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MULTIMILLONARIOS QUE SE HICIERON A SÍ MISMOS
No es la típica historia del garaje, en la que dos chavales que todavía están en la universidad se juntan para pergeñar algo único que cambiará el mundo, por supuesto sin tener ni idea de que lo están haciendo. No es la historia de Apple ni la de Google. No hablamos de casualidades o bombillas que se encienden.
Tampoco son ‘startups’ de las que se meten a cambiar las reglas de un sector (uno suficientemente grande, como el reparto de comida a domicilio o el coche eléctrico compartido) con un apoyo multimillonario detrás, procedente de inversores que han decidido confiar en ellas cuando todavía no dan un duro, solo porque tienen unos cuantos miles de usuarios y el potencial de acabar dando dinero.
Hay infinidad de empresas que salieron de la nada, que se levantaron con el sudor de sus fundadores y a golpe de ingenio y creatividad. Algunas son tan grandes y famosas como Snapchat o Uber, otras han llegado a lo más alto sin hacer ruido, pero todas tienen en común lo duros que fueron sus inicios, cuando el éxito se construía piedra a piedra.
Airbnb
Quién iba a decir a Brian Chesky y Joe Gebbia que su empresa se convertiría en una multinacional valorada en más de 30.000 millones de dólares (más de 25.500 millones de euros) que se enfrenta a las autoridades locales de medio mundo a cuenta de un modelo colaborativo, para unos más legítimo que para otros, que ha puesto patas arriba el mercado del alojamiento turístico.
Seguro que no podía imaginarlo nadie, pues empezaron en 2007 de la forma más humilde que uno pueda imaginarse: alquilando una cama hinchable en el salón de su casa y tirando de imaginación para ganarse la vida (por ejemplo, vendiendo cereales de Obama) hasta que por fin lograron convencer a un inversor externo, Y Combinator, de que apostara por ellos en 2009. La ayuda fue fundamental para convertirse en lo que son, pero los años de supervivencia e ingenio son un mérito que nadie puede arrebatarles.
Tesla, Space X… y todo lo que ha hecho Elon Musk
No es fácil imaginar a un magnate como Elon Musk, que formó parte del equipo que convirtió PayPal en la reina de los pagos online y está detrás de dos de los proyectos más prometedores de la tecnología (Tesla y Space X), pasando calamidades. Pero lo cierto es que lo hizo cuando llegó a Estados Unidos. Y no fue por necesidad, pues ya había vendido su primera empresa exitosa en Canadá: Musk se decidió a vivir con un solo dólar al día para comprobar si sería capaz de sobrevivir emprendiendo en la tierra de las oportunidades.
Plenty of Fish
Si eres de los que busca el amor (o lo que surja) por todos los rincones de la Red, seguro que conoces esta ‘app’ de citas que forma parte, como Tinder, del imperio Match. Pero no siempre ha sido así. Durante sus primeros años, sin inversión alguna ni dinero que gastar en ‘marketing’, lo único que tenía esta empresa era su reputación, construida a base de hacer las cosas bien. No solo daba un servicio sin coste, a diferencia de sus competidores, sino que destinaba la mayor parte de sus pocos recursos a luchar contra los perfiles falsos, las estafas y otros abusos que llegan con la gratuidad.
SurveyMonkey
Nacida durante los años de la burbuja ‘puntocom’, la web de encuestas del monito se ha convertido en una popular herramienta que genera un beneficio multimillonario a su perseverante fundador, que superó los años negros gracias a que arrancó sin inversión, apostó por la obtención de clientes y fue rentable desde el primer día. Década y media después de ser fundada, la empresa alcanzó la valoración de 1.000 millones de dólares y se convirtió en unicornio. Una progresión lenta pero segura, a la chita callando.
ShutterStock
El niño mimado del panorama emprendedor neoyorquino, Jon Oringer, dio sus primeros pasos en la Red aunando dos de sus pasiones: el desarrollo de ‘software’ (que era además su profesión) y la fotografía (que era solo un ‘hobby’). Viendo que siempre le costaba encontrar imágenes de calidad para ilustrar sus proyectos, decidió coger 30.000 fotos de su propia colección y subirlas a una web, ShutterStock, que con el tiempo se convertiría en la más famosa de su ramo y en todo un unicornio.
CoolMiniOrNot
Reunir más de 35 millones de dólares en 27 campañas de Kickstarter y convertirse en una de las marcas más famosas de juegos de rol no es tarea fácil, pero menos aún si lo consigues solo gracias a internet, sin más respaldo que el de una comunidad que te conoce por ser el fundador de la web donde comparten fotos para demostrar lo bien que pintan figuritas de Dragones y Mazmorras. Increíble, ¿no? Pues eso es justo lo que consiguió la gente de CoolMiniOrNot, que se ha sacado de la manga un negocio de lo más rentable gracias a su dedicación y esfuerzo.
Ahora están de moda las marcas como Hawkers o Pompeii, que venden productos físicos de los de toda la vida (gafas, zapatillas) pero recurren a las redes sociales y al ‘marketing online’ (es decir, al talonario) para darse a conocer y llegar a un público masivo. Son máquinas de hacer ruido, de obtener repercusión y capitalizarla, pero no todos los negocios de nicho que han triunfado internet tuvieron los mismos orígenes.
Scentsy, una famosa línea de velas perfumadas que ingresa cientos de millones de dólares al año, comenzó sin dinero para pagar un solo anuncio en Facebook, contratar a una ‘celebritie’ para sus anuncios o grabar un vídeo viral. Hicieron sus primeras ventas en reuniones tipo ‘tuppersex’ y fueron perfeccionando su producto y su mensaje hasta que arrasaron.