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Hologramas, ‘jetpacks’ y otras tecnologías del cine que tienen poquísimo sentido en la vida real

Aunque todavía hay quien se empeña en conseguir que algunas de ellas funcionen, hay tecnologías de ciencia ficción que, sencillamente, no son útiles fuera de la gran pantalla.

Holograma de StarWarsLucas Film

Decenas de avances tecnológicos que hoy disfrutamos, y seguro que también muchos de los que tendremos dentro de unos años, han sido material de las películas de ciencia ficción antes de hacerse realidad. La mismísima internet, los relojes inteligentes, los robots y hasta los coches voladores (que sí, que han tardado, pero que ya están a punto de empezar a surcar los cielos) fueron antes territorio del cine y la televisión que parte de nuestras vidas.

Sin embargo, las películas y series futuristas más famosas han predicho también tecnologías que parecen imposibles e incluso algunas que, más aún, no queremos que se vuelvan realidad. Si lo pensamos bien, los hologramas, el teletransporte o los ‘jetpacks’ son avances tan inútiles o peligrosos que es mejor que nunca salgan del laboratorio.

Pantallas flotantes

Cuando Tom Cruise imitaba los movimientos de un actor de mimo para controlar ordenadores en ‘Minority Report’, el primer pensamiento que cruzaba nuestra mente era alguna variante de “madre mía, ¡qué pasada!”. La idea de manipular interfaces a nuestro antojo agitando las manos es de lo más seductora, pero siempre olvidamos los terribles inconvenientes que acompañan a esta tecnología que ya hemos podido probar, en una versión más limitada, gracias a (o por culpa de) Kinect.

¿Has oído hablar del efecto brazo de gorila? ¿No? Pues está estudiado que tras emplear controles basados en gestos como el de Microsoft o el de la película de Spielberg, las extremidades superiores se cargan de tal forma que acaban pesando, y nos dejan en una posición bastante parecida a la de los enormes simios: con las manos colgando como si nuestros brazos fueran de gelatina. Eso por no hablar de que el futuro de las interfaces parece pasar más por la voz (Siri, Cortana, Alexa…) que por los aspavientos, como bien entendió Tony Stark (más conocido como Iron Man), que acabó priorizando la palabra antes que los ademanes para comunicarse con su querido Jarvis.

Hologramas

Cuando la princesa Leia se presenta en forma de proyección holográfica emanada de R2-D2 para pedir ayuda a Ben Kenobi y Luke Skywalker, parece la forma más avanzada e increíble de comunicarse que jamás se haya inventado. Más adelante en la saga ‘Star Wars’ descubrimos que también se puede hacer en tiempo real, como si fuera una videollamada. Y eso ya es sencillamente insuperable, ¿no?

Pues no, la verdad. Grabar un mensaje y emitirlo borroso y azulado no solo no presenta ventajas con respecto a WhatsApp, el rey de la mensajería, sino que además tiene el inconveniente de que la entrega del mensaje depende del dispositivo de proyección (en la mítica escena, R2-D2, pero no todos los droides son tan eficaces). Si hablamos de comunicación síncrona, el viejo Skype ya no tiene nada que envidiar a los hologramas, pero es que además existe una tecnología ya en camino que supone un adelanto muchísimo mayor: la realidad virtual, que nos permitirá estar virtualmente en el mismo espacio que nuestro interlocutor. Por eso Facebook apuesta por las Oculus para el futuro de su red social y las empresas e investigadores que tratan de hacer realidad los hologramas no terminan de dar con la tecla.

Cazas estelares pilotados

Los diferentes Ala-X de la Alianza Rebelde que pilotaban Luke Skywalker cuando voló por los aires la Estrella de la Muerte o Poe Dameron cuando se enfrentaba a la Primera Orden, los icónicos TIE de Darth Vader o Kylo Ren y el resto de naves espaciales de un solo pasajero que se ven en esta y otras películas son insuperables en cuanto a espectacularidad, pero adolecen de una falta de realismo que les puede costar la vida a sus pilotos.

A día de hoy, los aviones de combate se están viendo reemplazados por los drones a la hora de bombardear objetivos, puesto que la integridad del piloto, que maneja a salvo por control remoto, está bastante más asegurada. ¿Imaginas el riesgo que se hubiera ahorrado el protagonista de la trilogía original si hubiera destruido el arma más poderosa de la galaxia sin necesidad de acercarse? Pues por eso los cazas estelares tienen tan poquísimo sentido.

‘Jetpacks’

Ya hemos visto en ‘Tomorrowland’ lo cerca que uno puede estar de despeñarse manejando una de estas bombas voladoras, pero lo que tal vez no sepas es lo fácil que sería matarse incluso si funciona correctamente. La ciencia no engaña: la simple aceleración de estos impactantes vehículos unipersonales cuando todo va bien es suficiente para acabar con nuestra vida en pleno vuelo. Evidentemente, la idea de despegar los pies del suelo sin subirse a un avión es seductora, pero ya sabemos lo bien que le fue a Ícaro en la mitología griega (y eso que no tenía el problema de morir por exceso de velocidad). Sin duda los coches voladores, que ya están en camino, parecen una mejor alternativa.

Comida en pastillas

Vale, es cierto que podría tener sus usos (militares, para astronautas, etc.), pero la idea de comer pastillas (o algo similar) con todos los nutrientes necesarios que se ha planteado en obras cumbre de la ciencia ficción futurista como ‘Los Supersónicos’ o ‘Doctor Who’ ya ha tenido su réplica en la vida real sin mucho éxito. Hay productos como el infame Soylent, una bebida que dice condensar el aporte de una comida completa en una botellita, que ya se pueden comprar, pero no han conquistado el paladar de muchos. Ni han acabado con el hambre en el mundo, por desgracia, que sería la única razón de peso por la que nos plantearíamos cambiar de opinión respecto a la inutilidad de este tipo de alimentos.

Comida en pastillas | Agencias

Teletransporte

Tal y como está el tráfico en las grandes ciudades y con los problemas que entraña el transporte público, es evidente que esta tecnología populariza, entre otras sagas, por ‘Star Trek’, sí tendría sentido (y mucho) en la vida real. Ir de un sitio a otro en cuestión de segundos saltándose el atasco o los autobuses repletos como latas de sardinas sería maravilloso, pero seguro que no nos gustaría tanto lo que, a todas luces, implica el teletransporte. En la adaptación más realista que somos capaces de imaginar, consistiría en destruir la materia de un ser humano en el punto A y volver a crearlo desde cero en el punto B, quizá mediante impresión 3D.

La copia sería tan exacta que probablemente no seríamos capaces de distinguirla, pero ¿qué pasa con la personalidad, el alma, la consciencia o como quiera que queramos llamar a eso que no es físico y nos hace ser quien somos? ¿Se podría hacer una copia en unos y ceros como en ‘Altered Carbon’, donde los humanos cambian de “funda” (cuerpo) tan fácil como de camisa? Cuesta creerlo. Lo más probable es que parte de nosotros (la más importante, de hecho) se acabara perdiendo por el camino. Mejor no arriesgarse. Tendremos que conformarnos con el Hyperloop o los aviones supersónicos si se trata de viajar deprisa.

Hiperimpulsores

Volvemos a ‘Star Wars’, que es la mayor fuente de tecnologías que no queremos ver ni en pintura que nos ha dado el cine. En este caso, no es tanto que viajar más rápido que la luz no nos seduzca como que, sencillamente, es imposible. Por mucho motor de hipervelocidad que consiguiéramos desarrollar, jamás sería capaz de superar la barrera de los 300.000 kilómetros por segundo. Los científicos llevan décadas haciendo experimentos y han llegado a la conclusión de que, al menos en base a lo que hoy sabemos, los viajes con rayas azules al otro lado del parabrisas del Halcón Milenario son territorio exclusivo de la ciencia ficción. Lo sentimos.

Criogenización

Por mucho que Fry despertase del sueño en ‘Futurama’, lo cierto es que la mayoría de científicos serios piensan lo mismo: congelarse antes de morir pensando que algún día nos sacaran del refrigerador y curarán cualesquiera enfermedades vetustas que estuvieran a punto de acabar con nosotros es una solemne tontería.

Algo más verosímil es la idea de seguir viviendo tras la muerte en un mundo virtual eterno, como propone un episodio de ‘Black Mirror’ y antes, de forma menos detallada, ya sugirió la película española ‘Abre los ojos’. No obstante, nos enfrentamos al mismo problema que con el teletransporte: ¿cómo hacemos para que la copia conserve todo aquello que nos hace ser quien somos? Aunque, suponemos, no ser exactamente la misma persona es menos relevante si vamos a morir de todas formas...

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