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EL USUARIO CONTROLA DOS BRAZOS ARTIFICIALES QUE SALEN DE SU ESPALDA
Salido de la Universidad de Keio, en Tokio, el robot Fusion está lleno de peculiaridades. En primer lugar se trata de una mochila. De ahí surgen unos brazos, largos como tentáculos robóticos, terminados en manos de mimo, y sobre el conjunto planea una simpática cabeza con los ojos siempre abiertos. Su aspecto amigable, a un paso del WALL-E de Pixar, lo humaniza para que sea tolerable llevarlo a tu espalda sin sentirte amenazado por una máquina.
Pero por encima de todo Fusion son dos manos extra. Está pensado para que un usuario disponga de dos brazos y manos, que si bien no tienen la misma precisión que los suyos pueden ayudarle con algunas tareas. En un principio se empezará con acciones sencillas –para lo complejo ya están nuestra manos, entrenadas a lo largo de un par de millones de años de evolución– y entre este tipo de encomiendas la de sujetar puede ser una de las más recurrentes.
El “sujétame el móvil”, “el cuaderno”, “la sudadera” que “voy a atarme los cordones”, “buscar el monedero” podría evitarse teniendo a Fusion a la espalda. Incluso podría servir para uno de los cometidos más demandados en la vida moderna –y no tan moderna–, como es el “sujétame la cerveza”, “el cubata”, “el zumo de naranja”, “mi bebida energética que-te-pone-a-cien” o “este vaso de agua mineral”. Y esta mochila robótica puede sujetar sin problemas una cerveza, y hasta dos a la vez, una por banda.
Claro que sujetar no es para lo único que sirven dos manos robóticas acopladas a su espalda. La ficción, como muchas veces ocurre, se ha adelantado a la realidad, aunque esta siempre termine por ofenderse y crear algo mucho más excesivo que la imaginación. Aún no hemos llegado a este punto en mochilas robóticas y más desproporcionado que el robot Fusion sigue siendo el Doctor Octopus, aquel villano de Spiderman que lo ponía en apuros gracias a cuatro tentáculos metálicos que salían de su espalda.
Por el momento entre las aspiraciones de esta mochila robótica no se encuentra hacer el mal ni otras faenas complicadas a las que se entregaba el Doctor Octopus. El invento puede servir para acompañar los movimientos de tus brazos de los miembros artificiales. Estos son capaces de guiarse mediante los aspavientos que haga el portador de la mochila.
Pero el robot Fusion también se puede controlar mediante unas gafas de realidad virtual y unos controladores para las manos. A partir de este instrumental, otra persona es capaz de guiar los movimientos de brazos y cabeza. Así el portador de la mochila puede recibir la ayuda de un usuario que se encuentre a kilómetros de distancia, sentado en una mesa.
El principal propósito para el que los creadores de Fusion creen que puede servir su mochila robótica es enseñar a empleados que están aprendiendo su trabajo. El portador del sistema podría aprender qué botones hay que tocar en una fábrica, o qué piezas sustituir ante la reparación de un mecanismo, gracias a la guía de los brazos artificiales. Son usos más complicados que sostener una cerveza o un vaso de zumo, pero parece ser el camino que seguirá este robot.