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CUATRO DÉCADAS MORDIENDO LA MANZANA
Hace algunos meses el siempre peculiar Steve Wozniak revelaba que lo de que Apple se fundara en un garaje era un mito. Durante años centenares de emprendedores y soñadores emularon la supuesta circunstancia de trabajar, en plan humilde, en casa de uno de ellos junto a las herramientas, el coche y las cosas del jardín.
Lo han hecho especialmente durante las últimas dos décadas, cuando se ha producido el 'boom' del mercado tecnológico, y miles de grandes cerebros y pequeños bolsillos se han puesto a buscar Eldorado siguiendo la estela que aquellos precursores marcaron. Inicios orígenes, buenas ideas, futuro soñado.
Sin embargo los sueños sueños son, y ni llega la inspiración por trabajar en un garaje, ni hay hueco para tantas ideas, ni el futuro siempre es como uno sueña. Steve Jobs, la otra mitad de aquella manzana primigenia, fue despedido de su propia empresa y vio como un devastador cáncer se lo llevaba por delante en la cima de su carrera.
Wozniak, por su parte, ha acabado haciendo la guerra por su parte, retirado pero sin retirarse, como una reina de Inglaterra tecnológica, desmintiendo rumores, revisando el pasado y diciendo cosas raras de vez en cuando. Los genios son así: los hay que mueren demasiado pronto y los hay que a veces compensan su genialidad con algunas excentricidades.
Apple, en su origen, iba de crear ordenadores, y de verdad intentó hacerlo. Bueno, claro, lo hizo, pero no le fue lo suficientemente bien como para plantar cara a Microsoft, que acabó haciéndose con el casi monopolio del sistema. Aquello de la regla 90, 9, 1, ya sabes. Y eso a pesar de firmar alguna de las campañas que más huella ha dejado en el imaginario publicitario moderno
Sin embargo Apple sí fue revolucionaria en algo, y eso posiblemente le hizo sobrevivir treinta años, parte como alternativa, parte como promesa. La compañía fue la que mejor pensó en cómo llevar algo etéreo y lejano como la tecnología a los hogares. Quien se llevó el dinero fue Microsoft, pero las primeras buenas suites informáticas para uso doméstico y el desarrollo de pantallas y teclados tiene mucho del sello de Apple.
Pero claro, no todo y no siempre es talento: cuando las buenas ideas no bastan, a veces hace falta astucia y picardía. Y eso es lo que tuvo Jobs cuando, tras ver un prototipo en una visita a Xerox, tuvo el ojo necesario para 'readaptar' esa extraña caja con bola y cable e idear el desarrollo del ratón, que ha sido la extensión virtual de nuestras manos desde entonces.
Paradójicamente, el mismo hombre que popularizó la herramienta intentó matarla después.
A su regreso tras el exilio, Jobs tardó diez años en conseguir esa chispa para prenderlo todo: primero fue el iPod, y después llegó el iPhone. Su alumbramiento en 2007 supuso un cambio en una industria que acaudillaba Nokia sin demasiados problemas. Creó el concepto del smartphone, las pantallas táctiles sin botones físicos y -quizá más importante entonces- la idea de la tienda de aplicaciones.
Apple entonces dejó de ser una compañía interesante para convertirse en un gigante. Aguantaron el tirón y, a pesar del elevado precio de sus productos, supieron combinar el mejor diseño con la simplicidad de uso y una afinadísima versión comercial que les hacía renovar su dispositivo (a veces de forma imperceptible) para seguir vendiendo.
Y así es como se pavimentó el camino del éxito. Tras el iPhone vino el iPad, llamado a ser tan revolucionario y que se quedó en el camino. Y después vendría, ya sin Jobs, el Apple Watch. iPhone, sin embargo, sólo ha habido uno: revolucionar uno de los mayores sectores del mundo no es algo que ocurra a menudo.
Cuando Steve Jobs falleció en 2011 el iPhone ya suponía casi la mitad de las ventas. Tras él -y, sobre todo, sin él- algunas cosas han cambiado. Primero sacaron los iPad Mini, algo que él siempre descartó. Después, variaron los tamaños de las pantallas de los iPhone, primero haciéndolas grandes y ahora haciéndolas pequeñas. Recientemente, incluso, osaron sacar un Stylus, algo que ridiculizaba el propio Jobs cuando lanzó las pantallas táctiles.
Desde luego, ésta no es la misma compañía que dejó Jobs en manos de Cook, pero no sólo en cuestión de concepto y diseño. La carrera que el hombre convertido en mito de la compañía ha seguido dando rédito y, a día de hoy, la empresa que nació para fabricar ordenadores ha acabado por tener más de dos tercios de sus ingresos anuales de la venta de teléfonos móviles. Aunque, ¿qué son los smartphones, sino pequeños ordenadores?
Hay cosas en las que, pese a las revoluciones pasadas, la compañía tampoco ha cambiado: es cierto que pasó de ser una promesa a convertirse en el gigante que es hoy, compitiendo contra diversos oponentes en varias ramas del panorama tecnológico y liderando el sector del lujo móvil. Pero la gran verdad es que la gran guerra sigue estando perdida: Apple nunca ha sido líder, ni siquiera con los iPhone, que no son rival para Android casi en ningún lugar del mundo.
El negocio del futuro pasa, dicen, por los 'wereables', donde Apple ya ha plantado su pica. También en el consumo televisivo (con el dispositivo y con la medición de audiencia). No es líder en sistemas operativos móviles, pero roza el liderato entre fabricantes y lo toca con algunos modelos. Ha puesto su mira con éxito en China, que gana presencia y atención en sus anuncios, sus guiños -para quién si no crees que fabrica modelos color dorado- y sus inauguraciones. Sigue empeñado en dar con la tecla de las tablets y abarca modelos de móvil desde las 4 a las casi 7 pulgadas. Vamos, que Apple está irreconocible, pero sigue en la brecha tras diez años de éxito innegable -aunque no absoluto-.
El primer logo entonces, lejos de la simplicidad y el diseño de la que hacen gala hoy en día, era la manzana cayéndole en la cabeza a Newton. Cuatro décadas después ahí siguen ellos, aun sin ser ellos exactamente, pero en pie, colgados de la rama del árbol. Y mientras, las operadoras turísticas siguen ofreciendo rutas por ese garaje en el que en realidad no empezó todo cuando dos visionarios que hoy ya no están en la compañía pusieron en marcha una empresa centrada de ordenadores que hoy vive de vender móviles y que ha triunfado sin ser líder de nada. Hay partidos que se ganan sin ganar.