento de los juegos se realiza en los servidores del servicio, valga la redundancia, y nosotros solo estamos frente a una pantalla y un mando. Xbox, por cierto, prepara algo similar con el xCloud Project.

El Chromebook fue un adelantado a su tiempo que basó muy buena parte de su sistema operativo de escritorio en las capacidades de la nube y las ventajas de la conexión permanente.

Aún podrían llegar más vueltas de tuerca si Google sigue apostando por cerrar (en el buen sentido) su ecosistema y dejar a sus usuarios la opción de ordenadores con menor dependencia de un hardware físico. Sus espacios de almacenamiento, por ejemplo, son reducidos en comparación a los habituales del mercado porque confían en que la mayoría de archivos quedarán asignados a Google Drive.

Esto también implica un cambio en la brecha de acceso a la tecnología: si el hardware ya no es tan necesario (al menos una parte de él), los costes se abaratan enormemente, aunque en muchos casos dando paso a suscripciones.

Por ejemplo, ya no necesitamos una consola, así que los cientos de euros que cuesta se convierten en cero, igual que con la compra de juegos, pero sí necesitamos un pago mensual que en cuanto dejemos de hacer implicará quedarse sin acceso a nada. Otros tiempos.

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