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LA HISTORIA DE RAY TOMLINSON
Esta es la historia del primer correo electrónico de la historia, un invento revolucionario aunque cada vez se use menos.
Los datos a futuro son claros: cada vez usamos menos el correo electrónico y más los programas de mensajería instantánea –como Hangouts y sus derivados– y aplicaciones del mismo estilo –como Whatsapp o Telegram–.
La cosa tiene su sentido: en un mundo en el que tenemos el móvil a mano o en el que escribir en un chat puede ser más rápido que 'armar' un email, el correo electrónico va perdiendo fuelle y limitándose a gestiones más profesionales o formales.
En cualquier caso, ¿conoces la historia de la tecnología a la que tanto debemos? ¿Sabías que tiene nada menos que 45 años? Esta es la historia del primer correo electrónico creado en toda nuestra historia.
Un encargo del Gobierno de Estados Unidos
Era el año 1971. Ray Tomlinson, un ingeniero eléctrico que había pasado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), trabajaba en Bolt Beranek and Newman, una de las compañías tecnológicas más punteras de la época, que por aquel entonces estaba inmersa en un proyecto muy especial: la conexión en red de varios ordenadores.
El programa, que estaba financiado por el Gobierno de Estados Unidos, acabaría desembocando en los orígenes del internet que hoy conocemos, pero antes habría algunos pasos previos que quedaron en los anales de la historia de la tecnología.
Tomlinson cogió dos programas de comandos ya existentes, SNDMSG y CPYNET, y se puso a picar código. Su intención era la de crear un sistema de comunicación entre dos posibles terminales, y fue así como, dentro de la famosa red ARPAnet, acabó desarrollando una de las soluciones tecnológicas más famosas de nuestra historia. El ingeniero consiguió crear el sistema y la aplicación tras varios meses de durísimo esfuerzo: sólo faltaba probarlo.
El 'salto a la fama' de la arroba
Pero, ¿cómo separar un nombre de usuario con el sistema de red al que está conectado? Tomlinson necesitaba algún tipo de caracter, pero la cosa pintaba complicada: cualquiera de los que tenía a su disposición formaba parte del sistema alfanumérico, con lo que no le serviría. Fue entonces cuando cogió un símbolo tan extraño como poco utilizado: la arroba. Y fue precisamente ese símbolo el que colocó entre los dos elementos que diseñan una dirección de correo electrónico.
Lo mejor de todo es que el primer email jamás enviado –perdónenos la licencia, señor Tomlinson– fue una absoluta cutrez: “No sé ni qué escribí. Lo primero que tecleé al azar en el teclado, eso es lo que se envió”, aseguraba el ingeniero hace unos años en una entrevista a 'Wired'.
El invento no fue baladí: Ray Tomlinson creó un sistema de comunicación que revolucionó el panorama tecnológico y que a día de hoy, pese a todo, sigue siendo una de las fórmulas más usadas.
“No lo inventó Tomlinson, sino yo”
Pero ojo, que aquí no acaba la historia. Antes de morir el pasado mes de febrero, Tomlinson tuvo que enfrentarse a una agria polémica: la que aseguraba que él no fue el que creó el primer email.
La reclamación corresponde a Shivva Ayyadurai, un ingeniero indio de 52 años que en 2014 aseguró que dicho correo electrónico no fue más que un robo o un plagio, no sabemos si de Bolt Beranek and Newman o del propio Tomlinson. Ayyadurai, que emigró a Estados Unidos con su familia cuando apenas era un crío, aseguraba que la estructura del primer email fue diseñada precisamente por él cuando apenas tenía 14 años. Y como prueba, enseñó una patente de marca de la propia palabra, 'email', que registró antes de la creación de Tomlinson.
Sin embargo, el testimonio de Ayyadurai nunca fue muy tenido en cuenta. ¿Por qué? ¿Por no reconocerle el mérito? ¿Por no aceptar que el email no fue un invento de la tecnología militar de Estados Unidos, sino de un inmigrante indio de 14 años?
En realidad no: como se contó en su momento, lo máximo que puede demostrar Ayyadurai es haber registrado la marca 'email', pero nada más: en su patente no figura ningún tipo de descripción del invento, con lo que no se podría saber qué tenía en la cabeza.
Es decir, que, como mucho, el –entonces– adolescente indio podría presumir de haber registrado la marca, pero ni mucho menos podría demostrar la invención del código de este sistema de comunicación. Lo que está claro es que, mientras Ayyadurai no pueda demostrar mucho más, el crédito y el reconocimiento seguirá correspondiendo a Ray Tomlinson.